Exposiciones

Carlos Pazos, copla conceptual

No me digas nada

15 marzo, 2007 01:00

Mnemocine. Película para recortar. Dra-matizar, 2006-2007

Comisario: Manuel Borja-Villel. Macba. Plaza dels Àngels, 2. Barcelona. Hasta el 6 de mayo

Cuando a Carlos Pazos se le preguntaba por el conceptual, se ponía nervioso, apretaba los dientes y se enfadaba. No es que tuviera una actitud en contra. Más bien, no sabía qué contestar porque no entendía lo que aquel término significaba… De ahí esa inquietud cuando salía esa maldita palabrita. Nunca había querido ser un conceptual o dejar de serlo, porque simplemente no se lo había planteado. Era ajeno a él. Curiosamente, algunas de sus primeras piezas se han incluido en antológicas sobre el conceptual español. Pero lo suyo era diferente, algo espontáneo. Había aparecido de una manera casi natural, sin proponérselo, sin intención. Se diría que Pazos ya lo llevaba dentro.

Después de Duchamp, después del pop, todo era posible en el arte. Y Carlos Pazos comenzó por aquí, sin saber de etiquetas ni calificaciones. Empezó a hacer fotos (o a hacerse fotos), a garabatear, a utilizar objetos como obras de arte. Tenían mucha gracia. Eran muy Carlos Pazos. Claro que estaba el clima y el sabor de la época, pero fundamentalmente eran Carlos Pazos.

Ahora bien, ¿cuál es este mundo de Carlos Pazos? La presente exposición arranca en los años setenta para concluir en piezas de reciente producción. Es, por tanto, una retrospectiva que aporta una visión panorámica sobre su trabajo. Permite observar la articulación y coherencia de un universo expresivo que quedaba diluido en otras exposiciones parciales en galerías privadas. En este sentido, si tuviera que buscar un símil de la obra de Pazos, diría que ésta es como una copla, una de esas tonadillas que con tanto desgarro cantaba la Piquer.

Un ejemplo escogido al azar, la fotografía en blanco y negro El amor duele (primera aproximación), 1973-74. ésta consiste en un torso masculino desnudo y especialmente piloso con una pequeña insignia metálica clavada en la carne viva a la altura de corazón. La insignia -de las de antes- dice textualmente: "Amor". Y sobre la piel -o mejor, entre el pelo-, se derrama un hilillo de sangre que es a todas luces pintura. éste, como la copla, es el mundo de Carlos Pazos: el culto a la exageración, la emotividad desorbitada, el gusto por lo sentimental, "lo querido no podido", lo cursi…

Pero ésta es una manera de observar el mundo. Más aún: es un mecanismo de narración, una verdadera máquina de contar que permite a Carlos Pazos articular un universo, disponer de una puesta en escena, crear un personaje. De la misma manera que el artista Zush (Evru) crea la ficción de un Estado con su bandera, su moneda, su lenguaje, su geografía, también Pazos elabora su propio universo novelesco poblado de múltiples variantes de Peter Pan, el dandysmo, el kitsch intencionado, las frivolidades, las mentiras dulzonas, las nostalgias entre imaginadas y vividas… y otras obsesiones. Lo que interesa señalar es que esta estética de la copla -por decirlo de algún modo- permite a Carlos Pazos situarse como narrador en la distancia, pero también, sin duda, identificado con aquélla. Y es a partir de aquí que desarrolla sus juegos, sus provocaciones, sus retóricas.

Los primeros objetos de Carlos Pazos realizados en los primerísimos setenta eran enternecedores. Se trata de cajitas de pequeñas dimensiones, algunas de las cuales se titulan significativamente Tesoro. Son la expresión del deseo como joya, como reliquia, como nostalgia, pero también como sensiblería amanerada. Con el paso del tiempo, Pazos introduce lo que Manuel Borja -comisario de la exposición- denomina lo abyecto. Yo no lo diría así, para mí este ánimo provocador o abyeción estaba ya contenido en sus primeras obras. Se diría que es como el reverso o evolución natural del sentimentalismo exagerado: es lo emocionante, lo extravagante, la sensación, el esnobismo… Entre aquellas primeras piezas y estas últimas hay una simetría, se trata del mismo espíritu.

Carlos Pazos ha explotado el cuplé y lo ha trasladado a la alta cultura, al museo de arte contemporáneo, creo sinceramente que sin ser del todo consciente. Pero Pazos con todas sus ramificaciones (el dandismo, el culto de lo raro y la distinción, el kitsch, el sentimentalismo, la nostalgia, la frivolidad, lo lúdico, la autocomplacencia en el deseo imposible, etc.) implica una pregunta, el porqué la alta cultura absorbe y digiere la baja cultura o se retroalimentada de ella. O dicho en otras palabras, la obra de Pazos plantea un interrogante sobre el sentido de los museos de arte contemporáneo en el seno de la cultura de masas.

Carlos Pazos (Barcelona, 1949) estudió arquitectura y más tarde diseño gráfico en la Escuela Eina de Barcelona. Se ha tendido a vincular su trabajo al conceptual, al povera o al pop. Aunque su obra se desarrolla dentro del marco de los nuevos comportamientos artísticos (instalaciones, vídeo, fotografía, objeto, etc), Pazos es ante todo creador de una obra muy singula, en el contexto artístico español. Premio Nacional de Artes Plásticas (2004), declaró que "la vida es un collage. La corto, la pego, como hago con las imágenes". Sus obras forman parte de colecciones como: Fundación "la Caixa", MACBA, Barcelona, Museo de Bellas Artes de álava, Museo de Teruel o Reina Sofía, Madrid.