Image: Chema Cobo, para verte mejor

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Exposiciones

Chema Cobo, para verte mejor

No se ve nada

27 enero, 2005 01:00

Ghost, 2004. Óleo sobre lienzo, 210 x 180

Antonio Machón. Conde de Xiquena, 8. Madrid. Hasta el 26 de febrero. de 3.800 a 45.000 e

En el curso de su trayectoria artística, Chema Cobo (1952) ha mantenido constantes varias líneas de trabajo, así la significación del propio artista y la construcción de su mundo como modelos de intención; la abundancia iconográfica -que incluye el bestiario, los payasos, los instrumentos del azar, etc., según un repertorio anotado en los primeros años ochenta-; la instrumentalización activa del lenguaje como motor auxiliar discursivo y, por último, la participación de la ética del creador en el razonar sobre la historia. Estos ejes han experimentado, en los años últimos, una progresiva agudización tanto de sus componentes conceptuales como de los riesgos que afronta el pintor en el desempeño de su disciplina.

Ahora, tras la que no cabe sino considerar de atrevida o audaz exposición en la malagueña galería de Alfredo Viñas -prologada por un certero texto de Aurora García que la calificaba de "la más radical de las celebradas por el artista"-, muestra sus últimas obras, sobre las que cabe el mismo calificativo, intensificado, además, por su abundancia disertiva. Los once lienzos y el pastel que la integran no han sido elegidos ni colgados al azar, sino que, como él mismo explica, el montaje "invita a cada espectador a emprender un viaje particular" por los tres espacios que dividen la galería. De este modo, la sala de acceso es la de la representación, en la que las sillas vacías aguardan a los espectadores, los actores, los amorosos primates que aquellas contemplan, y la partitura que interpretan procede de un cuadro suyo anterior, Half Everithing is Secret and the Other Half is Hidden (La mitad de las cosas es secreta y la otra está oculta), de 1991, que ahora, para ver, hay que mirar con lupa.

En el espacio intermedio se contraponen el árbol de la libertad que prometía la revolución francesa -cuya utopía de las luces y su extinción contemporánea han guiado muchas de sus obras-, las torres gemelas, cual floreros sin sustentación, contempladas por un payaso, el conejo prestidigitador que salta de la chistera con sus gafas estereoscópicas y el que mira, cual fingido Polifemo, los fantasmas que ocupan la última sala.

En uno de los aforismos reunidos en Amnesia, elucubraba Chema Cobo con la tragedia de los supervivientes de Babel, condenados a no reconocerse en los espejos, y a los que suponía, buscándose desesperadamente en sus propias sombras. De algún modo, maliciándose que la pintura raramente se comporta como espejo hecho a la medida del sujeto que mirándola se contempla en ella, ha dado en hacer visible al fantasma de la imagen. En estos, de manera más acentuada aún que en los anteriores, diríase que la pintura bien está a punto de aparecer o bien, por el contrario, que el cuadro desaparece ante nuestros ojos -ahora la presencia del color se ha mitigado, sin ceder por ello protagonismo-. La madonna del conejo, de Ghost -para mí, la pieza de piezas de la exposición-, la inefable parejita que componen la barbie Fraulein y el muñeco hinchable Ziggy, el fotográfico autorretrato del artista sin rostro o el masturbador Capitán América de Neoliberal Spirit. "Hago metáforas de la nada, concluye Chema Cobo, es lo que mi tiempo me ofrece como realidad."