Image: La vida de los sentidos

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Ensayo

La vida de los sentidos

Antoni Marí

15 marzo, 2007 01:00

Antoni Marí. Foto: Marc Vila

Tusquets. Barcelona, 2007. 288 páginas, 18 euros

Desde su primer libro de ensayo, Euforión, que fue una excelente adaptación de una tesis doctoral sobre el concepto de genio, Antoni Marí ha establecido su geografía espiritual en la Alemania romántica, desde la última crítica de Emmanuel Kant, La crítica del juicio, hasta las estribaciones modernas y postmodernas de ese espíritu idealista. En este mosaico de pequeñas prosas ensayísticas comparecen todos los dramatis personae: desde Goethe a Schopenhauer, y de éste hasta Walter Benjamín o Thomas Bernhardt.

La idea nuclear que articula el proyecto teórico de Antoni Marí se halla muy bien reflejada en los dos títulos del libro. Es una idea romántica que, convenientemente corregida, parece revivir en latitudes post-modernas. Pero Marí no suscribe esa incondicional corrección. La idea que recorre sus pequeños ensayos es la siguiente: nuestra estancia en esta tierra vive entre fragmentos astillados de una unidad perdida. Unidad ontológica del ser, del pensar, del decir. Unidad metafísica del tiempo y de la eternidad. Unidad del Hombre Integral (celeste, ideal) con su conjunción de cuerpo, alma y espíritu. Los sentidos piensan, la inteligencia es afectiva y pasional, la vida integral del ser humano permite comunicaciones inmediatas entre sentimiento y deseo, o entre inteligencia y afecto. El hombre es un pequeño mundo. La unidad postulada exige articular lo que para nuestro infortunio se halla escindido: la religión, el arte, la literatura y el pensamiento filosófico.

Todo eso se ha arruinado y sólo subsiste la nostalgia. Vivimos de la nostalgia de una Edad de Oro que decayó, o de un cielo paradisíaco del que fuimos expulsados. Los románticos y los idealistas, especialmente alemanes, alimentaron esa nostalgia y advirtieron o comprobaron, con amarga ironía, que circulaban entre esquirlas y ruinas. Por eso la tarea espiritual consistía en examinar, con ánimo de arqueólogo, esos fragmentos, de manera que pudiese restituirse la totalidad perdida.

Hoy vivimos un fragmentarismo sin nostalgia. La postmodernidad acusa su experiencia del general descuartizamiento del Todo con un nihilista encogimiento de hombros. Detrás está una Nada negativa (para decirlo en forma kantiana): una Nada que nada tiene que ver con la Nada mística. Marí siente y consiente con aquella nostalgia romántica, a la que dedica una hermosa reflexión. Su recorrido responde a una ética de restitución de fragmentos esenciales mediante las cuales se puede encontrar cierto hilo de Ariadna: el que nos conduce al hondón de nuestro propio paisaje anímico. Y allí la mejor compañía la constituyen nuestras lecturas. Dedica al acto de leer uno de los textos más luminosos de este libro. Leer consiste en agitar las brasas de nuestro anhelo. Mediante la lectura logramos reconocernos en lo que somos. Marí adopta la frase de Borges: "somos lo que leemos". Un ego cogito opuesto al cartesiano, ya que Descartes pudo pronunciar el suyo al separarse para siempre de todo argumento de autoridad referido a textos tradicionales.

Somos lo que leemos: el libro es la consecuente irradiación de esta idea de la que Marí está plenamente convencido. Se trata de un conjunto de breves fulguraciones que rastrean lecturas realizadas. Sobresalen en ese amplio espectro los grandes personajes de la cultura alemana: Goethe sobre todo, el Schopenhauer que sitúa la música por encima del mundo mismo, el último Kant crítico, y personajes cercanos de nuestras latitudes, como Zambrano o Valente, o Verdaguer y Foix.

Lo más interesante del libro es su proyecto latente: el que recorre la tarea poética y ensayística de su autor. Es importante romper los compartimientos estancos que separan la filosofía de la poesía, o que condenan al espacialismo intransigente los acercamientos a la literatura y al arte. Debe postularse un horizonte de humanidades que vuelve imprescindible la comunidad de la ética y de la estética, y que permite poner en diálogo nuestra experiencia del mundo y el ahondamiento en nuestra propia vida anímica. ése es el eje vertebrador de las convicciones de este excelente ensayista que es Antoni Marí, y que en este libro nos proporciona una suerte de antología de protocolos de lectura que nos permiten acercarnos a su vida espiritual.