Image: Chema Madoz, la música callada

Image: Chema Madoz, la música callada

Exposiciones

Chema Madoz, la música callada

Chema Madoz

23 abril, 2010 02:00

Sin título, 2010

Galería Moriarty. Libertad, 15. Madrid. Hasta el 15 de mayo. De 2.000 a 12.000 E.

El fotógrafo se centra en el mundo de la música en su última exposición

Todo un repertorio de motivos, temas e instrumentos del universo de la música ha tenido siempre una presencia acusada en la fotografía de Chema Madoz (Madrid, 1958). Muchas de sus imágenes se componen atendiendo también a criterios de la estética musical, es decir, obedeciendo a principios temporales y rítmicos, así como a razones de consonancia y disonancia, tonales y de gama armónica, aleatorias y de precisión, de transposición y de interpretación… El interés de Madoz por hacer dialogar la imagen fotográfica con "lo musical" se ha acentuando de manera notoria últimamente, al aceptar la invitación de trabajar en colaboración -es decir, siguiendo un "sistema dual" de actuación- con la singular compositora e intérprete de música contemporánea Fátima Miranda. Así lo ratifican las fotografías recientes que integran esta exposición, elaboradas dentro del proyecto musical que, con el título de perVersiones, se estrenará en Guarda (Portugal) el 29 de enero de 2011. La participación de Madoz en esta acción no consiste, evidentemente, en "ilustrar" las canciones (del repertorio culto y del popular) "perVertidas" por Miranda, sino en elaborar un ciclo fotográfico autónomo que se relaciona activamente con el espíritu innovado que cobran las obras seleccionadas y reinterpretadas por la cantante. Se pretende, así, establecer una intensa relación dialéctica entre espectáculo de música experimental y creaciones de registro fotográfico.

Precisión exquisita
Esa dialéctica fuerte que este proyecto tensa y desarrolla -con el propósito platónico declarado por Chema Madoz de encontrar preguntas nuevas y procesos inéditos para salir de la caverna de las sombras y alcanzar el conocimiento de la realidad superior o "verdadera"-, se ve favorecida por una serie de características que Madoz y Miranda comparten en sus respectivas prácticas. Ante todo, ambos mantienen un denodado afán de precisión, o sea, de exactitud rigurosa y exquisita en el lenguaje, en el estilo, en la facturación, en el acabado y en la misma presentación de la obra. Los dos artistas participan también en ese mismo gusto de dejarse conducir por la atracción irresistible que ejercen los objetos cotidianos, dentro de los campos abiertos por la "poética del desecho" de Duchamp y por las ensoñaciones surrealistas. De ahí se desprende una tercera clave compartida: la de la peculiar e inolvidable atmósfera poética -de registro "magicista"- que se respira en esta exposición de fotografías siempre sin título, protagonizadas por objetos comunes que, a un mismo tiempo, inquietan y seducen por la sorprendente contundencia escultórica de sus imágenes y por el estado de metamorfosis permanente en que han sido situados. En esos dominios de la reelaboración de la realidad a través del objeto, Madoz se vuelve a mostrar como un creador definitivo e irresistible, como un clásico, según lo atestiguan esta vez sus composiciones de tensores de gimnasia en trance de convertirse en pentagramas pautados sobre el muro, o los juegos de sus dados y rompecabezas recubiertos aleatoriamente de escrituras musicales, o ese banco de jardín que adopta una forma de sonata a través de la cadencia ondulada y rítmica de las notaciones grabadas sobre el sistema horizontal de sus tablas… Son obras que evidencian que "la realidad" es siempre mucho más que aquello que podemos observar externamente, y que puede funcionar como instrumento metafórico repleto de significados.

Humor elegante
Están aquí, además, las facultades de la fantasía para representar "cosas ideales" en forma de imágenes sensibles (como esa nube que se convierte en la copa maravillosa y melancólica de un árbol, con sólo detener su nimbo luminoso sobre el gris oscuro de un tronco, recordando la canción latina del "árbol del olvido"); y las potencias inventivas del ingenio o del humor elegante; y esa querencia minimalista peculiar, ejercida desde un posicionamiento de sensibilidad oriental, despojada de cualquier detalle epidérmico…

A través de estas obras de Chema Madoz se percibe, en fin, el disfrute compartido -entre artista y espectador- del raro y sereno don de la alegría, que Bergson describió como "aligeramiento total del alma" cuando se anuncia que la vida ha logrado su propósito, ha ganado terreno y ha abierto el futuro a horizontes de existencia. Es decir: se desprende de estas fotos el placer íntimo de un arte poderoso, capaz de no poner límites y de ir más allá de los límites, sin decir nunca "basta; hasta aquí y no más". Una maravilla.

"El blanco y negro es más intemporal"

-¿Qué artistas le ayudaron a decidirse por la fotografía?

-André Kertesz o Duane Michals marcaron mis inicios. Me ayudaron a ver que con la fotografía se podía hacer algo distinto a lo que yo entendía hasta ese momento.

-¿Ha caído en la tentación de lo digital o se considera un fotógrafo romántico?

-No soy ningún romántico de la fotografía. Utilizo los materiales que me interesan por los resultados que ofrecen. En alguna ocasión he utilizado la impresión digital, si eso se ajustaba mejor a lo que yo buscaba.

-¿Ha vetado la entrada del color en su estudio?

-El blanco y negro es capaz de generar unas imágenes más difíciles de situar en el tiempo. Podrían estar hechas ayer o hace cien años, son más intemporales.