Image: Arturo Herrera y su torre de Babel

Image: Arturo Herrera y su torre de Babel

Exposiciones

Arturo Herrera y su torre de Babel

21 abril, 2005 02:00

Keep in touch, 2005

CGAC. Valle Inclán, s/n. Santiago de Compostela. Hasta el 19 de junio

Nacido en Caracas en 1959, Arturo Herrera trabaja distintas disciplinas como la escultura policromada, la pintura mural, el collage o la fotografía a partir de un lenguaje que elude la interpretación directa para moverse en un espacio ambiguo. Esta muestra supone su primera monografía europea e incluye un total de cincuenta piezas, entre las que se cuentan dos pinturas murales de gran tamaño, una de las cuales ha sido diseñada ex profeso para el "Doble Espacio" del CGAC.

Entiendo muchas de las obras de Arturo Herrera como una suerte de torre de Babel, como una imposibilidad de completar, de saturar, de acabar en un orden. "Lo que la multiplicidad de idiomas viene a limitar no es solamente una traducción ‘verdadera’, una entre’expresión transparente y adecuada, es asimismo un orden estructural, una coherencia del constructum", señalaba Jacques Derrida. Y, ciertamente, el de Herrera es un lenguaje fragmentado, vacilante entre lo caótico y lo ordenado, ambiguo. Diferentes alusiones y asociaciones derivan en una conseguida hibridación que combina homenajes a lo cotidiano de lo pop, detalles oníricos surrealistas, gestos de abstracción expresionista o elementos modernistas. Pero todo sin darnos cuenta, sin traducir, evitando la deconstrucción explícita.

Ciertas maneras de Herrera tendrían mucho que ver con la pintura "procusteana" de Albert Oehlen y esa forma de tentar la expansión como ruptura. Encajaría así con una serie de artistas que practican una dinámica de relaciones, de abrazos y conflictos, de obstáculos y ventanas para el pensamiento en un universo sobrecargado de informaciones. Estas discontinuidades descubren, al mismo tiempo, cierta actitud apropiacionista que completa un puzzle donde las imágenes se entrecruzan, se injertan subvirtiendo jerarquías. De ahí nuestra primera confusión, pero también la fortuna del hallazgo escondido en el misterio de su lógica desdoblada.

También guarda Herrera momentos para la pausa, y de ellos Night Before Last (La penúltima noche) es ejemplo de una exquisitez absoluta. Como también lo es su manera de componer los collages, bien a partir de páginas de libros ilustrados, bien a partir de encargos de pinturas de pequeño formato que luego cubre con capas de elementos pictóricos recortados. Y precisamente aquí es donde radica la actitud subversiva y original de Herrera, que en lugar de continuar la tradición de materiales encontrados de la historia del collage, toma originales como punto de partida de una destrucción tan deliberada como plásticamente interesante. En cierto modo, podríamos concluir en Herrera cierta actitud iconoclasta, pero no porque en ese solapamiento pictórico que le caracteriza intente despreciar o negar las imágenes, sino porque, como los iconoclastas, Herrera les atribuye un valor que, en este caso, deja parcialmente visible esquivando los estratos de su significado, destruyendo el concepto de la imagen para negar toda equivalencia y construir una nueva imagen.

Pero, ¿cómo es esa nueva imagen compuesta por Arturo Herrera? Principalmente una imagen que trabaja lo psicológico, el poder asociativo del inconsciente, la libertad de interpretación. Pero también una imagen ready-made, una tensión entre lo que "vemos" y lo que "es" o, en otras palabras, una imagen interpretada, experimentada. La cuestión para Arturo Herrera no estriba tanto en dónde situar sus collages dentro de la historia, sino de qué tipo de imagen hablamos y -en un sentido más amplio- qué tipo de imagen es la imagen artística. Siempre desde el argumento sincopado, velado por una serie de salpicaduras que permiten advertir su capacidad compositiva, su sentido del corte. De ahí que legue las pistas mínimas y de ahí que apele a los más remotos recuerdos y asociaciones mentales, como es nuestro particular universo infantil -el mural Tale es un afortunado ejemplo-; pero será siempre un sueño no resuelto, vacío, negado y quebrado por la ausencia de realidad. Y es que, como señala Pablo Helguera a propósito de la obra de Arturo Herrera: "Ante los vacíos, no hay nada que hacer sino rendirse a nuestra propia psicología".