Image: Bodega de bodegones

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Exposiciones

Bodega de bodegones

Juan Fernández El Labrador. Naturalezas muertas

12 abril, 2013 02:00

Dos racimos de uvas colgando, 1629-30

Museo del Prado. Paseo del Prado s/n. Madrid. Hasta el 16 de junio.

Juan Fernández el Labrador es uno de los pintores más desconocidos y exquisitos del barroco español. Esta exposición en el Museo de El Prado nos acerca a su escasa producción.

El Siglo de Oro de la pintura lo fue también del bodegón. Aunque los tratadistas de la época como Pacheco o Palomino lo consideraban un género menor, sabemos por las testamentarías que los bodegones estuvieron ampliamente coleccionados por personas de todas clases. No está claro si su auge se debía a su carácter de jardín portátil, o se trataba de un alarde de riqueza o el recordatorio de una moral de austeridad. Alienta en ellos un interés casi científico por la naturaleza y ofrecen la posibilidad de que el pintor desarrolle mejor que nunca su capacidad de crear un espacio ilusorio.

Al mismo tiempo que lo hacía El Labrador, en la primera mitad del siglo XVII, pintaba Zurbarán una taza desnuda, pintaba Pedro de Camprubí una mariposa sobre un ramo, Sánchez Cotán pintaba un cardo acodado a una ventana, metafísicos los dos. Pero la clientela pedía vida más viva a lo que nosotros llamamos naturaleza muerta, y Tomás Hiepes pintó floreros con una docena de variedades, y Arellano majestuosos fuegos de artificio vegetales. Pero también Antonio de Pereda pintó, misteriosamente, un bodegón de nueces y calaveras. Entre ellos, Juan Fernández, llamado El Labrador, de cuya biografía apenas sabemos. Apenas que sirvió de criado en la casa de Giovanni Battista Crescenzi, noble italiano y consejero del Felipe IV en materia de arte. Hombre de gustos definidos, admirador de Caravaggio, el italiano impulsó en la corte de Madrid y en la de Roma la moda del bodegón. Mucho le debe Juan Fernández: probablemente a través suyo conoció el naturalismo tenebrista, aquí presente. Por él también entraría en contacto con el embajador inglés, que llevó bodegones de El Labrador a las colecciones reales, motivo por el cual fue el único pintor español de bodegones conocido en esa época en Europa. Un dato que no deja de ser curioso, ya que El Labrador, haciendo honor a su nombre, vivía en un pueblo alejado de la corte, y venía a Madrid sólo a vender sus cuadros al comienzo de la primavera.

Seguro que nunca se pudo imaginar una posteridad de casi quinientos años, en la que Ángel Aterido, comisario de esta exposición en el Museo del Prado, reuniría once cuadros de los únicos trece que se le atribuyen, trayéndolos de lugares muy lejanos, para mostrárselos a un público que nunca se habrá comido una uvas tan buenas como las que pintó. Porque aquí vemos siete cuadros de racimos de uvas. La mayoría de los diez y ocho racimos están colgados de cordeles invisibles, sobre un insondable fondo negro. Otros penden de una rama de vid. El pintor trabajó con minuciosidad el sabor, el color, la tersura o flaccidez de la piel. Vemos uvas albillas y de pezón de vaca, racimos de esas negroazuladas como arándanos, y de las amoratadas como ciruelas. Las hay como gotas de agua verde polvorienta y las hay enrojecidas como un párpado.

¿Trataba El Labrador de ser otro Zeuxis, el antiguo pintor griego cuyas uvas pintadas picaban las palomas? Al parecer, a sugerencia de sus clientes ingleses, que demandaban más color y movimiento, pintaría a partir de 1633 bodegones más ricos. Pero no dejan de ser celebraciones otoñales, con frutos secos y membrillos y con las indispensables uvas. En el bodegón más rutilante reconocemos el trato claroscurista: una luz lateral, irregular, como de vela, nos alcanza el amarillo tacto velludo del membrillo. Sólo tenemos un jarrón de El Labrador, en el que el carmín exhausto del clavel sobrevive al olvido. Lamentablemente, al pintar con veladuras sobre una preparación oscura, el tiempo ha ennegrecido los fondos. Esta es, seguramente, la exposición menos pretenciosa de la cartelera, pero si quieren quedarse a solas con un cuadro, elijan uno de estos racimos.