El humor. Seis artistas en busca de la ironía
Esto no es una broma.
26 julio, 2007 02:00João Pedro Vale: No entanto ela move-se! (mazagão), 2007. Al fondo, Amores perfeitos, 2005
El enunciado que da título a la muestra (Esto no es una broma) puede llamar a engaño, pues incluso en su negativa parece indicarnos que tuviera algo que ver con la risa; o más bien, con el rechazo de la historia del arte a aceptar de buen grado la comedia, el chiste y el humor en general. Y sin embargo, es bien adecuado, ya que el eje de esta exposición es la ironía, esa figura retórica mediante la que se da a entender lo contrario de lo que se dice, de manera que el fingimiento y la simulación son estrategias intrínsecas. En Occidente, el modelo más antiguo es Sócrates quien fingía ignorar las cuestiones que, supuestamente, dominaban los sofistas para, precisamente, poner de manifiesto su falsa sabiduría. Pero en el arte contemporáneo la capacidad de desarmar discursos a partir de interrogaciones y disensos visuales se ha convertido en una estrategia básica: sin ser tan evidente como la negación contundente de la protesta o la afirmación rotunda de la propaganda, se erige más bien como crítica sutil, suspensión del juicio y creación de espacios de resistencia mental. De manera que, sin llegar al sarcasmo, puede desembocar en el humor del absurdo, el nonsense que nos salva: es la sonrisa en la tristeza moral que nos circunda.Aunque la ironía literaria está limitada culturalmente en su comprensión, en el caso de la imagen, más "universal", en general deslumbra su aparente facilidad para resolver, desanudando y abriendo complejidades. Pero, al tiempo, no puede extrañarnos que estas perspectivas agudas e ingeniosas sean más "naturales" para quienes pertenecen a esa tradición conocida por sus sentimientos de saudade, morriña o morna. La complicidad en esa manera de mirar es lo que encontramos en este proyecto de David Barro con tres pares de artistas gallegos, portugueses y brasileños.
La amplitud de espacios expositivos del MACUF (Museo de Arte Contemporáneo Unión Fenosa) han posibilitado plantear una exposición que, en realidad, es una reunión de seis individuales (con sus catálogos respectivos). De manera que, a diferencia de otras colectivas, las obras no están al servicio del concepto que las agrupa, a modo de ilustraciones, sino que de lo que se trata es de descubrir en el trabajo de cada uno de estos seis artistas, a pesar de la disparidad de sus trayectorias, esa irónica "crítica cultural y social de nuestro tiempo" que, según el comisario, comparten.
Buen ejemplo de ello es la instalación enorme de la brasileña Sandra Cinto (Santo André, 1968), ya conocida en nuestro país por sus leves escenografías de viajes fantásticos -utópicos-, pero a juicio de Barro "siempre a partir de cierto humor raquítico, como una sonrisa que deja ver las caries": aquí con nueve mil barcos de papel cubriendo el suelo, surcando escollos de soledad y muerte, compañeras de los pueblos de la economía precaria de la emigración y el mar. En el otro extremo, estarían las obras neobarrocas de João Pedro Vale (Lisboa, 1976), algunas de ellas monumentales, en las que se encuentran referencias a la cultura popular portuguesa, a su folclore, leyendas e iconos locales para hablar del colonialismo y la subversión de identidades.
De igual modo, otra contraposición posible sería el compromiso político de Tabarra frente a la profunda implicación perceptual de Spaniol. Pues mientras João Tabarra (Lisboa, 1966) en sus vídeos de acciones absurdas, keatonianas, nos conduce al desierto de la resistencia frente a los medios de masas, el brasileño José Spaniol nos obliga a perdernos en el laberinto de vacíos de su bosque de columnas y las perplejidades suscitadas por sus esbeltas sillas inalcanzables y las escaleras invertidas y duplicadas.
Quizá las obras más cercanas sean las de los gallegos Arturo Fuentes (Ourense, 1975) y Diego Santomé (Vigo, 1966), en cuanto que ambos coinciden en su discrepancia frente al medio artístico junto a su adhesión al ámbito cotidiano, doméstico y lúdico. Pero si Fuentes despliega toda una serie de ingenios eléctricos e informáticos muy low, low tech, Santomé viene construyendo una obra que es arquitectónica, narrativa y fílmica. En un tubo transparente construido por Fuentes se agitan papeletas (Artisdead, gracias por su visita) y un poco más allá unos cepillos (artistas) giran sobre el suelo sin rumbo fijo (7 idiotas buscando límites), junto a otros artefactos absurdos, inútiles, de una lógica aleatoria y borrosa, que se van recalentando hasta componer un concierto de pequeños contactos enloquecido. También Santomé alude a las estrecheces del cubo blanco en el vídeo Out of nowhere, golpeándose contra unas paredes que resultan puramente visuales al ser empujadas arriba y abajo, a derecha e izquierda del cuadro de proyección -en una versión más dura y realista de la animación digital Good Morning Life, protagonizada por una personificación de Diego que se estrella una y otra vez contra un cristal invisible: la piel de la pantalla-. Pero su concepción alternativa a cómo se hace arte hoy en día le ha proporcionado una Fundación a su nombre: portátil y a la que se van incorporando nuevos módulos junto a la colaboración de arquitectos y otros artistas. Afirmación más negación: duplicación y multiplicación del sentido.