Con Disney + lanzando una serie diaria (Regreso a Las sabinas), Prime Video y Netflix enchufándonos anuncios y un batallón de realities invadiendo los catálogos de la mayoría de las plataformas, no es de extrañar que un gran éxito de la vieja televisión como Colombo (Richard Levinson & William Link, 1971-1978) haya sido tomado como modelo por algunas de las teleseries más entretenidas del momento.

La serie creada por Levinson y Link se sostenía sobre cuatro pilares fundamentales. A saber: un carismático protagonista tanto por su peculiar diseño como por la inolvidable composición de Peter Falk; una estructura férrea y muy definida que solo se alteraba en contadas ocasiones y en la que el whodunit era sustituido por el howcatch’em (no importaba quién era el asesino, sino cómo atraparlo); una constelación de estrellas para conformar el listado de villanos (John Cassavetes, Johnny Cash, Anne Baxter, Dick Van Dyke, Faye Danaway, Martin Landau, Ida Lupino, Janet Leigh, Vincent Price, Vera Miles, …) y un decente trabajo de realización que mejoraba sensiblemente cuando detrás de las cámaras se ponían Steven Spielberg —su Murder by the book es de aprendizaje obligatorio—, Jonathan Demme, Ben Gazzara (su episodio mexicano, Troubled Waters, es canela fina) o Richard Quine, más allá de que haya episodios concretos verdaderamente inolvidables como Any Old Port in a Storm, dirigido por Leo Penn, o Forgotten Lady, a cargo de Harvey Hart.

Con los ajustes de duración propios de la nueva televisión, Poker Face (Rian Johnson, 2023) replicaba casi punto por punto las pautas de la teleserie de Levinson y Link, con un Rian Johnson que, después de beber inmoderadamente del manantial Agatha Christie para afilar sus ‘Puñales por la espalda’, ahora se zambulle en la fuente ‘colombófila’ como si buscase vindicar referentes del buen entretenimiento cinematográfico (las numerosas adaptaciones de la gran dama del misterio) y televisivo.

Aunque de manera más tangencial, en tanto adscrita al subgénero del thriller de espionaje, Mr. & Mrs. Smith (Donald Glover & Francesca Sloane, 2024) también recogía el testigo de Colombo —entreverada con Hart y Hart (Sidney Sheldon, 1979-1984) sobre todo en lo referente a su diseño estructural (capítulos autoconclusivos, pese a tener una leve trama horizontal, en los que se sustituye la resolución de un misterio por una misión) y la a inclusión de un enorme plantel de guest stars (Sarah Paulson, Paul Dano, John Turturro, Michaela Coel, Ron Perlman, …).

Los siguientes en tomar el relevo han sido los King (The Good Wife, Evil), quienes modifican parcialmente el cometido profesional de Elsbeth Tascioni (Carrie Preston), una abogada de Chicago ahora convertida en asesora/vigilante de la Policía de Nueva York. Este spin-off de The Good Fight (Michelle King & Robert King, 2017-2022) cambia, pues, de género, pasando del drama legal al crime & mistery, algo que ya pone de manifiesto la secuencia de apertura, un (falso) asesinato integrado en una representación teatral.

El armazón dramático de Elsbeth es idéntico al de Colombo, con un primer acto en el que asistimos a la comisión del crimen (unos 7 minutos) y un segundo bloque que incluye la irrupción de la protagonista y su primer tête à tête con el villano. Alrededor del cuarto de hora aparecen los créditos antes de dar paso a un tercer acto (el más extenso) en el que presenciamos el desarrollo de la investigación y que suele terminar con un revés para la investigadora.



Justo después participamos de su contrataque (acto 4) y de la resolución interna, en la que Elsbeth conoce la respuesta al enigma, si bien no la comunica (este quinto bloque puede sumarse al cuarto, aunque les separe un fundido a negro). Por último, tenemos un climático acto final con la explicación del misterio. A veces puede haber un pequeño epilogo que remite a la trama horizontal que atraviesa toda la serie y que no es otra que el motivo real del traslado de Elsbeth a la Gran Manzana: investigar al capitán C.W. Wagner (Wendell Pierce) por un posible caso de corrupción.

Resumamos: protagonista carismática, howcatch’em y un plantel de antagonistas repleto de rostros conocidos de la televisión en un claro homenaje a la historia del propio medio en el que se desarrolla. En los tres primeros episodios —los que Movistar Plus + ha emitido hasta la fecha— nos guiñan el ojo desde el otro lado de la pantalla el vampiro de True Blood (Stephen Moyer), la mitad de la pareja gay de Modern Family (Jesse Tyler Ferguson) y la Elaine Vasall de Ally McBeal o la Jena Maroney de 30 Rock, elijan a la Jane Krakowski que prefieran. Buena televisión hecha con estrellas televisivas.

Fotograma de la serie 'Elsbeth'.

