El silencio cómodo de Ana Santos
Stanza
2 octubre, 2015 02:00Vista de la exposición
Hace dos años, asomaban las obras de Ana Santos (Espinho, 1982) por la galería The Goma como pequeñas revelaciones. Sus esculturas parecían surgidas de breves accidentes, de trozos de tiempo sin fecha, de historias a medias. Por aquel entonces, era uno de los nombres más prometedores de la joven escena artística portuguesa y el galerista la trajo a Madrid como una apuesta al margen de lo vendible. Y no se equivocó. El año pasado ganó el premio EDP Novos Artistas (un certamen tipo Generaciones de aquí) y este 2015 trabaja ya en varios proyectos con comisarios tan solventes como Delfim Sardo o Chris Sharp.En esta segunda exposición en Madrid, la artista vuelve a proponer un misterioso escenario borrando las fronteras del dibujo, el objeto y la pintura. Su Stanza es, eso sí, más sofisticada, cada vez más depurada. Ana Santos trabaja sobre el proceso de transformación al que se ven abocados ciertos objetos que han caído en desuso. De ahí, su tarea como espigadora: recoger, mirar al suelo, andar, apilar, dibujar, borrar... Todo lo que encuentra pasa a ser manipulado y convertido en esculturas que rezuman precariedad, fragilidad y cromatismo. No juega al revisionismo povera, no hay aquí elementos fetiche a los que adscribirse, sino encuentros casuales que se van acumulando, esperando el momento preciso para la acción. El resultado es un ejercicio poético que decodifica realidades poco evidentes. Esa cara b del discurrir diario por la ciudad.
Caminar entre estas obras en la exposición supone una apertura de espacios, una opción de búsqueda. Un cursor en blanco intermitente esperando una consigna. Ana Santos no da direcciones, sino que ofrece posibles caminos. No dudamos que el suyo sea uno de los más interesantes en el campo de la nueva escultura, que seguro seguiremos. Tiene la virtud de la espera y del trabajo lento, de escapar de las jerarquías y de potenciar el silencio productivo. Triple celebración.
@bea_espejo