El incomodador por Juan Sardá

Crisis y oportunidades

25 abril, 2012 02:00

Se ha repetido hasta la saciedad aquello de que en japonés "crisis" significa peligro más oportunidad. Sin duda, es una manera excelente de definir, algunos dirán que tirando a bienintencionada, el ciertamente desolador panorama que afronta el cine español. La cifra aportada por Pedro Pérez, presidente de la FAPAE (asociación de productores) el lunes mismo en Málaga es demoledora, el año pasado se habían iniciado 63 rodajes a estas alturas y vamos por los 33. Como es demoledor que las taquillas estén a bajo gas y haya bajado la asistencia general a las salas un 5% estos últimos meses de 2012 tras varios años de caídas o que el año pasado el cine patrio había ingresado por estas fechas 43 millones de euros y ahora va por los 23. Por continuar con las malas noticias, y aun podrían citarse unas cuantas más, desde luego, esos muy escasos 3 millones de euros (menos de lo que en Hollywood gastan en cafés, para entendernos) destinados a la producción de largometrajes no dan para una miseria. Ya se informó sobre ello cuando se anunció el hachazo, más de un 40% menos en el presupuesto del ICAA, según cálculos de Luis Martínez en El Mundo. Imaginen, por un segundo, si tienen la suerte de tener trabajo, qué pasaría si mañana les rebajan ese porcentaje el sueldo.

Martínez escribió dos artículos, sobre todo el primero, de amplia difusión y respaldo en el mundo del cine. "Se acabó el cine español", titulaba con cierto dramatismo. Dramatismo, desde luego, bastante comprensible porque no sé si el cine español se acabó pero desde luego este 2012 ni existe ni se le espera. Habla Martínez sobre todo de esas películas "pequeñas" pero con calidad que son imposibles de rentabilizar económicamente pero que sin embargo dan prestigio a nuestro país. Salta a la vista que es bueno que en las grandes ciudades del mundo se vean películas nacionales y es razonable que les interese más Albert Serra que Torrente. Es curioso lo poco que se habla de la buena imagen del cine español fuera. Yo mismo escribí hace unas semanas un largo artículo para Screen International haciendo un balance general sobre nuestra cinematografía que creía, dadas las circunstancias, positivo y me encontré con que los británicos me dijeron que enfatizara más en nuestra reputación de ser una cantera con grandes talentos. Al final, hasta uno acaba acostumbrándose o dejándose empobrecer por este ambiente malsano que muchas veces se vive en España con el cine español y no solo con eso.

Martínez critica que no se esté planteando un nuevo sistema sino, simplemente, la destrucción del mismo. Hoy se ha dado a conocer una nueva línea del financiación del ICO para proyectos con unas condiciones ciertamente interesantes: 15 años para la devolución con períodos de carencia. Salta a la vista que el PP, por mucho que quiera, que ya hablaremos de eso, no puede cargarse al cine español de un plumazo. El PSOE dijo el otro día en el Congreso que el hachazo destruirá 10.000 puestos de trabajo. Quizá no son tantos, pero tela. Desde luego, llama la atención que el sector del cine haya sido el más perjudicado. Uno podría pensar que es casualidad pero la guerra abierta entre izquierda y derecha, tristemente traspasada al mundo de la cultura, hace sospechar que en estos presupuestos haya habido una cierta venganza de una formación política que lleva años de desavenencias con el sector. Un sector, por cierto, que ha cometido serios errores como convertir una gala de entrega de premios en un circo de insultos políticos o aquellas lamentables fotos de artistas e intelectuales haciendo el propagandístico gesto de la ceja.

Sobre la mesa, en realidad, lo que hay son dos modelos y maneras de entender la cultura completamente distintos. Alguien tan poco sospechoso como de no amar la cultura como Vargas LLosa se posicionaba la semana pasada en El Cultural a favor de cargarse las subvenciones. En primer lugar, si el PP ha ganado las elecciones tiene el derecho, aunque restringido y no poco por las directivas europeas, a fomentar el modelo asociado tradicionalmente al mundo anglosajón basado en la iniciativa privada. Lo que no es lógico es que lo haga de un día para otro porque parte de la evidentemente equivocada premisa de que los países cambian de la noche a la mañana. Dicho esto, el debate no es tan sencillo como acusar a los prosubvenciones de "mendigos" y "caraduras" y a los otros como fachones enemigos de la cultura y las bellas artes. La vida, por desgracia, nunca es tan sencilla y en esto mucho menos.

