Nicolás Combarro, más allá de la luz
La línea de sombra
19 junio, 2008 02:00Sin título, de la serie 'La línea de sombra', 2007.
La primera individual madrileña de Nicolás Combarro (1979) afianza lo presumido hace dos años cuando fuera finalista del Premio de Fotografía El Cultural. Artista de amplio espectro, hace de la fotografía el medio principal, no único, de presentar un proceso de intervención plástica, sensorial y material sobre el espacio. Lo que se revela es algo que rebasa (aunque bien pueda estar en ellos) los límites del Off de PHotoEspaña.La muestra consta de fotografías sí, pero también hay tres instalaciones de carácter escultórico. éstas hacen de la línea, el montón, el esqueleto arquitectónico y la forma esencial, los asuntos de interés, anunciando (en estas líneas) y sumándose (en la realidad del conjunto expositivo) a las imágenes. Junto a ello, dos paredes llenas de bocetos e instantáneas previas permiten entender orígenes.
Ciñéndonos a lo fotográfico (representado por un conjunto de estampas en color de gran formato) el gallego aparece como un artista conceptual que parte del lugar y la intervención elemental del ser humano en él, de un paisaje pre-constructivo donde sólo están presentes los márgenes en que se sostendrán las futuras edificaciones. Construcciones aún casi invisibles en medio de otro paisaje que aún asumimos como "natural". En estas afueras del mundo, espacios neutros, no lugares, siempre inicio de arquitecturas, encuentra Combarro un lienzo con que trasladar su visión, su hallazgo. Hipersensible, siempre pendiente de la línea de horizonte, halla las confluencias de los perfiles de las colinas o montoneras colindantes con las arquitecturas neonatas: paradojas, símiles, hipérboles, sinécdoques y otras figuras y tropos poéticos. La mancha de pintura adquiere la forma de una sombra representada.
La "línea de sombra" a la que se refiere ya en el (conradiano) título es frontera entre los dos mundos entre los que circulan estas obras, es el umbral entre lo bidimensional asumido en la fotografía (contemplado en la intervención pictórica), y la tridimensionalidad de esa realidad escorada (tomada como escenario o, al menos, decorado de la representación). Más allá de la luz capturada de la fotografía, más allá de la luz con que el día achata las cosas, Combarro se bate por una lírica de cierta melancolía que vibra en la forma primaria y que sólo la reorganización plástica puede comunicar.