No te rías, que es peor
Repasamos las telecomedias españolas estrenadas por plataformas en 2021 y analizamos la deriva hacia los patrones establecidos por la teleficción generalista de siempre
La hipótesis que sustenta este texto, premisa que empezó a fundamentarse tras ver Reyes de la noche (Cristóbal Garrido & Adolfo Valor, 2021), es que las telecomedias españolas estrenadas por las plataformas en lo que va de 2021 no se distancian ni un milímetro de las pautas fijadas por los directivos de cadenas generalistas, en lo que supone un claro movimiento de regresión creativa con respecto a las lanzadas en 2020.
Para entendernos, la única diferencia sustancial entre la segunda temporada de El vecino (Raúl Navarro & Miguel Esteban, 2019-2021) y Aída (Nacho G. Velilla, 2005-2014) es la duración: ni estética, ni narrativa ni en el terreno discursivo (atendiendo a la mirada crítica que ambas vierten sobre la sociedad en la que se inscriben) se perciben disimilitudes. ¿Supone esto un problema? En realidad, no. Solo sirve para constatar que Movistar +, Netflix o Amazon Prime Video aplican las mismas plantillas de diseño que las televisiones en abierto cuando atienden a una realidad distinta. De ellas cabría esperar producciones más arriesgadas, con esos factores diferenciales que sí poseían, para no irnos muy lejos, Mira lo que has hecho (Berto Romero, Rafel Barceló & Enric Pardo, 2018-2020), Vamos Juan (Diego San José, 2020) o Vergüenza (Juan Cavestany & Álvaro Fernández Armero, 2017-?).
Los hombres de Paco, el regreso (Álex Pina & Daniel Écija, 2021) quizá sea el mejor ejemplo para explicar este fenómeno. Continuación de una de las producciones estrella de Antena 3 en la primera década de los dos mil -un éxito de público que llegó a alcanzar los 4.450.000 espectadores- la nueva entrega de las andanzas de Paco Miranda (Paco Tous) y su descacharrante unidad policial ahora metida en el CNI fue estrenada en abierto por Antena 3 el pasado 10 de mayo. Tras la emisión del primer episodio, el resto se han podido ver semanalmente en la plataforma de pago del grupo, Atresplayer Premium.
Sometida a la liposucción de minutaje por la que pasan las nuevas producciones de Atresmedia, la serie creada por Álex Pina y Daniel Écija se beneficia de los episodios de 50 minutos (recuerden que el 1.01 duraba 80) y de una factura técnica que se esfuerza por enseñarnos su bíceps industrial: solo hace falta ver ese arranque inspirado en la saga de Dos policías rebeldes, con su fotografía quemada, sus contrapicados y sus persecuciones. Una inspiración lógica si tenemos en cuenta que estamos ante una comedia policial con una pareja protagonista que tiene casi la misma edad que la de las películas de Michael Bay: solo cuatro años separan a Paco Tous de Will Smith y dos a Martin Lawrence de Pepón Nieto.
Por lo demás, las diferencias con la etapa anterior son mínimas. No hay variaciones en la estructura (planteamiento de un caso, escalada de errores, solución inesperada), ni en la construcción de gags y situaciones: es el traslado de una teleficción de éxito en una cadena en abierto a una plataforma que, además, se lanza primero en Antena 3 para ver si el factor nostalgia ayuda a captar suscriptores para el nuevo servicio. Por lo demás, a este regreso de Los hombres de Paco hay que atribuirle los méritos que le corresponden: un elenco actoral cuyo ensamblaje parece haber pasado por las manos del ingeniero jefe de la Rolls-Royce (a la complicidad existente entre Tous y Nieto, sumen a una Amparo Larrañaga fría como las plantas de los pies de Thanos y la chispa de Amaia Sagasti) y un desarrollo argumental que, como ya sucediera en Cuerpo de élite (Cristóbal Garrido & Adolfo Valor, 2018), va tocando temas inhabituales en nuestras ficciones y, desde una comicidad lateral (no frontal como la de La que se avecina), exhuma a Franco y le retira las medallas, bromea a costa de la Casa Real y de sus amigos saudíes o habla sobre el ascenso del fascismo en España.
Si la vuelta de Paco Miranda, Mariano Moreno (Pepón Nieto) y Povedilla (Carlos Santos) se miraba en Bad Boys, la segunda parte de la segunda temporada de Señoras del (H)AMPA (Carlos del Hoyo & Abril Zamora, 2019-?) continúa con sus guiños a Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-2013). Lo cierto es que los parecidos entre Los hombres de Paco, el regreso y esta producción de Mediaset son llamativos: emisión en una cadena generalista (Telecinco en este caso), paso a una plataforma (Amazon Prime Video) y posterior reemisión en abierto, reducción del tiempo por episodio (de 70 minutos de media a 50) y adscripción al (sub)género de la comedia criminal.
