Nuria Fuster, la artista que realiza esculturas con restos encontrados de un edificio de la Stasi en Berlín
La escultora presenta en Madrid, en la galería Juan Silió, doce piezas que parten de elementos de desecho y que hablan de incertidumbre y de libertad.
4 mayo, 2024 01:28El nutrido grupo de escultoras españolas que están regenerando este medio comparte una orientación: la capacidad performativa de la escultura, creando espacios de acción y de reflexión. Luego, las genealogías y los procesos son muy diversos. Como Nuria Fuster (Alcoi, 1978), residente en Berlín, que trabaja con la hibridación de materiales tradicionales: metal, piedra o madera, con cerámica y textiles.
Fuster ha elegido una de las vías más difíciles: la sincera desnudez de pobres elementos de desecho como punto de partida narrativo (emocional, biográfico o intergeneracional, histórico) al servicio de un discurso formal, plenamente escultórico que, desde lo neumático a lo aéreo –y esta ligereza y respiración son las notas que mejor definen su trabajo–, habla de incertidumbre y de libertad.
Objetivos explícitos, contantes y sonantes, y bien conseguidos en su segunda exposición en Juan Silió en Madrid, concebida como una instalación completa y que, por la envergadura de la propuesta, ha necesitado extenderse hasta el sótano.
Se trata de una docena de esculturas acompañadas de elegantes gráficos que especulan sobre momentos de la búsqueda, procesos tubulares y música derivada de eventuales acciones. Las más bellas están dispuestas entre las mismas piezas.
Su origen se halla entre la montaña de desechos de un edificio de la Stasi derruido ante el ventanal de su estudio berlinés, de la que ha entresacado algunas tuberías de plomo que, sin modificar, pasaron a ser los elementos constructivos iniciales de unas piezas en las que son tan importantes los elementos de acero para su sujeción como los remates en cerámica y vidrio.
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Para empezar, las dos esculturas sobre trípodes que nos saludan a la entrada, al mínimo roce, se ponen a cantar y a bailar, con sus peculiares músicas, mientras otras dos piezas en suspensión, terminadas en trompetillas de cerámica esmaltada, parecen asumir el rol de altavoces.
Otro par muy logrado es el urdido con el mero recurso de añadir un fleco a las retorcidas tuberías, que las transforma misteriosamente en rama orgánica (Centípede) y en melodía (Dol). Lo que después se convierte en alerta alegre con los cascabeles prendidos entre la malla de seguridad, pero ya con la estructura doblada y deformada (Sonido crustáceo).
Otra proyección afectiva la encontramos en Abrazo térmico, con una funda de cálida lana de angora anaranjada, el color elegido por Pantone para este 2024 con el fin de promover la empatía.
Por último, hay tres importantes piezas de suelo. La gran estructura de acero para extraer humo cubierta con una colcha, tal vez como si fuera un personaje damnificado, tiene su pendant en el sótano, con Suspir: accionando la máquina, el tubo de acero rematado con bolas de cristal emite humo.
En cambio, en Fang Còsmic, la cerámica esmaltada, la blanca que sirve de peana y los similares remates esféricos anaranjados, enaltecen el material ruinoso y nos transportan a otra dimensión.
Un despliegue que es un deletreo de experiencias compartidas con lo, solo en apariencia, inerte. Escultura viva que respira y resucita lo que ya fue desechado, en una versión ampliada del mero reciclaje, y que da que pensar.
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