Juan López: deshacer para hacer
Text y Tura
13 febrero, 2015 01:00Vista de la exposición
Siempre que se piensa en una obra de arte se hace como suma, no como resta. Cuesta concebir que quitando también se puede crear, aunque ya se debería estar acostumbrado. En el siglo XX parece que dejó de ser extraño: recortar se había convertido en una estrategia más, una de las muchas posibles, aunque, sin embargo, se tardaría más en prescindir del pegar. Hoy ya no es necesario acumular capa sobre capa, veladura sobre veladura, sino que también se puede raspar y borrar hasta dejar al descubierto (desvelar) lo que se buscaba: deshacer para hacer. Lo supieron Robert Rauschenberg, cuando atacó un dibujo de Willem de Kooning logrando casi que desapareciera, y Lawrence Weiner, que componía cuadros (o cuadrados) arrancando pintura y esculpía con dinamita.Este deshacer para hacer, es algo que Juan López (Alto Maliaño, Cantabria, 1979) ha utilizado en muchos de sus proyectos, tal y como se puede comprobar en su primera exposición individual, Text y Tura, en la sede madrileña de NoguerasBlanchard. En una de las paredes, ha eliminado el revoco usando una máquina de chorro de arena para escribir una palabra, corta, pero que dice mucho: contra. Ha invertido la funcionalidad de esa máquina. Si normalmente sirve para restaurar y limpiar fachadas, para eliminar esos mensajes que se añaden a los muros (carteles de los que se hace responsable al anunciador, o pintadas incómodas, por las que se persigue al enunciador), en esta ocasión, se ha usado para lo contrario.
Un gesto, el del artista, que provoca que la calle se introduzca de algún modo en el espacio de la galería, rompiendo las paredes, como sucedía en su intervención en La Panera de Lérida en 2012, en la que se podía mirar afuera desde dentro de la sala, porque las grietas y los huecos posibilitaban el ver a través; las proyecciones volvían transparentes la pintura, el yeso y los ladrillos que acotaban el espacio, que marcaban la frontera entre exterior e interior. Para escribir ese Contra ha inventado una nueva tipografía que se basa en un adorno que encontró (el encuentro es también fundamental en el trabajo de Juan López) en una de las tuberías de la galería. Un elemento pensado para decorar (distraer, disimular aquello que molesta, tapar algo que no debe notarse) que deja de ser accesorio, porque lo que era pura forma ha adquirido significado.
Este Contra, que resulta difícil de leer y que queda abierto, ¿contra qué?, podría ser contra la arquitectura, o, mejor, contra lo que la arquitectura tiene de limitadora, de creación de espacios que se rigen por normas establecidas, que se creen inamovibles. Resistirse a esto es la actitud que mueve al artista en muchas de sus obras en las que altera los lugares sobre los que trabaja. Así sucede con ese bloque desplazado de uno de los pilares de carga de la galería que advierte de la posibilidad de la ruina, de un derrumbe inminente. Provoca un desencaje, como también ocurre en sus collages, para cambiar el modo en el que se percibe el entorno. Sabe que será sólo por un instante: hasta que uno se dé cuenta de que se trata de una simulación. Asume su derrota, pero aún así continúa con su lucha.