40 años de videojuegos en España: los hermanos Ruiz, de casa de sus padres a la gloria con 'PC Fútbol'
El Museo del videojuego en Málaga inaugura una exposición dedicada a los pioneros que marcaron época con el famoso simulador y otros juegos como 'Army Moves' o 'Imperium'.
No se puede explicar la historia del videojuego en España sin los hermanos Ruiz: Pablo, Nacho y Víctor. Al más puro estilo Silicon Valley, iniciaron sus andaduras en la casa de sus padres siendo apenas unos adolescentes.
La Mansión Dinamic (así la denominaron, no sin cierta sorna) se convirtió en el centro de operaciones desde el que construir los cimientos de una compañía que quería seguir los patrones establecidos por los pioneros británicos. No solo se encargaban de programar los videojuegos, sino de todo el proceso de logística, incluyendo el diseño de carátulas y manuales, atendiendo los pedidos por teléfono y realizando los envíos de manera personal.
Hace poco más de 40 años, el 8 de mayo de 1984, lanzaron al mercado el primer videojuego: Yenght, una aventura conversacional sobre la búsqueda de la fuente de la juventud con un innegable deje existencialista. El jugador encarnaba a un poderoso guerrero que sin embargo nada podía hacer ante el enemigo más temible: el paso del tiempo.
Un año más tarde llegaría uno de sus títulos más icónicos, Abu Simbel Profanation, para los ordenadores personales Amstrad y Spectrum, que supuso un salto cualitativo en cuanto a profesionalización de la empresa al reclutar al artista Alfonso Azpiri para crear la imagen de portada.
Poco después se metieron de lleno en el mundo deportivo con Fernando Martín Basket Master donde reclutaron al famoso jugador de baloncesto para impulsar la proyección comercial del título y trabajaron en una proto inteligencia artificial, un avance tecnológico muy significativo, ya que implicaba jugar contra la máquina, sin necesidad de tener a dos jugadores en multijugador local.
También tuvieron un cierto éxito en el mundo de la acción con Army Moves y sus secuelas. Abordaron el mundo del cómic con la licencia de El Capitán Trueno, donde tuvieron la pericia y el tino de hacer jugables al trío protagonista, cada uno con sus habilidades específicas (sacando partido de la fuerza de Goliat y la agilidad de Crispín). No abandonaron del todo las aventuras convesacionales y en 1987 lanzaron Don Quijote, un sincero intento de acercar el clásico al formato interactivo.
En 1993 se lanzó Dinamic Multimedia como sucesora de la compañía, reduciendo los hermanos su participación considerablemente y abarcando funciones de publisher de otros títulos. Durante la década de los 90, sin embargo, catarían las mieles del éxito con la franquicia PC Fútbol, una evolución de la tecnología establecida en Fernando Martín Basket Master que elevaba por enteros la complejidad mecánica.
Para ello resultaron fundamentales dos iniciativas. La primera, contar con el apoyo y la colaboración de Michael Robinson, el archifamoso exjugador y comentarista deportivo de indistinguible acento británico. La segunda, poner el juego en todos los quioscos de España. Un acercamiento popular que conectaría con el público español y dispararía las ventas a la estratosfera.
En los años 90, PC Fútbol era toda una institución y se abrió paso en todos los colegios de España. Michael aparecía en anuncios de televisión y cada año salía una nueva versión (PC Fútbol 4.0, PC Fútbol 5.0, etc) con los nuevos fichajes y los cambios en las divisiones para la temporada. Fue todo un fenómeno que se convirtió en amargo cuando los Ruiz se desvincularon al vender la empresa en el 99. La calidad cayó en picado y las ventas se desplomaron, clausurando de manera ignominiosa un portento del software patrio.
Los hermanos Ruiz pasarían luego a hacer una tercera empresa: FX Interactive, también con la doble vertiente de producción de proyectos propios y publicación de títulos extranjeros. Personalmente, recuerdo con mucho cariño la aventura gráfica The Longest Journey, del estudio noruego Funcom, una odisea narrativa entre dos mundos (uno de ciencia ficción, otro de fantasía) que tenía como protagonista a una joven artista con el poder para caminar entre ellos.
Era un juego de altísimo presupuesto en un momento donde las aventuras gráficas estaban de salida y los juegos de acción se imponían con claridad en un evidente cambio de paradigma. Con extensos diálogos, una memorable actuación de voz, una brillante banda sonora y un trabajo artístico prodigioso, The Longest Journey se ganó un puesto de honor en el corazón de muchos que barruntábamos las enormes posibilidades expresivas del medio y observábamos el cambio hacia experiencias más viscerales con suspicacia.
El sello encontró el éxito con la saga Imperium (sobre la conquista de las Galias) y con títulos como The Fallen (sobre la franquicia Star Trek). En general, su estrategia de acercar títulos que podían pasar bajo el radar de las editoras más grandes al público español con precios ajustados y ediciones cuidadas obtuvo su recompensa.
Hace unos años, los hermanos Ruiz pudieron recuperar la marca Dinamic y en estos momentos se encuentran realizando varios proyectos para realidad virtual. Estos 40 años no han sido precisamente tranquilos, con muchos vaivenes comerciales, bancarrotas, situaciones críticas, desacuerdos entre socios y cambios fulgurantes en el mercado que los dejaron a los pies de los caballos en varias ocasiones. Pero a pesar de todo, los Ruiz siguen al pie del cañón después de cuatro decenios y eso en España, donde se ha maltratado tanto el mundo del videojuego, merece un reconocimiento.
Es probable que los impulsores del Museo del Videojuego de Málaga hayan pensado lo mismo, porque han decidido abrir precisamente hoy al público una exposición temporal sobre la historia de Dinamic que amplía con mucho el espacio que ya tenían dedicado en la permanente. La semana pasada llevé a Pablo al programa de Ángel Carmona en las mañanas de Radio 1 y nos contó el cuidado con el que habían abordado el proyecto.
Aunque no he podido acudir a la inauguración por motivos de agenda, por lo que me pudo contar, también fuera de micrófonos, merece mucho la pena. Tanto él como sus hermanos fueron auténticos pioneros y estoy convencido de que en otros países no se habrían encontrado con tantas trabas y habrían recibido un reconocimiento público mucho mayor.