Jitka Hanzlová, en el tiempo perdido
Fundación Mapfre
13 julio, 2012 02:00Sin título, de la serie Bewohner, 1995
En su obra busca la esencia de las personas, de la naturaleza y de los objetos, poniendo de manifiesto las relaciones y tensiones que se establecen entre ellos. Ahora, la Fundación Mapfre ofrece una oportunidad inmejorable para conocer a esta importante artista checa.
Todo ello aparece en esta individual. El tiempo ha sido, además de sustrato de las imágenes, criterio esencial con que se ha ordenado esta gran retrospectiva, la más grande jamás dedicada a su obra. Las 142 fotografías que la componen se ordenan cronológicamente asistidas por el elemento biográfico que acompaña cada subconjunto de obras. Hanzlová procede mediante series temáticas a las que se dedica durante un cierto periodo. Grupos seriales que se suceden sin solaparse y que en general evidencian el interés personal por captar un lugar determinado con el que se relaciona íntimamente y aquellos (humanos, naturalezas, objetos) que lo pueblan. La exposición intenta construir una relación de varias de las más importantes.
Comienza el recorrido por su primera serie, Rokytník (1990-1994) que supondría el regreso de Hanzlová a su pueblo natal, ocho años después de que (con 24) se exiliara de su país, la Checoslovaquia comunista, a Essen, en la antigua RFA. Y continúa con la asimismo muy marcada por el exilio, su contrapunto Bewohner (1994-1996), sobre la falta de lazos y olvido de raíces en la urbe contemporánea. Estas obras de los años 90, parte de la serie Here (1998 y 2008-10) más la serie de bosques de primeros de 2000, tienen algo más titubeante, menos hecho y resultan más potentes. Tal turbulenta emoción no es difícil de conectar con el momento de extravío vital de la artista checa.
Las demás series no están exentas de virtudes y de magníficas piezas singulares pero quizá se sienten más preparadas y conscientes del hallazgo, menos estupefactas. Su afán por controlar más la creación de la imagen, técnicamente y en su puesta en escena, acaba por mermar esa primera potencia. Ello y un peso creciente de la Historia del Arte que, en todo caso, como bien ha subrayado la comisaria Isabel Tejeda, sobrevuela cada una de las estancias.
El retrato flamenco y del renacimiento italiano y en adelante es el caso más claro en la serena y metódica serie dedicada a tal género (There is Something I Don't Know, 2000-2012) y aquí y allá cada vez que aparecen personas mirando a la cámara. Pero no menos evidente es el de las naturalezas muertas del barroco (Flowers), la pintura del paisaje sublime o aterrador de los románticos centroeuropeos (Forest) o la pintura-dibujo de catalogación biológica-anatómica de animales, especialmente la de caballos (Horses) y pájaros. Incluso cierta pintura abstracta del siglo XX se asoma por la cotidianeidad de unas alfombras tendidas al sol, de un bosque nebuloso y blanquecino, de una cortina de color que asoma por entre otras dos cortinas blancas.