El doctor Andrzej Szczeklik tenía la mirada medio compasiva, medio burlona de

quien está acostumbrado a lidiar con asuntos graves y ha entendido hace mucho tiempo

que los problemas que tienen solución no son tales problemas, y que, además, por los

que no la tienen, no merece la pena preocuparse. Bueno, no exactamente: dedicó su vida

a buscar soluciones a los problemas que aparentemente no la tenían, pero sabía que las

soluciones, a veces, se encuentran por casualidad. Hizo de la curiosidad su arma y eso le

convirtió no sólo en un médico reputado sino en el sabio escritor de dos libros hondos y

apaciguados, consoladores e iluminadores: el primero de ellos, Catarsis, lo publicó hace

unos años en español Acantilado, que ha puesto ahora en las librerías el segundo, Core.

Sobre enfermos, enfermedades y la búsqueda del alma en la medicina, con prólogo de

Adam Zagajewski y en traducción de V. Benítez Canfranc y M. Lema Quintana.



Porque eso era lo raro de Andrzej Szczeklik, médico, escritor y pianista de un

cabaret satírico: creía que, del alma para abajo, todo podía ser asunto de la medicina. En

sus libros recorre todos los caminos que van de la medicina al arte, y eso le convierte un

poco en un poeta y, sobre todo, en un humanista, de los que tan necesitados andamos.

Dijo de él Czeslaw Milosz: “El doctor Szczeklik es un médico humanista, por lo

que los poetas y los artistas intuyen en él un alma gemela, aunque reforzada con

unos conocimientos de microbiología, química y genética que ellos no poseen.

Hoy, cuando los progresos de la ciencia han avivado tanto el debate acerca de los

límites de la moral, un libro de un médico humanista sensible a estas cuestiones es

muy oportuno y responde a una verdadera necesidad”. El poeta, sugiere de algún

modo Milosz, es un médico imperfecto, pero atiende a aspectos que los médicos de

carrera suelen dejar de lado y que no son menos importantes. “La medicina y el arte

parten del mismo tronco”, nos avisa Szczeklik. “Ambos tienen origen en la magia, un

sistema basado en la omnipotencia de la palabra. Una fórmula mágica, debidamente pronunciada, trae la salud o la muerte, la lluvia o la sequía, evoca los espíritus y revela

el porvenir”, opinaba este médico conocedor del valor consolador de la palabra y que

asumía como una de las búsquedas necesarias del médico ser capaz de decir siempre la

verdad al paciente, por dura que fuera, sin podar jamás las ramas de la esperanza.



Szczeklik, un hondo humanista, es un escritor fascinante, capaz de

mezclar en un párrafo física cuántica y mitología clásica y convencernos de que

nunca pertenecieron a realidades distintas. Si Catarsis era fascinante por su

habilidad para quitar los velos no ya de nuestra mirada sobre la realidad, sino, sobre

todo, sobre la forma en que nos vemos a nosotros mismos inmersos en ella, Core

ahonda en muchos de los aspectos tocados en aquel libro abriendo la mirada a nuevos

campos. Una película de Andrzei Wajda basada en un relato de Stanilaw Lem le sirve

para hablar de transplantes y de cómo con ellos se van de un cuerpo a otro no sólo

órganos, sino también alergias, manías, ¿alma? “Definir el yo”, nos dice, “concepto que

en la psicología ha sustiuido al de ‘alma' sin eludir por ello sus mismos problemas

semánticos fisiológicos y existenciales, desde la inmunología es tarea fácil.

Recordemos: el ‘yo' es aquello que el sistema inmunológico reconoce como propio,

como perteneciente al propio cuerpo”. Y al llegar al final del párrafo, todos sabemos

que no nos está hablando sólo de inmunología.



Algunas páginas de las más hermosas de este tomo están dedicadas al

encantamiento amoroso, a lo que supone la muerte (que se le apareció al doctor a

principios de este mismo año), a seguir el rastro de la búsqueda del alma en la historia.

Core, que da título al libro, es como llamaban los griegos (en griego kore es muchacha,

muñequita) al alma, una minúscula muchachita visible a través de la pupila. Al doctor

no le parece casual: “¿Cómo podían saber los griegos que la pupila es la única ventana

natural con vistas al cerebro, a sus nervios ópticos?” En latín, el alma era el anima

(también polilla y mariposa), que salía volando del cuerpo hacia los ultramundos

cuando el alma se liberaba del caparazón del cuerpo en el instante de la muerte.



Lo creerán o no, pero este libro lo lee uno como si no lo hiciera para sí, sino

para esa muchacha que vive en la pupila y que se siente feliz y apaciguada al leer y

reconocerse en lo que lee. Tal vez el ánima del doctor Szczeklik decidiera que el viaje a los ultramundos era pesado de más y decidiera quedarse a vivir entre las páginas de

sus libros, a la espera de encontrarse, una vez abiertas, con sus gemelas. Quién puede

saberlo. El doctor sonríe.