Cuerpo a cuerpo
Domènec Font
19 octubre, 2012 02:00Domènec Font
Domènec Font (1950-2011), melenas y bigote nietzscheano en su juventud, destacó muy pronto por la brillantez y la radicalidad de su posicionamiento crítico y político. Sus primeros libros, Un cine para el cadalso (1974), con Román Gubern, y Del azul al verde: el cine español bajo el franquismo (1976), publicados antes de cumplir los treinta años, delataron su escrupulosidad como investigador y su espíritu combativo y dialéctico, ajeno a las acomodaciones confortables y esterilizadoras.Excluido de las cotizaciones en bolsa del mercado de la crítica en su versión más asimilable, la universidad -fue catedrático de Teoría e Historia del Cine Moderno en la Pompeu Fabra de Barcelona-- acabó proporcionándole un centro de gravedad, un suelo desde el que siguió dedicándose a múltiples realizaciones y que potenció el rigor insobornable siempre presente en su pensamiento.
Font escribió Cuerpo a cuerpo mientras se peleaba, medicinas y quimioterapia, con un cáncer que finalmente acabó con su vida. Él mismo habla en su libro de esa situación de escribir sobre el cuerpo en el cine mientras su propio cuerpo libraba su particular batalla.
El subtítulo del libro es Radiografías del cine contemporáneo y, en efecto, la presentación y representación del cuerpo -sujeto y objeto del libro, como el autor dice- es también pretexto para analizar el cine de la larga posmodernidad y ocasión, y esto es muy importante, para fijar un texto de extraordinaria calidad literaria, legible, entre otras razones, por la excelencia apretada y conceptista de su prosa, inseparable de la munición ideológica e interpretativa que lo ampara: Barthes, Baudrillard, Deleuze, Foucault, Freud, Merleau-Ponty, Nancy, Nietzsche -claro-, Spinoza, Trías o Zizek, por citar, alfabéticamente, solo a algunos.
Font, superdotado y vitriólico polemista, muestra sus armas intelectuales y lanza su andanada, como aviso a navegantes, en el prólogo: "toda navegación por el océano del cine debe zambullirse en el pensamiento frente a la cohorte de vividores que minimizan su trascendencia a la sombra del sentido común". Más claro, agua. Aviso a navegantes, sí, y también a críticos de instrumental dicharachero.
El libro se estructura en cuatro largos capítulos más un quinto, a modo de coda, que parece reunir anotaciones e ideas susceptibles de un posterior desarrollo, que, sin haberlo podido tener, quedan como sugerencias fulgurantes y como otro síntoma de la cada vez más depurada y esencial escritura de Domènec Font.
Con La invasión de los ultracuerpos (Don Siegel, 1956), como película entre fundacional y angular del discurso a desarrollar, Font va recorriendo esas distintas presentaciones y representaciones del cuerpo en el cine contemporáneo -bajo el imperio del Mal, del terror, de la ciencia-ficción, de la robótica, de la mutación, de la enfermedad, del deseo, de lo fantasmático…-, de lo que resulta un formidable inventario crítico -y filosófico, y antropológico, y sociológico- de la condición humana -e inhumana- reflejada por el cine de las últimas décadas.
Font, como es natural, se revuelve contra el cine que "se aleja de la cultura, situándose en el territorio industrial de fabricación y difusión de la banalidad en que vivimos". Sin embargo, su propio registro de cineastas y películas enjundiosos indica que no todo está perdido y que, al contrario, frente a los blockbusters y el cine mainstream, pocas veces se han concentrado a la vez cineastas como David Lynch, Wong Kar-wai, Lars Von Trier, Pedro Almodóvar, Tim Burton, Abbas Kiarostami, Quentin Tarantino, Ridley Scott, el fallecido Stanley Kubrick, Abel Ferrara, David Cronenberg, Béla Tarr, Kiyoshi Kurosawa, Michael Haneke y muchos más, que son los alámbricos mimbres de este formidable testamente que invita, indirectamente, a seguir viviendo este sombrío momento del cine, que está lleno de luces.