Jacco Olivier, pintura sin pintura
Jacco Olivier
3 enero, 2008 01:00Still del vídeo Surf, 2005
Después de que el lirismo de las historias de William Kentridge forzara el ingreso de los dibujos animados como uno de los géneros florecientes en el arte contemporáneo, una pléyade de artistas han seguido su senda, bajo ópticas diversas. En este marco, el trabajo del joven holandés Jacco Olivier (1972) ha de considerarse una de las más cercanas adaptaciones de su método, sustituyendo el dibujo por la pintura. Como Kentridge, Olivier desarrolla un motivo a través de sucesivos bocetos que después registra en vídeo, incluyendo una banda musical a menudo confeccionada con sonidos grabados por el propio artista. Claro, que las historias de Olivier son mucho más cortas, apenas apuntes: sugerencias de sensaciones y recuerdos, lo que dota a su universo de un carácter fantasmal, cuando no acuático; quizá de un mundo en desaparición. Pero sin que tales evocaciones queden impregnadas de fatalismo: el compromiso moral de la narratividad del maestro viene sustituido aquí por la joie del colorismo sin solución de continuidad. En general, sus vídeos muestran situaciones simples e intrascendentes, sin llegar a plantear un desenlace, ni final o conclusión.Olivier es digno sucesor de la pintura colorista de los posimpresionistas. Sus paisajes se emparentan con la euforia de los bocetos de los pleinairistas, mientras sus interiores temblorosos se muestran contiguos a algunos Bonnard. Una pintura aérea, fresca, imaginativa… de la que es difícil suponer el valor de su recepción de conservarse en su formato original. El resultado de esta vídeo-pintura, sin embargo, es impecable, tanto en sus momentos más intimistas como en las obras de vocación formal con más ambición, como puede ser aquí el tríptico Whale, formado por tres grandes paneles, donde las bocanadas de la ballena se funden en tentativas hacia la abstracción. Y sobre el que el artista ha comentado: "En todo momento estamos buscando a una ballena pintada en una propuesta preliminar de exploración en busca de la verdad, en busca de redención en la pintura".
¿Pero es esta pintura en movimiento verdaderamente una vía de "redención" o más bien la asunción de su sometimiento a la sensibilidad ya sólo receptiva a la imagen de los nuevos medios? Es evidente que a Jacco Olivier le encanta pintar boceto tras boceto y dejarse llevar por sus ensoñaciones, en las que se mezclan bien iconos de la cultura visual contemporánea con la tradición pictórica; así como que, al igual que los más avezados artistas de su generación, se ha dado cuenta de que la puerta del mercado está abierta sólo a los más disciplinados, aquellos que demuestran no sólo poseer una cosmovisión personal, sino buenas dosis de oficio, técnica e incluso paciencia. La cuestión es si su propuesta convencerá a unos y a otros. Es decir, si a sus eventuales espectadores les gustara la pintura sin pintura. Pues Olivier viola algunos de sus elementos constitutivos, por ejemplo, el placer táctil en la contemplación de su textura, así como la disponibilidad en la permanencia de su imagen. Dado que su trabajo se ha visto hasta ahora en nuestro país en ciclos de vídeo (Círculo de Bellas Artes, 2005; y El lienzo es la pantalla, MNCARS, 2007) y contextuada en la colectiva de animación Fantasmagoría (ICO, 2007), ésta su primera individual con obras recientes en una galería puede ser una excelente ocasión para estabilizar un juicio sobre esta proposición indecente.