Image: Ignasi Aballí, el cielo es azul

Image: Ignasi Aballí, el cielo es azul

Exposiciones

Ignasi Aballí, el cielo es azul

CMYK Color System

18 marzo, 2011 01:00

Vista de la exposición

Galería Estrany-de la Mota. Passatge Mercader, 18. Barcelona. Hasta el 21 de mayo. De 5.000 a 48.000 E.

La progresión de Ignasi Aballí (Barcelona, 1958) desde que en el 2005 expuso en el MACBA de Barcelona ha sido notable. No sólo la peregrinación de aquella exposición por museos europeos como la Fundación Serralves o la Ikon Gallery de Birmingham, también la presencia en la Bienal de Venecia en 2007, exposiciones en São Paulo, China o Bruselas, le han situado como unos de los artistas españoles con mayor proyección.

Antes de ello un trabajo sordo, de taller, concentrado. Lo cual, de entrada, hablaría de las muchas maneras de enfocar una carrera y de las múltiples posibilidades de cómo la visibilidad y los proyectos pueden llegar. Fue entonces, antes del MACBA, en el taller, en un trabajo solitario, donde inició algunas de sus series más conocidas, como los listados. Recortar titulares del periódico y ordenarlos por cifras o por conceptos repetidos era una manera de librarse del aburrimiento, de hacer algo, de llenar el tiempo. Sin embargo, en aquellos listados como en los lienzos, espejos o vinilos tapados con Tipp-Ex ya están las bases que articulan su trabajo. Un intento, compartido con Bartlebly o Duchamp (u otros artistas conceptuales más próximos como Robert Barry), por dar solución a la crisis de la modernidad, asentada en lo que se ha llamado la crisis de la representación y la crisis del relato. En el fondo, una tentativa por dar respuesta a dos preguntas imposibles: ¿qué hacer? o ¿qué decir? cuando todo está hecho o dicho, pero, sobre todo, cuando la realidad nos supera, cuando lo imperiosamente necesario es atrapar un poco de verdad por pequeña que sea. La respuesta a esas preguntas ha pasado por no hacer nada. Como Bartlebly, por ejemplo, Ignasi Aballí ha dejado que el sol o el polvo hiciesen cuadros que él no hacía. Pero también esa crisis de la representación se ha salvado por la simple presentación. Es lo que José Luis Brea explicaba en una exposición a principios de los 90 en el Centro de Arte Santa Mònica: Años noventa. Distancia Cero. Esa distancia cero es la que hay entre la obra y su recepción, lo que ves es lo que hay; es decir que no hay significado a desvelar, que no se trata de representar sino de presentar.

Y lo que presenta ahora Ignasi Aballí son cielos. CMYK Color System es el título de su nueva exposición en Estrany-de la Mota. No es una mera presentación, ni un trámite (expone en su galería de Barcelona con una cadencia de dos o tres años), sino que es fruto de un trabajo importante: es una exposición contundente y madura (por lo cerrado de la propuesta, por el dominio de las formas de presentación) e incluso arriesgada. Es la primera vez que vemos un trabajo intencionadamente escultórico o por lo menos tridimensional de Ignasi Aballí. Son cuatro vitrinas grandes que contienen los cuatro colores básicos utilizados en impresión, la famosa cuatricomía, con una breve descripción de cada uno de ellos sobreimpresionada en la vitrina. Aunque, por disposición (en el medio de la sala), tamaño y lo cerrado de la propuesta parece la pieza más importante de la exposición, cierra el ciclo que abren las demás. CMYK SKY la conforman cuatro imágenes en las que ha descompuesto la cantidad de azul, rojo, amarillo y negro de una fotografía del cielo. En un vídeo, Medir el aire, muestra una secuencia de fotografías de cielos sobre los que indica la cantidad que hay de cada color en cada una de ellas según distintos medios de medición. En Cielos de países vuelve a los recortes de periódicos, esta vez ha ampliado fragmentos de cielos que han salido en imágenes ilustrando alguna noticia y ha indicado en cada caso la fecha y el lugar de la fotografía. Y Componentes del aire es un nuevo listado que enuncia justamente los componentes de aire.

Es quizá esta última pieza la que da las claves de la nueva propuesta de Ignasi Aballí. Vuelve a recoger esa imposibilidad de hacer, pulsión negativa, atracción del abismo, tendencia a la nada o al no hacer que ha elegido a Bartlebly como puntal sobre el que gravita determinado pensamiento contemporáneo, concentrándose en algo que aparece en los márgenes (de las noticias, por ejemplo), el cielo. El cielo como gran vacío inabarcable. El cielo también es un lugar connotado religiosa, espiritual y hasta románticamente. Sólo que Ignasi Aballí ha decidido llevar al extremo aquella distancia cero de José Luis Brea. Aquí no hay connotación posible, ni significación que desvelar, se trata de datos, componentes, cifras... Como si hubiese decidido coger el cielo para desmenuzarlo, como un científico, en un deseo de máxima objetividad, de mínima distancia, de ausencia de significación, intentando atrapar un mínimo de verdad: el cielo es azul.