Image: Patrick Faigenbaum, el fotógrafo-pintor

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Exposiciones

Patrick Faigenbaum, el fotógrafo-pintor

Patrick Faigenbaum. Fotografías 1974-2008

3 julio, 2009 02:00

Rampa a un mercado semanal en el Besós, Barcelona, 2002

Comisario: Jean-François Chevrier. Círculo de Bellas Artes. Alcalá, 42. MADRID. Hasta el 26 de julio.

Abundando en la relación entre fotografía y pintura, llega a Madrid la primera "microrretrospectiva" de Patrick Faigenbaum (París, 1954), después de que su encargo sobre el barrio del Besós en Barcelona se haya mostrado en el MACBA, en la ingente colectiva Archivo Universal. Un marco que no le convenía: ni a la recepción de sus imágenes, que requieren una mirada intimista; ni en el conjunto de su trayectoria, acostumbrada a ritmos más lentos. Pero es esta serie de carácter casi meramente documental con la que arranca el recorrido, muy en sintonía también con el tema cuestionado en el Festival PHotoEspaña este año: lo cotidiano. Un trabajo que puede dar lugar a equívocos. No es que las fotos sean malas, porque tanto la impresión de familiaridad como de ambigua localización del paisaje humano y urbano -¿Madrid? ¿Barcelona? ¿Túnez?-, comienzan a detenernos, con curiosidad, por la historia que hay detrás. Pero ni de lejos es lo más representativo de su trabajo.

Siempre de la mano de Jean-François Chevrier, quien ha acuñado el término "tableau fotográfico" para indicar la imagen realizada por "artistas haciendo fotografía", la obra de Faigenbaum alcanza todo su sentido en la consecución de una imagen que se escinde de la estricta función documental, a base de extremar su carácter de singularidad, anhelando retornar a la experiencia del aura. Esto es, experiencia de la emoción del aquí y ahora, única e inconfundible. Entre sus primeras obras de la década de los 80, destaca la fotografía del retrato de un emperador romano cuyo rostro marmóreo parece echar a hablar. Y a la inversa, no menos impresionante es la imagen de su madre acostada, junto a la mesilla con la lamparilla encendida en la noche, cuyo revelado oscuro y plomizo nos traslada el temor ante la intuición de la muerte. Una imagen excepcional, adherida formalmente a la serie de familias aristocráticas italianas, surgida a partir de una estancia de estudios en la Villa Médici de Roma, y con la que, a lo largo de siete años, se fue dando a conocer internacionalmente.

El juego entre lo vivo y lo muerto y el pasado en el presente es el terreno en el que Faigenbaum persigue el instante detenido. No en el fluir anónimo. Sino en la pertenencia a un lugar. En la presencia absorta de quien es, en su particularidad. De ahí la adaptación de su método en diversos formatos. El de la serie sobre Lys-Chantilly, una casa familiar a las afueras de París, en donde el blanco y negro algo sobrexpuesto, es decir, clareado, corresponde a las instantáneas de actitudes un tanto déshabille. Y el color jugoso y maduro de la reciente serie Santulussurgiu, un pueblecito en el interior de Cerdeña.

Es notable su cualidad narrativa, deudora, del cine de Dreyer o de Rossellini, pero que echa mano de su anterior formación como pintor a la hora de llevar a ejecución sus composiciones. Por eso afirma Chevrier que "es comprensible que haya encontrado en el ensayo de Michel Fried sobre el absorment en pintura un eco de sus obsesiones". Pero también que un crítico recalcitrante de pintura, como Fried, se haya pasado a analizar "fotografía de artistas", como Faigenbaum, dice mucho de cuánto ésta va suplantando a la pintura.