Hay menos finura en su realización (véase la secuencia de la grúa en ‘A dos señoras bajo tierra’), pero es cierto que ha ido ajustando el punto de mira humorístico y no teme disparar bromas hirientes que, después, sabe contrarrestar con ingeniosas salidas de guion -todo lo que rodea al tratamiento del personaje de Asun (Ana Mencía) es ilustrativo de lo aquí referido. La serie compensa algunas soluciones fortuitas con diálogos que casi las justifican (“la ventaja de ser vieja es que no te registran las tetas” como excusa para colar un móvil en un búnker), pone en primera fila a un reparto femenino de una diversidad poco frecuente y sabe contrapesar el humor punzante con el amor por sus personajes.
Con todo, y perdonen las reiteraciones, estamos ante otra serie cuyos estándares responden a una producción media de cadena generalista. Siguiendo por esa ruta que nos ha llevado de Los hombres de Paco a Señoras del (H)AMPA, nos encontraremos con otra parada obligatoria, ejemplo palmario que viene a refrendar la hipótesis lanzada: La que se avecina (Alberto & Laura Caballero, 2007-?). Cuando LQSA aterrizó en Amazon Prime Video, que ofrece las nuevas temporadas en primicia antes de que se integren en la programación regular de Telecinco, no se produjo cambio alguno (bueno sí, en la plataforma de Jeff Bezos no hay anuncios, que para eso pagamos).
Tras doce temporadas en antena, con unas cifras de share y un equipo de guionistas tan fiable como un reloj suizo en la muñeca de un ciudadano británico, la serie creada por Alberto y Laura Caballero sigue teniendo capítulos de casi 90 minutos, sigue aferrada a las mismas estructuras y sigue explotando la actualidad para energizar sus disparatadas tramas. Si en Los hombres de Paco se tocaban con cierta sutilidad temas comprometidos para un país tan pacato como el nuestro, aquí la comicidad viaja a lomos de un Mitsubishi A6M Zero. Si las telecomedias españolas quieren evolucionar, que se olviden del humor kamikaze porque ahí, LQSA o, anteriormente, Aída, ya se han pasado el juego varias veces. ¿Ejemplos? Antonio Recio (Jordi Sánchez) en el episodio 12.08: “Uno no puede considerarse español hasta que no defrauda. El Cid nunca pagó impuestos”. Tra tra.
He aquí tres exponentes que señalan que las plataformas están más que dispuestas a asumir los códigos de la ficción serial generalista -que pasa, sobre todo, por una realización extremadamente funcional- e incluirlos en su catálogo quién sabe si como reclamo para esa audiencia que todavía sigue aferrada al modo tradicional de ver televisión (La vuelta de Los hombres de Paco alcanzó un 19,5% de share y casi 2,7 millones de espectadores en su emisión en abierto en Antena 3). Independientemente de que uno vea poco clara esa operación, cabría esperar que, en tanto empresas que viven de ofrecer contenido diverso a unos consumidores que pagan por tener constantemente cosas nuevas, pero también específicas (al final, las plataformas son un sumatorio de nichos), las compañías de streaming apostaran por otros modelos de comedia distintos a los que llevamos décadas viendo. Pues bien, en lo que va de 2021 eso no ha sucedido.
Se suponía que Reyes de la noche iba a ser “esa otra cosa” como lo fue Mira lo que has hecho en la temporada anterior, pero lo nuevo de Movistar +, lejos de refrescar el ambiente lo llena de olor a pachuli. El trasunto de la batalla radiofónica que José María García y José Ramón de la Morena protagonizaron en los 90 se queda en un planteamiento apetecible y poco más. El problema de partida es ese intertítulo que busca ponerle una venda a la serie antes de que se abra la herida. Esto es ficción, no queremos ofender a nadie, que ya saben ustedes que todo el mundo está muy susceptible y a la mínima te ponen una querella o te mandan a un sicario. Muy bien, de acuerdo, nos consta que tocar según qué temas te puede obligar a invertir el dinero de tu plan de pensiones en abogados. Pero ¿entonces por qué hacemos que Javier Gutiérrez imite a García (y Alberto San Juan a Cebrián y Carlos Blanco a Luis Aragonés)? ¿Por qué se recurre a la figura de Jesús Gil mientras que el resto de los personajes son ‘inventados’?
Sus creadores han afirmado en repetidas ocasiones que no querían caer en la parodia y el Gil que interpreta Manuel Gancedo parece una versión del Gordo Cabrón de Austin Powers: la espía que me achuchó (Jay Roach, 1999) doblado por Florentino Fernández: si de algo está cerca Reyes de la noche es, precisamente, de Muchachada Nui. Su humor es básico: “toca, toca, … Dura como una roca”. La ambientación parece entresacada del outlet del primer Ikea que se montó en España y uno no sabe si quiere ser una metáfora de la precariedad del oficio o una evidencia de la escasez presupuestaria, lo que definitivamente no es, es una reproducción fidedigna de las emisoras de la época (la descripción de Radio 9 -a.k.a. la COPE- está tan alejada de la realidad como Joselito del heavy metal).
