Artistas y público, el divorcio
Si hay algo que caracteriza a los artistas, son las ganas de caer bien. Entre otras cosas, porque caer bien forma parte del trabajo, o sea, de la subsistencia. Quiero decir, que un artista que no interesa a nadie, que no gusta, lo tiene crudo. Uno de los efectos más perversos de la piratería ha sido el clima de enemistad que se ha generado entre unos y otros. A la mínima que un cantante o un director de cine dice que está en contra de las descargas ilegales, decenas de personas cuelgan en el Twitter o en su Facebook que boicotean sus obras y lo declaran persona non grata.
El resultado es que los creadores se ven una situación imposible: por una parte, tiene algo de ilógico que apoyen que no se pague por ver su obra porque está por nacer a quien le guste no cobrar por trabajar. Por la otra, si se manifiestan en contra de las descargas, una parte del público, o por lo menos así lo expresa, se negará a hacerle ningún caso. Da igual que menganito dirija una película sublime o fulanita componga una canción maravillosa. Hay quien se negará a ir al cine o se tapará los oídos cuando suene por la radio porque su creador está en contra de las descargas. Con lo cual, se crea un divorcio antinatural y de repercusiones profundas que es que el público, la gente, no sólo no se siente identificada con los artistas sino que los percibe como enemigos de la cultura y suyos propios.
Los piratas, además, parecen usurpar una postura que tradicionalmente ha sido propia o característica de los artistas, la subversión, arrinconándolos a la postura de desenfrenados capitalistas y fanáticos de los intereses de las corporaciones. Y en medio de esta dicotomía, que tan penosa resulta cuando los artistas cumplen, o deberían cumplir, la función sino de portavoces, cuando menos de sublimadores de las pulsiones y pasiones de su época, no hay nada. Esta guerra artificial los deja solos e incluso marginados. Por eso, es la hora también de que los creadores encuentren la forma de volver a comunicarse con un público que los detesta. Es una cosa extraña.