Debió de ser en 2005, al poco de morir el poeta portugués Eugénio de Andrade, cuando apareció por última vez un fragmento inédito de Safo. Tengo ambos recuerdos unidos porque entonces pensé en cómo le hubiera emocionado a él la noticia, en cómo hubiera ido corriendo a traducir en calma los versos nuevos de nuestra vieja común amiga griega. Ahora que han aparecido dos fragmentos he vuelto a acordarme de Eugénio, pero eso es lo que menos importa ahora. Resulta que un señor tenía en su casa un viejo papiro y le dió por consultar a un papirólogo, el oxoniano Dr. Dirk Obbink, qué era eso que estaba escrito en griego. Resultaron ser dos poemas de Safo, uno de ellos desconocido. Otro profesor de Harvard que ha visto el papiro ha dicho que se trata del mejor conservado de Safo de entre los existentes. En el papiro en cuestión hay dos poemas. Uno de ellos habla de Caraxo y Larico, nombres que algunos textos griegos asignaban a dos hermanos de Safo pese a que ella nunca los mencionaba en sus poemas: pues aquí está, por fin a la luz (y yo no dejo de pensar en el poema que Andrade hubiera escrito), ese poema del que sólo sabíamos por Herodoto... Dicen algunos críticos a los que ha preguntado Dirk Obbink para el TLS que no es de los mejores poemas de Safo; a mí me gusta esa expresión suya que dice que están lejos de ser “frígida juvenilia”. El otro poema del papiro ya era conocido, aunque esta versión —pese a ser incompleta también— ayudará a reconstruirlo más cuidadosamente.

Lo que ustedes querrán es leer el poema. Imagino que no tardará en llegarnos una versión autorizada —espero que pronto la de Aurora Luque o Juan Manuel Macías, mis traductores de Safo favoritos— pero mientras tanto, aquí va mi versión, de entretiempo, apoyada en la inglesa de Christopher Pelling.

 

[...]

 

No, otra vez no... ¡Caraxo ha llegado!

Y su barco rebosa. Zeus y los demás dioses

deben saberlo. Mas tú

no pienses en ello y dime: “vierte muchas oraciones

a Hera, y suplica a la reina

que devuelva su barco a puerto

sano y salvo

y nos encuentre con salud y abundancia”.

Lo demás déjaselo a los dioses:

incluso la más furiosa tormenta

en seguida se calma.

A veces un guía, si esa

es la voluntad de Zeus,

nos lleva a lugar seguro:

y después la dicha y la riqueza

no tardan en ponerse de nuestro lado.

En cuanto a nosotros

si Larico un día alza la cabeza

convertido en un hombre

las hondas sombras de nuestra alma

se iluminarán alegres.