Exposiciones

Elena del Rivero, pintura bordada

Darling

2 noviembre, 2006 01:00

Hannah la bordadora (la madre de la artista), 2006

Elvira González. General Castaños, 3. Madrid. Hasta el 22 de diciembre.

Sobre la última pared de la ulterior sala, en lo recóndito de la galería, el visitante hallará la clave de esta exposición de pintura. Se trata de una fotografía en la que Elena del Rivero emula el cuadro de Rembrandt Hannah, la profetisa (la madre del artista). Apropiándose del personaje, Del Rivero-la costurera está postrada ante su asistente como nueva "madre de la artista". Este giro desde la mirada feminista, crucial para la remodelación de la historiografía del arte occidental y el revocado de sus museos, respalda la vertiente más contextual de la obra de Elena del Rivero (Valencia, 1949). Lo hizo ya en 2001 con el siempre revisitado Duchamp (Les Amoureuses, Elena & Rrrose), planteando una nueva jugada de ajedrez, y también -y este lance con el panteón de los clásicos es mucho menos frecuente- con Las Hilanderas de Velázquez (sin olvidar su instalación a partir del texto de La perfecta casada, atribuido a Fray Luis de León). Ahora le toca el turno al maestro holandés, del que recientemente se ha celebrado con todo fasto el cuarto centenario de su nacimiento; aunque la artista asegure que, cuando en 2004 comenzó esta serie, se debió, como tantas otras cosas en su vida y en su obra, a ese azar que dispone el destino confundido con la vida cotidiana. Pero que ha desembocado en una inversión absoluta del fenómeno turístico y mediático: "creo que lo familiar puede informar, y quizá incluso subvertir, las referencias históricas en las pinturas", dice Del Rivero.

La artista ha perseguido los cuadros de Rembrandt por bibliotecas y museos de Estados Unidos y Europa, intentando desentrañar su intimidad. Dice Jacob Rosenberg que el maestro incluía en sus telas a familiares y mendigos, transformados en importantes personajes históricos y mitológicos, porque, a diferencia de sus contemporáneos, "reflejaban su mundo interior". Un procedimiento que la artista ha asimilado, dedicando esta serie de treinta y tres cuadros a la gente de Tompkins Square Park con quien ha compartido la soledad de la pintura, mientras intentaba apresar la luz de Rembrandt: descomponiendo pequeños detalles en manchas regulares, aplicadas directamente del tubo, sobre las que ha bordado con seda algunos brillos, íntimos resplandores. Las frases oídas en el parque, junto a su monólogo interior, conforman el diario escrito en los cantos de los cuadros: "I DO NOT WANT TO HAVE BREAKFAST WITH YOU TODAY", "Voy a dejar de pintar por ti".... Todos los títulos quedan unidos en su carta a Rembrandt The Paraclet, es decir, el parakletos, donde Elena del Rivero termina encarnando al intercesor, defensor, proclamador: "evocan lo familiar y lo coloquial. Ayudan al espectador a aprehender la experiencia visual de un modo diferente, y espero que con más profundidad, al yuxtaponer lo cotidiano con el contenido histórico de las pinturas". Por el momento, el ensimismamiento con Rembrandt ha proporcionado a la artista la conjunción más lograda de sus estrategias: entre pintura y textualidad, intimidad e historia, dejando atrás los sentimientos desgarrados que alumbraron la obra sobre el World Trade Center con que culmina su retrospectiva A mano, ahora en el IVAM y posteriormente en el Patio Herreriano.