Los secundarios son puros estereotipos y la inclusión de la reportera lesbiana y el hijo gay parecen responder a los puntos de una agenda que hay que cumplir. La realización no es funcional, es dolorosamente enfática, con continuos movimientos de acercamiento y subrayados como ese cenital que nos muestra a Paco ‘El condor’ (Javier Gutiérrez) mojado por la lluvia para insistir en su derrota. La música parece un sampleo constante del Oxygen de Jean-Michel Jarre. Es, como todas las comedias de las que hemos hablado hasta ahora, una serie sobrexpositiva en la que los personajes explican continuamente lo que sienten y piensan (y lo que los espectadores ya sabemos): “os habéis acostado uno por vergüenza y el otro por culpa” le dice Concha (Celia de Molina) a su jefa de programa Marga Laforet (Itsaso Arana), dos motivaciones que ya han quedado sobradamente explicadas cuando los amantes, Marga y Jota Montes (Miki Esparbé), se han echado en cara un capazo de reproches.
En definitiva, Reyes de la noche no funciona ni como reflejo de un periodo de la historia de la comunicación en España (el tema no podía ser más interesante) ni como comedia de entretenimiento y, de nuevo, la única diferencia con respecto a las emitidas por las cadenas en abierto es la corta duración de los episodios. Si me dan a elegir entre García y De la Morena, me quedo con Cuerpo de élite (con mucho).
Uno de los principales problemas de la última creación de Cristóbal Garrido y Adolfo Valor pasa por la dificultad para crear arcos dramáticos que unan los seis episodios de manera consistente, algo que también sucede en la segunda (y al parecer última) temporada de El vecino. Completamente despegada del cómic original, el regreso de Titán sobrevive gracias a las incorporaciones de Javier Botet, Gracia Olayo y Fran Perea, pero su trama principal con el Madrid Olímpico de fondo y la monserga sobre las casas de apuestas carece de solidez. Funcionan gags aislados, el entendimiento entre Quim Gutiérrez y Adrián Pino, sus guiños constantes a la cultura popular con el grupo Nena Daconte como leitmotiv (y un soundtrack que parece un programa de Disco Grande: Los Punsetes, Axolotes Mexicanos, La Bien Querida, Delaporte, etcétera), resulta simpático ese cruce final entre V (Kenneth Johnson, 1984-1985) y Están vivos (John Carpenter, 1988) y Gracia Olayo haciéndose un Ayuso tiene gracia (una redundancia similar a la de los chistes escritos por Esteban y Navarro: premio especial para el chiste de Primark… Si la han visto, lo entenderán).
Es, sin embargo, el Tucker interpretado por Javier Botet el que se apodera de la función y su diálogo con Fran Perea en ‘El ministerio’ uno de los momentos más hilarantes de una serie cimentada sobre una pila de malentendidos. Que el actor malagueño haga de sí mismo, asuma todas las mofas posibles sobre su carrera (y su profesión) desplegadas en los guiones y salve la (arriesgada) papeleta con socarronería, hacen que El vecino bordee el terreno de la autoficción, lo que la conecta por vía directa con Maricón perdido (Bob Pop, 2021), cuyos tres primeros capítulos estrena TNT hoy mismo.
Ver a Fran Perea riéndose sanamente de sí mismo y a Bob Pop poniendo su vida en la pantalla nos devuelven, de algún modo, a lo que convertía Mira lo que has hecho en esa comedia alienígena tan escasamente cultivada en nuestro país y que tan buenos resultados puede dar si se maneja con tino - al otro lado del charco están desde Larry David hasta John Wilson para mostrarnos las amplísimas posibilidades del (sub)género. De las virtudes de la serie de Bob Pop ya les hablamos hace siete días por lo que no es necesario ahondar en ello, baste con señalar que entre Maricón perdido y el resto de las series reseñadas existen visibles diferencias (una de ellas puede que sea que Bob Pop no toca de oídas).
Después de que Cavestany y Fernández Armero conectaran con las tradiciones del esperpento y el carpetovetonismo en Vergüenza, de que Diego San José abriera la veda de la sátira política en un país al que le cuesta reflexionar desde la ficción sobre su realidad más inmediata con Vamos Juan, y de que Berto Romero, Rafel Barceló y Enric Pardo supieran conjugar con finezza autoficción y metalenguaje en Mira lo que has hecho, sería una lástima que todo eso quedara en una nota a pie de página dentro del gran libro de la telecomedia contemporánea española. Las comedias ‘generalistas’ se hacían, se hacen y se seguirán haciendo (algunas muy bien, por cierto). Estamos, otra vez, con lo de siempre: el viaje y las alforjas.
Nota al pie: este texto no incluye comentarios sobre Deudas (Daniel Écija, 2021), que este cronista no ha tenido tiempo de ver, ni sobre Los espabilados (Albert Espinosa, 2021), que este cronista empezó a ver, pero cuya mención decidió omitir porque le parece muy mala idea sacrificar las vacaciones familiares por una estancia en los tribunales (¡y porque en realidad no sé si pertenece a la categoría de comedia!).