Image: Turner, muerte en Venecia

Image: Turner, muerte en Venecia

Exposiciones

Turner, muerte en Venecia

Turner y Venecia

3 marzo, 2005 01:00

Venecia: Vista imaginaria del Arsenale, h. 1840

Comisario: Ian Warell. Caixaforum. Marqués de Comillas, 6-8. Barcelona. Hasta el 5 de junio

Hoy Venecia es un centro turístico banalizado, una postal mil veces repetida que el consumismo masivo ha erosionado y transformado en lugar común. Pero hubo un tiempo en que Venecia fue el símbolo de la ciudad ideal y, acaso, de la realización de la utopía. Su atmósfera envolvente, esa luz que espejea en el agua, hace centellear la arquitectura, que adquiere una rara cualidad: es la imagen del sueño. Más aún, aquella ciudad, como si no tuviera gravedad y fuese inmaterial, emerge del agua. ¿No es esto un prodigio, una maravilla, un milagro… lo imposible? ¿Y qué es la belleza sino una imagen de lo imposible? Entre muchos otros, Fortuny hijo, Proust, Thomas Mann, Luchino Visconti se sintieron atraídos por todo lo que significaba Venecia. Estos creadores, aun con sensibilidades muy diferentes, supieron proyectar en la ciudad sus ideales estéticos. Porque Venecia es el imaginario, la intuición de un sueño hecho realidad.

La exposición se inicia con una serie de "vedute", o vistas de paisajes urbanos venecianos, anteriores a los viajes de Turner a la ciudad: Canaletto, Richard Parker Bonington, William Marlow… Estos artistas son los que mejor expresan esta idea de belleza que venimos comentando, de una Venecia ideal, porque las suyas son imágenes inventadas. No tratan de reproducir la ciudad real, sino de recrear o imaginar un paisaje verosímil, pero fantasioso al fin y al cabo. Los estudios más recientes nos han revelado que Canaletto manipulaba las vistas, las perspectivas, los edificios… Amoldaba la ciudad a un ideal. Más que reproducir mecánicamente el paisaje urbano, concebía la ciudad como un escenario fantástico, espacio de simulaciones y ficciones. Es muy difícil explicar el porqué de esta actitud, pero responde a la idea -clásica- de que la realidad sin orden, sin estilización, no es bella. La naturaleza bruta carece de dimensión estética; hace falta depurarla, adaptarla a una esquema humano… en definitiva, transformarla en arte. Canaletto estructura el paisaje en un orden esencial, introduce la geometría, para ir más allá de las apariencias y del mundo natural. Pero es que esta condición de paisaje "humanizado", "construido", está implícita en el imaginario de la ciudad: Venecia es la urbe que, flotando sobre las aguas, supera los límites que impone la naturaleza, que da forma y expresa los ideales civilizadores de la polis frente al caos natural. Aunque quizás el espectador moderno pueda sospechar que existe otro mundo bajo la cristalina arquitectura de Canaletto, que los cimientos de la ciudad se asientan sobre un lodo, carcomidos lentamente por el agua. Tanta belleza produce miedo.

Turner (1775-1851) viaja a Venecia hipnotizado por el mito. Sin embargo, la suya será una mirada atónita en nada semejante a la visión de un Canaletto. Repetidamente se ha calificado a Turner como un artista visionario, fantástico; se ha destacado especialmente esa factura suya -que aún hoy sorprende por su audacia- que disuelve las apariencias y prácticamente culmina en la abstracción. Falta saber el significado de estas imágenes que se diluyen en lo informe. Pero frente a esta convicción generalizada que observa al artista como un pintor de la subjetividad y la imaginación, yo veo la Venecia de Turner como la expresión de un arte realista. En algunas de sus pinturas venecianas se leen inscripciones en las que Turner ha querido evidenciar su presencia: que "estuvo" allí, que "vio" la escena. Turner se acerca a Venecia con una voluntad documentalista. A diferencia de Canaletto, no pretende idealizar, ni recrear Venecia, sino "pintar lo que ve". Lo que observa, sin embargo, es un mundo en descomposición. La disolución de las acuarelas y los óleos de Turner es el equivalente al estado de putrefacción de la ciudad: aquella arquitectura inverosímil sobre las aguas está enferma. Lo que plasma Turner es la resaca de la utopía, la imposibilidad de la belleza. Los lienzos abstractos de Turner representan los fantasmas de la ciudad, de un ideal inalcanzable. Turner observa el efecto corrosivo del agua putrefacta, de cómo la humedad disuelve lentamente la ciudad hasta transformarla en una masa informal.

ésta es, en definitiva, la misma historia que nos cuenta el film de Visconti, Muerte en Venecia, inspirado en la novela de Thomas Mann. El protagonista, que persigue un ideal de Belleza, se encuentra con una Venecia azotada por la peste, metáfora de un estado absolutamente enfermizo. Esta imagen epidémica de la ciudad es simétrica a la patología del personaje principal. Sus momentos últimos son caricaturescos: él, refinado esteta que tanto amó lo bello, en su agonía, con un calor enfermizo que derrite su maquillaje y su tinte de pelo, se revela al final como un payaso tremendamente ridículo. Así las gotas de sudor que se derraman sobre su rostro, así las acuarelas de Turner. De lo que nos hablan Turner, Fortuny, Proust, Mann o Visconti es de la nostalgia de un ideal perdido, de un deseo de belleza imposible, acaso de una melancolía que revela su lado oscuro. En todo caso, Venecia es la imagen de la utopía, de la Belleza, como lo es también de su exacto reverso, de la Muerte, como las dos caras de una misma moneda.