Una mujer llora en una manifestación contra la detención de menores en las protestas de Venezuela por los resultados electorales, el 18 de septiembre en Caracas. Foto: EFE/Miguel Gutiérrez

Una mujer llora en una manifestación contra la detención de menores en las protestas de Venezuela por los resultados electorales, el 18 de septiembre en Caracas. Foto: EFE/Miguel Gutiérrez

A la intemperie

Venezuela, Venezuela

El VI Festival de Escritores hispanoamericanos, que se celebra esta semana en Los Llanos de Aridane, La Palma, celebra el vínculo de la isla con el país venezolano. 

25 septiembre, 2024 02:27

Amé Venezuela desde la primera vez que estuve en ese país, en julio de 1976, unos meses después de la muerte de Franco. Y la seguí amando deslumbrado las muchas veces que fui (23, hasta el momento, incluso con el chavismo, 2 veces) a conocer gente y tierras de un mundo que llegó a ser tierra prometida para miles y miles de mis paisanos canarios, tratados en ese universo venezolano como si fueran nacidos allí.

Ahora estoy en La Palma, una isla canaria que no sería la misma sino fuera por todo aquel dinero que, en años de hambre, dictadura y miseria, llegó de Venezuela como regado del cielo. Sí, Canarias, como otras regiones de España le debe un homenaje de memoria y agradecimiento eternos a Venezuela.

Los escritores hacemos lo que podemos bien poco, pero los que tenemos memoria viva como conciencia de recuerdos, vamos un poco más allá. Este año, tan especial y delicado, tan doloroso y lleno de incertidumbre y abusos, hemos invitado al Festival Hispanoamericano de Escritores a Venezuela: más de una veintena de escritores venezolanos, unos que viven ya fuera y otros que han venido de aquellas tierras. De modo que estos días sentimos Venezuela mucho más cerca que el resto de los tiempos que vivimos preocupados por la situación del país.

Los escritores venezolanos, en los buenos tiempos de Venezuela, llamaban la atención como bastión de resistencia y reducto de libertad. Recuerdo la época de los 70, la llamada Venezuela saudí, y puedo contar hoy que para mí aquel país y aquella gente significaban un descubrimiento de naturaleza y humanidad únicos: amables, sonrientes, dadivosos, sociables, con ganas de hacer el bien y seguir levantando el país.

Y el petróleo: el tesoro y el infierno al mismo tiempo, la gloria y el veneno, el triunfo y la perversión. Lo hacía todo el petróleo y, al mismo tiempo, lo deshacía; demasiado fácil la vida para quienes la tenían fácil; imposible para quienes la tenían difícil; un país paradójico y contradictorio, que había sido tildado en esa épocas del siglo pasado como la Suiza de Sudamérica; un país joven que luchaba por salir del subdesarrollo colectivo, comenzaba a mostrar indicios de debilidad y decadencia donde la brecha entre las clases sociales llegó a ser inmensa.

Y llegó lo que llegó: lo peor, la destrucción de las instituciones por la corrupción generalizada (la llamaban popularmente "la conchupancia") y comenzamos a ver con asombro y pena que el país que había recibido durante décadas a los pobres de la tierra para darles una vida mejor se iba hundiendo hasta el punto de que eran los venezolanos los que ahora, por razones políticas y económicas, por pura supervivencia, huían a refugiarse a países extranjeros. Llegó el horror y ahí sigue.

Cantos a la resistencia y la libertad

Le hemos dado estos días a los escritores venezolanos la tribuna esencial para que hablen y expongan sus ideas: la tribuna de la libertad. En la Plaza de España, bajo los laureles de Indias centenarios, la hermandad de los escritores invitados canta a Venezuela, rinde tributo a la memoria común, a la epopeya de la emigración y la resistencia. Son días de una gran belleza, de literatura, de libertad, de emociones nuevas que se mezclan con las viejas y el cariño que siempre hemos sentido por ese país.

Estaremos así toda esta semana en Los Llanos de Aridane, isla de La Palma, el municipio donde se celebra el Festival en su sexta convocatoria. Como no podía ser de otra manera, el público palmero se vuelca en conferencias y canciones que, de todas formas, suenan cercanas y familiares: ayer nos recibieron en América, hoy los recibimos en España, con el mismo afán de hermandad y con la confluencia de sentimientos inextinguibles.

Con la literatura en primer lugar, a la vista de todos los isleños y asistentes a las conferencias, con los recuerdos de familia de unos y de otros, de los invitados y de la gente de la isla. Es un espectáculo admirable y una demostración de esa hermandad que es una marca grabada en el fuego de la memoria de isleños y venezolanos.

Paseo de vez en cuando, en estricta soledad y por la noche, por las calles solitarias ya a esas horas de Los Llanos, camino de la mágica Playa de España. Ahí me siento, solo, en horas de madrugada, en la agradable compañía de los laureles de Indias y mi propia sombra: cuando estoy solo nunca estoy solo, estoy con mis recuerdos, con los amigos que están cada uno dónde están y con los que ya no están, venezolanos que me dieron amistad y me enseñaron el amor por ese país.

No sé si ya, a estas alturas, regresaré alguna vez a Venezuela, pero querría verla otra vez pujante, lanzada con fe y confianza al futuro, en libertad total, en paz. Eso es lo que yo querría y en eso también coincido con los invitados venezolanos a este Festival.

Mientras tanto, "¡gloria al bravo pueblo!", como reza el primer verso del himno nacional venezolano, escrito por uno de los más excelsos escritores de nuestra lengua, el venezolano Andrés Bello. Sí, estoy seguro, Venezuela volverá otra vez a la libertad. En el Festival de La Palma hacemos todos los días votos por ello.