Revelaciones de Philippe Decrauzat
Philippe Decrauzat
24 septiembre, 2010 02:00Screen-O-Scope, 2010
Su obra está cargada de referencias al Op Art, que Philippe Decrauzat reinventa una y otra vez en sus instalaciones. Durante este otoño, podrán verse sus últimos trabajos en la galería madrileña Parra & Romero.
Siguiendo la estela de artistas como Jim Lambie, Lucia Koch o Garth Weiser, el suizo muestra una clara afinidad con los postulados del Op Art o, mejor, con las herramientas que deconstruyen sus códigos perceptivos. Tres lienzos a la Bridget Riley reflejan la misma cualidad vibrante y alucinatoria. Decrauzat ha concebido estos cuadros como un fragmento de tiempo, esto es, como si cada uno de ellos fuera un momento extraído de una larga secuencia temporal. Lejos de entender la abstracción como la culminación de un proceso insuperable que concentra la atención absorta y entregada del espectador, Decrauzat la sitúa en un lugar incierto de nuestro campo de visión donde la mirada campa a sus anchas a través, y más allá, de los límites de la pintura. Por eso, en muchos trabajos se impone una sensación de evanescencia, de liquidez, como si las imágenes fueran sólo una sombra liviana y difusa a pesar de la visible claridad de sus contornos.
Todo responde al constante ejercicio combinatorio que vertebra el conjunto de su trabajo. Los dibujos abstractos que acompañan a los tres grandes cuadros están montados en sentido perpendicular al muro. Su objetivo es claro: constatar, por un lado, que siempre hay un haz y un envés, que todo tiene una lectura subrepticia y muchas veces esquiva, y, por otro, que a la naturaleza poliédrica de toda obra debe sumarse su íntima relación con el espacio en que se inscriben, pues son sus ejes los que determinan las diferentes combinaciones.
En la sala superior de la galería madrileña se expone un trabajo cinematográfico, lo mejor de la exposición, en el que acude a la mítica Rashomon de Kurosawa para explorar ciertos fenómenos a partir de esta poética combinatoria. Decrauzat reutiliza la secuencia de imágenes del sol visto a través de los árboles y la vuelve a montar siguiendo diferentes patrones y, sobre todo, ritmos. El resultado parece inicialmente denso e ilegible pero es de verdad fascinante. Como el agua en el cine de Tarkovski, la luz en Decrauzat es un vehículo que se desplaza entre diferentes estados de consciencia, como una sucesión de revelaciones, unas aprehensibles, otras, las más, huidizas y oníricas.