Tranströmer, las cartas de la historia
Air mail es, sobre todo, el dulce lamentar de dos poetas, a vueltas con sus traducciones y sus encuentros. Hay algún dardo ("Susan Sontag es el mayor muermo del mundo. Jim Wright se toma una copa, por puro instinto de supervivencia, tan pronto como oye citar su nombre", escribe Bly), pero es sobre todo la crónica de una amistad sazonada con reflexiones de taller útiles, sobre todo, para quienes nos dedicamos al mismo oficio, pero no solo: el empeño de Bly y Tranströmer en comprender cada engranaje de cada palabra, de cada frase en un poema, para así poder ponerlas en el idioma de destino, no debiera dejar de interesar a ningún lector. Igualmente hay disquisiciones sobre el ritmo, sobre los matices que da más el contexto cultural que el propio lenguaje que son, más que un tratado sobre la intraducibilidad, el mejor ejemplo de que siempre hay un camino para decir lo que se quiere decir; y que si hay algo que no conseguimos decir (como escritores, como traductores) no es porque no exista el modo, sino porque no damos con él.
De modo que Air mail es una novela epistolar sobre el arte de la palabra. Sin duda deja con más ganas de leer la poesía de Tranströmer, así que me permitirán que acabe con un poema suyo de los que prefiero, este "Sobre la historia":
I
Marzo. Camino hasta el lago. Escucho.
El hielo, tan azul como el cielo, se quiebra al sol.
El sol susurra ante un micrófono bajo la capa de hielo.
Cloquea. Fermenta. Suena a sábana sacudida a lo lejos.
Todo se parece a la Historia: nuestro AHORA. Sumergidos, escuchamos.
II
Conferencias como islas voladoras a punto de estrellarse.
Luego, un largo y tembloroso puente de compromisos.
Por él circulará todo el tráfico bajo las estrellas
ante los pálidos rostros de los nonatos
arrojados al vacío, anónimos cual granos de arroz.
III
Goethe recorrió África en 1926 disfrazado de Gide y lo vio todo.
Las visiones post mortem vuelven más nítidos ciertos rostros.
Leyendo las noticias de Argelia
apareció una casa grande con todas las ventanas en penumbra,
salvo una. En ella, el rostro de Dreyfus.
IV
El Radical y el Reaccionario conviven en infeliz matrimonio.
Creados así, en mutua dependencia.
Pero nosotros, hijos suyos, debemos liberarnos.
Cada problema grita en su propio idioma.
¡Persigue como un perro de caza las huellas de la verdad!
V
En el solar, no lejos de las casas
hay un diario lleno de hechos olvidado hace meses.
Se envejece en noches y días a la lluvia y al sol,
va convirtiéndose en planta, una col, va uniéndose al suelo,
igual que un recuerdo se transforma lentamente en ti mismo.
En su libro Casa azul (no hay edición en español) el poeta chino Bei Dao recuerda una visita a Tomas Tranströmer. Incluso incluye una fotografía en la que se les ve a ellos dos junto a Joseph Brodsky y otras personas en las escaleras de esa casa. "La casa azul se encuentra en una pequeña isla cercana a Estocolmo; el hogar de Tomas Tranströmer. La casa es vieja y pequeña, y requiere constantes cuidados y repintes para sobrevivir al adusto invierno sueco", escribe Bei Dao. Una casa azul en la que cuelga un barco pintado al óleo por el padre del poeta. "Los relojes se detienen en el verano sueco", nos revela el poeta chino. Y entonces podemos ver a Tranströmer pasear, entre las cosas y los hechos detenidos en el tiempo, observándolo todo desde una nueva perspectiva que luego nos revela en sus poemas para que entendamos que cualquier entendimiento requiere la rara distancia de estar fuera sin dejar de estar adentro.