Muniategiandikoetxea, afán constructivo
Casa roja. GALERíA espacio mínimo.
15 mayo, 2009 02:00Vista de la exposición. Al fondo, MM R29 Blanca, 2009
El arte es un juego. ¿Qué otra cosa podría ser? Manu Muniategiandikoetxea (Bergara, Guipúzcoa, 1966) juega a descomponer y recomponer los modelos que admira, especialmente de la tradición constructivista, surgida en Rusia en el fértil crisol de las vanguardias históricas. Una tradición que después tuvo una de sus derivaciones en nuestro país con la aportación sustantiva de Jorge Oteiza, en cuyo legado se sitúa Muniategiandikoetxea. El artista construye a escala reducida maquetas de madera, las secciona, las gira, las pinta y, a veces, las traslada a otro material industrial, como las llantas de acero de diferentes calibres. Son pequeños prototipos, interesantes, pero que quedan lejos de la brillantez con que resuelve la instalación de estos volúmenes adecuados a escala real en el espacio expositivo.Se trata de una relectura de la teoría del Constructivismo, que se desarrolló en el INKhUK moscovita entre 1920-1922 y que se autodefinió como la combinación de faktura -las propiedades particulares del material- y tektonika -su presencia espacial-. Aunque la obra considerada canónica del Constructivismo sea el Monumento a la Tercera Internacional (1919) de Vladimir Tatlin, el primer grupo de trabajo constructivista estuvo formado por los teóricos Osip Brik, Alexei Gan y Boris Arvatov y los artistas Popova, Vesnin, Stepanova y Rodchenko. Y precisamente es un ejercicio de Rodchenko lo que MM ha tomado como punto de partida para esta exposición. En concreto, la Construcción espacial nº 29. Entre 1918 y 1921, antes de abandonar la escultura, Rodchenko hizo tres series de construcciones espaciales, que conocemos a través de fotografías, pues de éstas únicamente ha sobrevivido la nº 12. Y ésta, al igual que las pequeñas maquetas de MM, fue construida con ligeras planchas de madera recortada. El vanguardista ruso ensayaba posibilidades sobre formas básicas: círculo, triángulo, cuadrado…, recortándolas en bandas concéntricas uniformes y algunas fueron recubiertas con pintura plateada para reflejar la luz. Un efecto que se multiplicaba con las sombras en su giro, ya que se montaron suspendidas en el espacio, sujetas por varillas, evitando la peana de la escultura tradicional, en paralelo al rechazo de la pintura de caballete, como géneros burgueses y obsoletos, en una comprensión de la investigación artística al servicio de la revolución social.
Queda muy lejos aquel ímpetu, pero la trayectoria de MM viene marcada desde hace tiempo por la indistinción entre pintura y escultura. Con completa unidad, este homenaje a Rodchenko se despliega en grandes superficies de madera semipintada y dos voluminosas variaciones: estructuras que dan una vuelta de tuerca más al modelo de Rodchenko casi incrustándose en las paredes de esta pequeña galería. Exagerando sus dimensiones a fuerza de aprovechar los marcos en el espacio de tránsito y ocupar por completo la reducida sala de la planta inferior.