El modelo anglosajón ofrece numerosas ventajas. Y cuando hablamos de anglosajón, quizá el señor Lassalle debería decir "estadounidense" porque hasta que Cameron lo recortó masivamente, el cine británico se ha financiado de toda la vida con la lotería pública, lo que es una manera de subvencionar como otra cualquiera. Dicho esto, el modelo Hollywood tiene aspectos sensacionales: fomenta la creatividad y el riesgo, implica a la sociedad de una forma directa en la financiación de las artes y estimula el esfuerzo al proponer un marco, a priori, más complicado en el que uno no juega con la ventaja de que si la cosa no funciona el Estado acabará pagando las facturas, o al menos una parte de ellas con las "amortizaciones", en función de la taquilla y sometidas a pillaje constante, por no hablar de la subvención directa, que muchas veces permite al productor estrenar sin preocuparse por los ingresos porque ya tiene pagada la película. En todo eso, hay algo perverso y es lógico que muchos ciudadanos se indignen cuando ven que cientos de miles de euros de sus impuestos han servido para pagar películas malas o muy malas. Criminalizar a quienes exigen resultados por sus impuestos no es la manera.

Dicho esto, lo ideal sería un modelo, en la medida de lo posible, mixto, que es el que en realidad lleva años fraguándose porque es el lógico. Por una parte, España no es Estados Unidos, no tiene ni su potencial económico, ni su dominio cultural ni una industria remotamente comprable ni un público potencial similar porque incluso sin contar con su expansión internacional, el propio país ya es mucho más grande. De esta manera, es imposible que una nación en la que viven 40 millones de personas financie por sí sola su cine sin contar con subvenciones públicas. Por buena, popular y maravillosa que sea su cinematografía, las cuentas son tercas y los números no llegan. El cine tiene un "defecto" terrible, es muy caro. Pero tiene la ventaja de que basta con poner unos subtítulos para que pueda verse en todas partes del mundo muy fácilmente y es, con diferencia, el principal canal por el que llega al extranjero la imagen de nuestro país. Sin cine español, España no existe.

Por otra parte, la oportunidad que conlleva esta terrible crisis tiene que ver con solucionar muchos de los problemas endémicos que arrastra el cine. Uno de ellos, sin duda, el exceso de producción de películas. En la época del boom se producían en nuestro país unas 200, lo cual es notoriamente inviable. Y en ese exceso de producción ha tenido mucho que ver un sistema de subvenciones mal pensado y peor ejecutado en el que se ha rodado prácticamente todo lo que podía rodarse. En España, se han hecho unas barbaridades tremendas y aunque me duela el desprecio de muchos españoles a su cine, también sería bueno que el sector admitiera sus desmanes. No solo eso, directores de talento limitado pero con medio éxito a sus espaldas han cobrado fortunas por películas que no ha visto nadie, y lo mismo con algunos actores y técnicos que se han forrado misteriosamente a base de hacer una película detrás de la otra que fracasaba.

Peter Mandelson, el político británico, dijo una vez que en Europa no tenemos el dinamismo de Estados Unidos pero lo que perdemos en eso lo ganamos en seguridad y en igualdad. Sí allí el ganador se lo lleva todo, aquí procuramos que la distancia entre el triunfo y el fracaso sea más suave y esté matizada por los mecanismos de protección social. Es un sistema que ha funcionado para los trabajadores y del que se ha aprovechado todo el que ha podido, no solo el cine español. Es curioso cómo la gente considera que se pisotea sus derechos a la que le quitan privilegios y sin embargo no los cree en absoluto justificados para los artistas. Sin duda, en España debería hacerse un esfuerzo y grande, no solo por hacer mejores películas, también por fomentar un amor y respeto por la cultura que a veces se percibe inexistente. En estos tiempos duros, no cabe otra opción que trabajar más que nunca y ser optimistas. Hemos salido de atolladeros mucho peores, y tenemos el talento y la preparación suficientes. El futuro no está escrito y llevamos meses con una sobredosis de ese fatalismo que surge de ese complejo de inferioridad tan nuestro que nos lleva a decir "¿Qué nos habíamos creído?", como si estuviéramos condenados a la miseria. No lo estamos.

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