Hemos dejado para el final las cuestiones referidas al estilo visual, fijado por Robert King en el episodio piloto. Como hemos señalado, el capítulo se abre con un asesinato integrado en una representación teatral. Acto seguido, veremos como el profesor y director de escena Alex Modarian (Stephen Moyer) ejecuta la primera parte de un plan maestro para asesinar a una de sus alumnas/actrices con las que mantenía una relación. Le veremos moverse entre bambalinas, entrar al camerino y sustituir su medicación por somníferos.

En este primer bloque resulta llamativo el uso del color, a la postre decisivo para definir a los personajes. Modarian viste de negro y utiliza unos azulísimos guantes de látex para no dejar huellas, mientras que el elenco, que casi lo sorprende en los camerinos al acabar el ensayo, viste blanco y porta rosas rojas (el rojo tiene una fuerte presencia en todo el bloque secuencial). El azul, esta vez incorporado por una fuerte tormenta, y los tonos oscuros colorearan la entrada de Modarian en el piso de Olivia Cherry (Alex Costello), la actriz y víctima, para completar la segunda fase de su plan, consistente en el fingimiento de un suicidio.

En ese punto, y tras un suave fundido a negro, pasaremos de un plano medio del rostro de Modarian a otro idéntico del de Elsbeth, que ocupa una plaza en la planta superior de un autobús turístico que recorre New York. El choque cromático resulta llamativo, con Elsbeth vestida con colores chillones (rosa pastel, rojo, verde), cargada con tres enormes bolsos y con la corona de la Estatúa de la Libertad en la cabeza (foto superior).

La oposición colorimétrica marca la relación antagonista-protagonista (noche-día), pero la situación dramática que sirve para presentar a la pintoresca letrada da mucha más información. Es alguien que hace lo que no hace nadie: va sola en un bus turístico a menos dos grados. Quien no conozca al personaje, sabe inmediatamente que está frente a alguien con un comportamiento extravagante pero que no da puntada sin hilo: obligará al autocar a detenerse en el lugar en el que necesita apearse y, contra todo pronóstico y rompiendo las expectativas del animador, no completará el recorrido.

Fotograma de la serie 'Elsbeth'.

Su indumentaria —barroca, colorista— es elemento distintivo y la define, a la vez, como un cuerpo extraño alojado en la institución policial y un agente del caos: sus americanas y abrigos estampados rompen con las tonalidades oscuras de los uniformes y los trajes apagados de los detectives (hay una quiebra de lo normativo) y son una traducción visible de su conducta extemporánea, entre el entrometimiento y la impertinencia, lo que provoca no pocos desacuerdos entre sus improvisados compañeros y/o superiores (foto superior).

Elsbeth es una persona a la que casi nadie le pilla el punto —“no la entiendo” le espeta la agente inmobiliaria Joann Lenox (Jane Krakowski) en A Classic New York Character)— y que, sin embargo, resuelve los casos porque es capaz de aprehender y reproducir los códigos con los que operan sus adversarios. En el piloto, Alex Modarian se mueve entre bambalinas, demuestra dominar el arte de la interpretación y sabe poner en escena un suicidio que esconde un asesinato.

Para atraparle, Elsbeth estudiará, a su manera, el arte de la representación y descifrará los trucos de la interpretación para terminar dando caza al homicida montando una pequeña mascarada que obliga a Modarian a autoincriminarse. Que esa secuencia climática termine con la abogada/detective dándole al detenido a probar unas galletas rojas como las rosas de esas actrices de las que se aprovechaba, no es gratuito, es el fin del duelo cromático planteado en el arranque.

Fotograma de la serie 'Elsbeth'.

En Reality Shock (1.02), se deconstruirán los mecanismos que articulan un reality show, esta vez a través de la agente de policía Kaia Blanke (Carra Patterson), la ‘Watson’ particular de Elsbeth, fan del programa y conocedora de todas sus interioridades. El caso se resolverá empleando los mismos subterfugios que el creador del show utiliza para manipular la (tele)realidad… y con Elsbeth vestida, por una vez, de escrupuloso negro, igual que el personaje de Jesse Tyler Ferguson (foto superior).

En A Classic New York Character, para entender la lógica de su archienemiga y jugar con sus mismas armas, Elsbeth pujará por uno de los lujosos apartamentos en venta situados en el edificio en el que se ha producido el crimen. Elsbeth hace du su facilidad para la empatía una herramienta para mejorar sus dotes deductivas.

Por cierto, Michelle y Robert King no abandonan su mirada política sobre la actualidad —también presente en otra serie de entretenimiento como Evil— y aquí, en la base de cada episodio, reposan temas como las posiciones de poder vinculados a la depredación sexual; un tratado sobre las derivas de la televisión a partir de los programas de la telerrealidad en un capítulo del que debería aprender Jordi Cruz, o la identificación de la especulación inmobiliaria como una actividad criminal bajo la cual se esconde, además, un venganza ‘de clase’.

Así pues, alegrémonos por la enésima resurrección del teniente Colombo – el detective de la señora invisible, como invisible es el hijo de Elsbeth- y porque los encargados de devolver su espíritu a la vida hayan sido los King.