Joy Williams

Joy Williams

Joy Williams, una de las escritoras de cuentos más relevantes del mundo -literariamente hablando-, ha convertido su vida y su escritura en una caja de resonancia. Mientras su vida es un silencio, sus libros de cuentos, escritos en la soledad de su casa contra viento y marea, se han convertido en un referente literario universal. "Sólo los escritores de best-sellers piensan en sus lectores al escribir", ha declarado hace unos días a un periódico español. Es verdad, con un añadido de mi criterio de escritor y lector: ni siquiera todos los escritores que convierten sus escrituras en best-sellers piensan en sus lectores. La mayoría del oficio, salvo los best-sellers, escriben sin tener en cuenta al hipotético lector o a los miles de lectores que tal vez nunca llegarán a leer sus escritos. Cuando nacemos a la literatura, desde la imitación, la emulación, el espejo o el deseo de ser alguien, todos los escritores queremos ser leídos por millones de lectores. Soñamos con eso durante unos años, aunque sabemos que soñamos con una entelequia o una utopía, porque queremos vivir de nuestro trabajo en el estricto sentido del término: vivir de y para escribir y escribir para vivir. Después, con los años en la batalla, contra viento y marea, soñamos con lo que debimos soñar desde el principio de nuestra vocación: con escribir cada vez mejor, escribir, pues, mejor incluso que nuestros maestros y modelos. En eso estamos la mayoría, aunque Joy Williams diga que hoy la ficción está embadurnada por la frivolidad y una gran capa de ego. Eso también es verdad, pero remamos todo, al menos algunos, cuánto podemos para llegar a un puerto desconocido que no nos provoque la frustración de nuestras vidas.

Roberto Arlt escribió un cuento que se titula "El escritor fracasado". Estaba cansado de que sus coetáneos le criticaran que no vendía libros y que sus cuentos y novelas no eran gran cosa; que era, pues, un fracasado y un frustrado. En resumen el cuento de Arlt viene a decirnos que el único escritor fracasado que en realidad existe es aquel que dice empezar una novela todos los lunes y no la empieza ningún lunes del año. Es decir, que el escritor fracasado es aquel que no escribe nunca y que se pasa la vida diciendo que el lunes que viene empieza una nueva aventura de escribir. Arlt escribió siempre contra viento y marea. Para mí, algunas de sus novelas y relatos están a la altura de los que escribió Onetti y, de vez en cuando, cuando me ataca la melancolía, me refugio en sus páginas y escapo de la tentación de la nada en la lectura de algunos de sus relatos o en esa novela ejemplar y extraordinaria que se llama "Los siete locos".

Una vez leí a un escritor irrelevante, pero muy pedante y engreído, escribir en un artículo con ínfulas de ensayo que "escribir a la contra es muy fácil". ¿A la contra de qué?, me pregunto hoy una vez más. Se sabe de cierto y desde hace muchos años que escribir a favor es venderle el alma del escritor al diablo; que un escritor de verdad ha de ir siempre contra los vientos y las mareas. Pensar, por ejemplo, en el lector mientras se escribe una novela y "escribir para el lector" ese mismo texto largo es, en cierta medida, supeditar la imaginación y la escritura a un hipotético tercer personaje, el lector, en el que el verdadero escritor no debe pensar nunca mientras escribe. Lo demás sería una creación literaria bastarda, a mi entender. Una vez conocí a un escritor de best-sellers (un escritor que se vanagloriaba de haber vendido veinticinco millones de ejemplares; un escritor vanidoso no por ser escritor sino por vender libros; orgulloso de vender libros pero no de su literatura) que escribía tres finales de cada una de sus novelas para que los comerciales de su editorial eligieran entre todos cuál era el final más vendible para ganar cada vez más lectores. Es decir, un bastardo que creaba novelas bastardas para leer en los trenes y olvidar al día siguiente. Y, sin embargo, hay muchos escritores, de los que empiezan y de los que ya terminan, que cuando escriben, a favor del viento y la marea, sólo piensan en sus lectores y en hacerse millonarios con la venta de sus libros. Abandonen toda esperanza. Esa extraña sincronización, la de la calidad literaria, navegar contra el viento y la marea y vender muchos libros de una calidad literaria excepcional sólo se da en contadas ocasiones. Lo demás es equivocar la jugada, el juego, el problema de la escritura, la pasión de escribir literatura y la satisfacción de ser escritor, aunque no tengas todos los lectores que merecen esos mismos escritos, esas novelas, esos ensayos o esos poemas. A Stendhal le dijeron una vez sus editores que sus novelas no tendrían lectores, que serían novelas "inútiles". "Ahora no, pero ya las leerán dentro de veinte años", contestó el gran escritor. Así fue, hasta ahora y por los siglos de los siglos.