Ebro/Orbe
Arcadi Espada
15 marzo, 2007 01:00Arcadi Espada. Foto: Antonio Moreno
En el verano de 2001 el jefe de Arcadi Espada le propuso escribir sobre el Ebro. Para alguien tan permeado de literatura y tan buen observador como él la oferta era una bicoca. Aceptó de inmediato, y a lo largo de ese estío el periódico le publicó treinta y una entregas. Su recorrido fue a contracorriente, y no como el de Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas navegando en barco por el río Congo, sino asomándose al río en lo más significativo de sus orillas.Arcadi Espada fue marcando el segundo río de la Península por su caudal (unos 614 metros cúbicos por segundo) y por su longitud (928 kilómetros). Calaba el río como el que cala un melón con unos textos de tres folios en los que, escogido el escenario, colocaba los personajes y les daba el peso de una narración que luego él pespunteaba con su propia autobiografía (al visitar, en un suburbio de Zaragoza junto al Ebro, el regimiento de pontoneros de Monzalbarba, le suelta al lector que "no pudo cumplir en su momento con sus obligaciones militares"). El resultado de esta mezcla de paisajes, personajes y agudas observaciones es un relato sólido, mucho más sólido que los textos de tantos viajeros que subidos a la sobreactuación dan al lector un eco con sabor a mampostería.
Tras un aseado prólogo de Salvador Albiñana en el que se agradecen sus explicaciones y que se haya leído bien el libro --algo no tan frecuente en los prologuistas- Arcadi Espada atraviesa el Delta, Tortosa y se detiene en los escenarios de la batalla del Ebro. Transmite la tremenda impresión del combate que en julio de 1938 inicia el ejército de la República cruzando el río por diversos puntos entre Mequinenza y Amposta.
Río arriba, Arcadi Espada va punteando su texto. De pronto, el lector se encuentra con la narración de cómo un alemán errado introduce el repugnante siluro en las aguas del pantano de Mequinenza. La Zaragoza que da la espalda al río, Fayon inundado, Belchite y otra vez la Guerra Civil, El Canal Imperial y al final el nacimiento del Ebro y el final de la primera parte del libro.
La segunda parte de este volumen se escribe cinco años después. Su arquitectura es semejante. Consta de otros treinta y un artículos. Menos poéticos y más maduros. Rezuman una melancolía que en parte, sólo en parte, le produce a Arcadi Espada el aire que van tomando las cosas en la España trastocada en autonomías. El pretexto para volver al Ebro es algo que ya late en la primera parte: el trasvase del Ebro al secarral murciano y almeriense. El recorrido se desespera con el urbanismo especulativo y salvaje de Marina d’Or o las falsedades del Joan Fuster de Nosaltres, el valencians. Tras cruzar Benidorm acaba en esa salvajada de Peñarroya, la empresa francesa que colmató con tierra y veneno la bahía murciana de Portman.