Fotograma de 'Pedro Páramo'. Foto: Netflix

Fotograma de 'Pedro Páramo'. Foto: Netflix

A la intemperie

Mi amigo Pedro Páramo

  • Aunque el cine nunca alcance cuando se trata de gran literatura, vale la pena arrostrar los peligros de llevar a la gran pantalla la historia de un fantasma fabricado con palabras.
  • Más información:  Juan Rulfo, el escritor y sus lectores
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Conocí hace años en Ciudad de México a mi amigo Pedro Páramo. Una turba de escritores españoles asistíamos a una reunión en la embajada de España y alguien se acercó a mí y se presentó. "Soy Pedro Páramo", me dijo extendiéndome l mano derecha. Me quedé atónito, pero de inmediato le contesté: "Y yo soy el Coronel Aureliano Buendía".

Nos reímos al tiempo. Se llamaba en verdad Pedro Páramo, como la novela y el protagonista de la novela de Juan Rulfo, y era periodista, corresponsal en la capital mexicana de la entonces afamada y respetada revista Cambio16. Ahora hace tiempo que no lo veo (antes nos veíamos con frecuencia, cuando éramos jóvenes e irresponsables), pero cada vez que me acerco al texto de Rulfo recuerdo aquella anécdota inolvidable de mi amigo Pedro Páramo en la Ciudad de México. Cosas que nos pasan a los escritores.

Ahora, en estos días vuelvo una vez más a ojear (y hojear) la novela del mexicano y no deja de sorprenderme la genial maestría de Rulfo en el manejo de la palabra. Por tanto, no dudo en proclamar, junto a tantos otros miles y miles de lectores, que Pedro Páramo es una gran novela.

Nihil novum sub sole, pero yo no regalo con felicidad el "gran" para una novela y un novelista sólo me parece grande cuando una escribe una novela como Pedro Páramo. Conocí también, y durante una temporada mexicana lo frecuenté mucho: Rulfo ya estaba en la Coca-Cola, y el humo de su inapagable cigarrillo, aunque yo no había salido del vodka todavía.

Hablaba poco porque, decía, la gente siempre le preguntaba por la próxima novela que estaba siempre escribiendo. Rulfo contestaba siempre dando un título cualquiera. Días de floresta, me dijo una vez cuando yo, torpemente, le pregunté cómo se titulaba la novela que estaba escribiendo. Nunca vimos ese libro suyo ni ningún otro, pero con su maestría creativa para Pedro Páramo (sin olvidar los relatos, espléndidos, grandes, de El llano en llamas y El gallo de oro) sabeos que era un gran escritor, un gran novelista.

García Márquez admiraba a Rulfo como a nadie en el mundo. Yo estaba delante en casa de Taibo I, en Ciudad de México, cuando a un conocido director de cine mexicano se le ocurrió decir que "Juan (Rulfo) no sabe nada de literatura". "No sabrá literatura, pero sabe hacerla mejor que todos nosotros y mejor que nadie", fue la contestación de García Márquez. Es leyenda que García Márquez, mientras escribía una de sus grandes novelas, encontró muchas dificultades de escritura para llevar a cabo su proyecto.

Su amigo Alvaro Mutis le preguntó lo le pasaba y el escritor colombiano le explicó algunos de los problemas que estaba encontrando en el proceso de escritura de su novela. Al día siguiente, el gaviero Mutis le llevó la solución. Fue a casa del Nobel, que todavía no lo era, y le llevó un libro: "Tenga", le dijo, "para que aprenda".

Era un ejemplar de Pedro Páramo. Muchos años más tarde, su nieto el joven novelista Mateo García Elizondo escribió una muy buena novela titulada Una noche con la Lady (está publicada en Anagrama y les recomiendo que la lean), que es una novela espléndida y un homenaje señalado a Pedro Páramo y a una temporada en el infierno de la droga, de la cocaína y la heroína. 

Ahora acabo de ver la película Pedro Páramo. Las comparaciones, como casi siempre, son ociosas, y odiosas, además de ser imposible trasladar a imágenes llenas de tecnología e industria una novela que está hecha con palabras que enredan la magia única de esas mismas palabras las unas con las otras.

Era difícil el guion, y sin guion no hay buena película, pero Mateo Gil sale del torneo lo más dignamente que se puede. Tengo para mí que vale la pena arrostrar los peligros de llevar al cine la historia de un fantasma fabricado con palabras exactas, tal Pedro Páramo, aunque el cine nunca alcance a la literatura cuando es gran literatura. Pregúntenle al Quijote, por ejemplo. O a Moby Dick. Por poner dos ejemplos claros, a pesar de los intentos cinematográficos.

Ahora tengo que recordar aquellos momentos en el bar del Hotel Reconquista, en Oviedo, durante la celebración de la entrega de los premios Príncipe de Asturias, mientras Pedro Páramo, el periodista y amigo, y yo hablábamos de la novela de Juan Rulfo. "Cargar con ese nombre", le dije a mi amigo, "ya te hace un héroe en tu vida". "Ya lo creo", me contestó Pedro Páramo riéndose.

Han pasado muchos años y me sigo acordando de casi todo lo bueno que me ha pasado en mi vida. Este es uno de esos episodios que ligaron mi vida de escritor a lo que muchos llaman casualidades y no son otra cosa que si cronicidades jungianas. No creer en las casualidades me ha confirmado, a lo largo de todos estos años, que tengo hoy dos amigos que se llaman igual: Pedro Páramo, el de la novela de Rulfo, que conocí antes, y el de Pedro Páramo, muy buen periodista y muy buen amigo.