Vicente Blanco: Sin título, 2019 (Galería Silvestre)
Dr. Fourquet, 21. Madrid. Hasta el 18 de mayo. De 1.450 a 6.300 € / Alameda, 5. Madrid. Hasta el 17 de mayo. De 2.500 a 36.000 € / Dr. Fourquet, 28. Madrid. Hasta el 18 de mayo. De 600 a 5.000 €
Hacía tiempo que no sabíamos de él. Han tenido que pasar más de diez años para que
Vicente Blanco (La Coruña, 1974) vuelva a exponer de manera individual en Madrid. Se estrenaba en 2004 en el Espacio Uno del Reina Sofía y, dos años después, repetía en la galería Elba Benítez con
Otra vez algo nuevo, un vídeo de animación inspirado en la película
Teorema de
Pasolini. El dibujo ya estaba muy presente entonces, también la geometría y los guiños al diseño de la
Bauhaus.
Vuelve ahora de la mano de la galería Silvestre con bajorrelieves hechos con papel en los que recoge escenas de trabajo que nos hacen pensar en las vanguardias rusas. Hay también dibujos -y piezas de hormigón y cerámica- en este regreso que tanto celebramos. Consigue en su empeño escapar de las dos dimensiones del papel y articula formas geométricas que nos hacen pensar en los viejos tratados de perspectiva, luz y color.
Carlos Nunes: O equívoco e o caroço, 2019 (Galería Ponce+Robles)
De eso precisamente habla el trabajo de Carlos Nunes (São Paulo, 1969): de luz y color. Y de lo cotidiano. Hace poco se preguntaba si todos los blancos eran iguales. Lo hacía pegando directamente sobre la pared 88 páginas de libros. El resultado era sorprendente, mientras algunas se camuflaban con el propio blanco del muro, otras generaban una discreta gradación.
Era también muy sutil la pieza de papel de seda de su última exposición en la galería Ponce + Robles. La decoloraba exponiéndola a los efectos del sol, utilizando la luz como pincel. Vuelve ahora con una instalación pictórica con la que cubre todas las paredes de la galería. Recurre a materiales como el grafito, el pan de plata y de oro, el huevo, las cenizas y la arena, que se craquela con el paso del tiempo. El suelo de todo el espacio está cubierto de verduras, frutas y botes de plástico con los que juega al engaño: no todas las naranjas son reales ni responden al color que les da nombre. Un juego de percepción, de nuevo.
Vista de sala con la obra de Rita Ferreira (Galería F2)
Lo cotidiano es el motor de la obra de la portuguesa Rita Ferreira (Óbidos, 1991). Le interesan las pequeñas cosas, las historias y los sentimientos que se desprenden de los objetos que le rodean. Aunque hasta hace poco montaba sus pinturas de manera exenta, a modo de obstáculos que marcaban el recorrido en el espacio,
en su primera exposición en la galería F2 se ciñe a la verticalidad de las paredes. Superpone y ensambla varias hojas de papel que monta con imanes sobre armazones de hierro. La suya es una pincelada sin complejos, a base de brochazos con puntos de fuga múltiples. Su obra, un archivo de sensaciones y experiencias. Hay detalles de frutas -un melocotón, muchos higos-, pastillas, tazas y tubos. Los que prefieran entenderlo todo, que empiecen por el fondo, por el despacho, que desvela algunas de las pequeñas abstracciones de la sala principal.
@LuisaEspino4