Qué raro es todo! por Álvaro Guibert

Naranjas del bien y del mal (II)

23 agosto, 2017 17:33

[caption id="attachment_923" width="560"] La compositora Sofía Gubaidulina rodeada de sabios, en los Premios Fundación BBVA[/caption]

Más de una vez he expresado mi admiración por la decisión de la Fundación BBVA de incluir la creación musical —la última ha sido la compositora mística Sofia Gubaidulina— entre los premios Fronteras del Conocimiento, que por lo demás premian a matemáticos, biólogos, climatólogos, expertos en computación, economistas y otras personas de ciencia.

Lo hago ahora una vez más, en la ribera del Guadiana, a la sombra de un huerto de naranjos, espoleado por una idea del profesor José Luis Aranguren, una de esas frases que te hacen bajar el libro, tomar el lápiz y anotar nerviosamente en los márgenes. Aranguren, patriarca de los estudios éticos modernos en lengua española, dicesiguiendo a Zubiri: "El hombre, para subsistir biológicamente, necesita hacerse cargo de la situación, habérselas con las cosas como realidad y no meramente como estímulos". Esto es así porque el ser humano, a diferencia de los animales, no ejecuta únicamente reacciones, para las que basta con recibir estímulos, sino también acciones, que requieren ponderación previa y, por lo tanto, una comprensión más o menos general del mundo.

Lo que me llama la atención de la formulación de Aranguren y lo que vincula, creo yo, el conocimiento con la creación artística, como hace la Fundación BBVA al incluir músicos entre los conocedores, es la siguiente frase: "El hombre tiene que considerar la realidad antes de ejecutar un acto; pero esto significa moverse en la irrealidad". Es sabido que no se puede entender del todo un sistema sin observarlo desde fuera. Por eso, el ser humano, para entender el mundo real con intención de modificarlo, se ve obligado a crear y ponderar en su mente otro mundo, necesariamente irreal, o mejor, muchos mundos irreales y, a continuación, elegir. De la elección puede surgir una acción,capaz de modificar el estado del universo, o una teoría, capaz de explicarlo. Los mundos irreales que imaginamos son, en el primer caso, posibilidades y, en el segundo, modelos. Esta capacidad de observar el mundo y a partir de él imaginar otros, parecidos o no, es la que nos define como humanos, y es exactamente la misma que hace posible el arte. Todas las obras de arte, desde los bisontes de Altamira al toro del Guernica, desde las melodías gregorianas al Concierto de piano de Ligeti, son universos paralelos, que no pueden crearse ni apreciarse si no es situándose en la irrealidad. Posibilidades de acción, teorías filosóficas o científicas y obras de arte: tres productos humanos que requieren la misma habilidad: desdoblar el mundo en mundos.

Lo que Aranguren y Zubiri dicen no es que el hombre pueda imaginar otros mundos y ponderarlos sino que no puede no hacerlo. "Se trata de una necesidad, de una forzosidad exigida por la propia naturaleza, por las propias estructuras sociobiológicas". Igual que el hombre es constitutivamente moral (autor de acciones realizadas por algo, con vistas a algo) quizá sea también constitutivamente artista (creador o apreciador de creaciones). Sabemos, al menos, que el principal requerimiento para lo uno y para lo otro es el mismo: situarse en la irrealidad. Imaginar.

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