Sergio Prego. Parábola del cambio
Sergio Prego
23 enero, 2009 01:00Aunque residente desde hace años en Nueva York, encuadrado en el grupo que solemos denominar "nueva escultura vasca" formado entre otros por Txomin Badiola, Pello Irazu, Jon Mikel Euba -éstos también compañeros en la galería Soledad Lorenzo- e Itziar Okariz -cuya referencia primera es la enseñanza de la ampliación del espacio escultórico de Oteiza y después, el abanico que va desde la escultura social de Beuys a las experiencias minimal, instalativas y performativas de Richard Serra, Trisha Brown o Bruce Nauman-, Sergio Prego ha formalizado desde la dimensión figurativa de la música a la estructura de inclusión/exclusión en acontecimientos sociales. Sin embargo, un par de fijaciones sustentan su trabajo: la desestabilización de nuestra noción habitual del espacio y la importancia de la experiencia del tránsito para efectivamente derribarla. Y una vía ensayada una y otra vez: a través del combate contra la gravedad y el eje vertical que determina nuestra percepción y nuestras acciones.
En estas incursiones, es muy llamativo que Prego esté recorriendo el camino inverso al más común, que normalmente va desde planteamientos sencillos a su sofisticación o, como se decía antes, manierismo. Desde trabajos como Tetsuo -bound to fail-, de 1998, y Yesland, I'm here to stay, de 2001, que asombraban por su engaño de una espacialidad indiscernible, a ANTI-After TB, de 2004, en donde mostraba el utillaje completo de la aparente desorientación espacial, el interés de Prego parece haberse ido desplazando desde la crítica a la ansiedad emocional que produce el sistema espectacular, reforzado en nuestra época por su impositiva epidermis visual: digital y virtual -que, por otra parte, el artista llevaba a cabo con medios sólo simuladamente high tech-, a un tratamiento más directo, casi un llamamiento a la experimentación real. Y por tanto, deslindada del atractivo tecnológico.
Desde este punto de vista, la exposición actual es quizá la más cuajada de las llevadas a cabo en esta galería. Por su austeridad y, al tiempo, la elocuencia que se desprende de la composición en sus distintos elementos: la elegante estructura modular de acero y aluminio, mostrada en la exposición El medio es el museo, en el MARCO y Koldo Mitxelena hace unos meses, y sobre la que se lleva la acción registrada en el vídeo Ciclo (de 52 minutos), acompañadas de las ya habituales fotografías; más dos piezas muy especiales en su materialidad: la intervención y deformación espacial de la sala pequeña de la galería a base de escayola -con la sección de un tubo convexo, a modo de pequeña maqueta de los toboganes de los squatters, y en clara referencia al plomo derramado de la conocida Splashing , de 1968 de Richard Serra- y unos muy recientes bajorrelieves -Generación- que figuran vísceras digestivas en movimiento.
Prego apela a la experiencia corporal. La modificación de la intersección entre suelo y pared -que no sólo vemos, sino percibimos- ayuda a interiorizar la experiencia de vértigo y abismo de los funambulistas que recorren durante casi una hora, arriba y abajo, y por encima y por debajo, la resistente pero frágil estructura tubular a algunos metros de altura del suelo.
Sin trampa ni cartón. El mérito no está en el virtuosismo de esta habilidad de circenses y ladrones, pues razonablemente los sujetos -uno de ellos, el propio Sergio- van atados con arneses y disponen de cables auxiliares. Se trata más bien de la épica de la torpeza -del esfuerzo y de la paciencia-. Y más aún, de la vuelta a la idea del éxito en la experimentación. Pues, apenas un rato después, descubrimos que la dificultad de los equilibristas simétricos se asemeja y va cediendo: comprobación que Prego consigue sólo invirtiendo la proyección. Desde la escultura, es una parábola del cambio (en la actual crisis).