José Emilio Pacheco, Juan Marsé y Fernando Savater

José Emilio Pacheco, Juan Marsé y Fernando Savater

En días como estos, aciagos, llenos de incertidumbre, embustes y cinismo se hace necesario, al menos de vez en cuando, fijar algunos referentes éticos y estéticos de los que no debemos olvidarnos nunca.  Me acuerdo en días como estos de José Emilio Pacheco, muerto entre libros en su propia biblioteca. Recuerdo aquel poema suyo que provocó revuelo y discusión, debate al fin necesario y justo. Se titulaba "Traidor a mi patria" y venía a decir que, desde el punto de vista del sentimiento, por algunos paisajes, algunos amigos y algunos recuerdos era capaz el poeta de dar la vida. Venía a decir sobre todo que jamás iría a la guerra por nada, que las instituciones de su país le eran indiferentes en cuanto que no cumplían con su función y que la patria no valía la pena. El poeta publicó sus versos y llegó a convertir el poema en un emblema ético y estético que una vez más, en días como estos, tiempos de cobardes y supremacía de grandes mediocres, yo quiero volver a hacer mío.

Recuerdo en días como estos a Juan Marsé, integral ciudadano catalán que se ha mantenido incólume ante el abusador avasallamiento del nacionalismo. Desde siempre recuerdo y leo a Marsé, para mí intachable ética y estéticamente: amigo y escritor extraordinario. Hace unos años, lo recuerdo bien, estaba yo con unos familiares en la terraza de una famosa cafetería, centro de reunión y tertulia, en lo que hoy es, en el centro de Barcelona, la Plaza Macià. Era un domingo soleado y lleno de vida, tan sólo hace tres o cuatro años, y yo reconocía aquella parte de Barcelona en la que había vivido una parte de mi última juventud. Vi a Juan Marsé y lo saludé con júbilo. Nos abrazamos. Lo invité a que se sentara con nosotros a tomar un café, aunque ya fuera más de media mañana y el café estuviera fuera de hora. "Me siento si no te importa compartir el tiempo con un traidor a la patria", me dijo Juan Marsé con suave ironía y un deje de tristeza muy íntima. Traidor a la patria Juan Marsé, pienso en días como estos. Hace dos o tres días de estos, días de lumpen callejero que anuncia con sus trompetas negras sucesos extraños e indeseables, aparecieron en bibliotecas de Barcelona algunos libros de Juan Marsé manchados con palabras infames por los "pacíficos" independentistas que lo odian por ser libre y ser como es: integral ciudadano que no se casa con nadie.

Marsé, traidor a la patria inventada en las escuelas por mentirosos pagados por nosotros mismos; Marsé señalado por los integrantes de los comandos de la indecencia y el analfabetismo. Me miro hoy en Marsé, que vio los riesgos y peligros del nacionalismo catalán antes que nadie; Marsé, que miraba con una sonrisa contenida y preocupación evidente los desmanes verbales y los abusos de los nuevos nacionalistas salidos en dos generaciones y media de las escuelas de Cataluña, manipuladas por los nacionalistas y los patriotas. Marsé, que actuó de Casandra para avisarnos a todos (lo recuerdo bien), es ahora en Cataluña una excrecencia para la CUP y los burgueses cobardes que en unos días virarán la marcha y mirarán para otro lado. Como si no hubiera pasado nada. ¿Y si no pasa nada? ¿Y si en este teatro bufo y carnavalesco nadie es quien dice ser y nadie es nadie sino cada uno contentándose con su cameo glorificador y estrambótico?

En días como estos he visto una entrevista por televisión en la que un periodista (simplemente un buen periodista: informado y preparado para la ocasión) entrevista al actual President de la Generalitat catalana y lo deja en ridículo, sin respuesta las más de las veces: mintiendo siempre en sus contestaciones atadas por el rabo, como moscas o musarañas. Deberían aprender los profesionales que dicen que hacen entrevistas y lo que hacen es otra cosa muy distinta: pasarle la mano por el lomo a los entrevistados en señal de amistad. Una simple entrevista de un periodista de verdad sirvió para que todos los ciudadanos que la vimos por televisión supiéramos, en días como estos, cómo es un patriota por dentro, cómo el cartón piedra de sus símbolos y sus exaltaciones se venían abajo ante las evidencias mostradas por el periodista.

En días como estos recuerdo a Fernando Savater y su Contra las patrias, el aviso de una Casandra más, que vio venir el monstruo y lo describió como una pesadilla. Ahí está otra vez la Ballena Blanca que por ciclos y de tiempo en tiempo, se revuelve bajo las aguas envenenadas de un embuste histórico. De ahí la Gorgona: un invento del pasado engendra, de tiempo en tiempo, otro que actualiza la locura colectiva. Es verdad: en días como estos, como Pacheco, como Marsé, como tantos otros personajes de luz y lucidez, me siento tal como soy: traidor a la patria.