Rima interna por Martín López-Vega

James Merrill maneja los hilos

17 marzo, 2014 09:28

James Merrill (1926-1955) podría haberse quedado en curiosidad excéntrica: el poeta que escribió al dictado de la ouija uno de los más osados libros de la poesía norteamericana del siglo XX, el oscuro y, sin embargo, deslumbrante The Changing Light at Sandover. Podría haber pasado también a los manuales de literatura como el autor de unos cuantos poemas burgueses y letraheridos: el más famoso, ese “Lost in translation” (incluido en el libro que comento, Divinas Comedias) que parece imposible de entender cabalmente sin, entre otras cosas, tener recién terminada la búsqueda del tiempo perdido con Proust como guía de los infiernos pasados. Y sin embargo, la grandeza de su poesía navega entre todas las posibles caricaturas gracias sobre todo —al humilde entender de este lector— a dos cosas: su lucidez extrema a la hora de contar (y lo más importante: explicar-se) su propia existencia, y una capacidad para la concepción arquitectónica del poema largo que probablemente envidió cualquiera de sus contemporáneos y que debería ser tema obligatorio en cualquier taller de escritura de poesía.

Todo, incluso lo caricaturizable, tiene su sentido dentro de esa grandeza. La poesía de Merrill es capaz de concentrar en el espacio de un poema lo mismo un breve instante que un largo período de una vida. Y ese momento, ese período se abren a la vida entera: la poesía de James Merrill parece haber descubierto la danza que rige la mecánica cuántica. Merrill usa su poesía para entender su vida: para construirse un manual de instrucciones de sí mismo. Y lo hace con tanta lucidez, con tanta precisión, con tanta belleza (si se me permite usar, si quiera por una vez, esta palabra del español antiguo) que ante sus poemas uno se emociona, aprende, teme y se consuela a un tiempo. Dejo como ejemplo “El kimono” en la traducción de Jeannette L. Clariond:

Al regresar del callejón de los amantes

mi cabello estaba blanco como la nieve.

Alegría, incomprensión, dolor

habían pasado por mi vida como las estaciones.

De cómo llegué a casa

medio muerto y helado, tal vez lo sepas.

Ocultas una sonrisa y citas un texto:

Los deseos insatisfechos

persisten de una vida a la siguiente.

Hace tiempo nos apartamos de los hogares

que nos acogieron, hace tiempo eran marcas

sobre un plano de “orgullo abrasador”.

Tiempo sin cordura, el brillo de la burbuja

sobre el nivel carbonizado anuncia

la vuelta de abril. Un fulgor repentino…

Sigue hablando mientras me convierto en

el diseño de un arroyo

bordeado por juncos blancos sobre azul.

De James Merrill teníamos en castellano (si no se me escapa alguna otra cosa) la antología Casas reflejadas, publicada en México por El Tucán de Virginia y traducida por Manuel Ulacia. Aquella traducción tenía algunas deficiencias importantes (más allá de los despistes en los que cualquier traductor sin un editor atento detrás puede siempre caer), entre ellas, dejarse alguna que otra estrofa más o menos complicada sin traducir. Divinas Comedias (Vaso Roto) es, pues, el primer libro de Merrill que se publica exento en castellano. La opción elegida para la traducción, repartirse los poemas entre dos traductores (Jeannette L. Clariond y Andrés Catalán) parece arriesgada en principio, pues en un poeta como Merrill (y en realidad en cualquiera) mantener una cierta unidad de tono es fundamental. Sin embargo, pese a las posibles reservas iniciales, lo cierto es que el trabajo es impecable y si uno no se fija en quién ha traducido qué el libro se lee sin tropezones debidos al cambio de traductor. Tan sólo un pero: convendría haber aclarado que lo que se edita ahora no es el Divine Comedies que se publicó en 1976 y ganó el premio Pulitzer, sino su versión abreviada prescindiendo de la segunda y larga parte del libro, “The Book of Ephraim”, que Merrill retiraría después para convertirlo en una sección the The Changing Light at Sandover. Nada grave —parece que Vaso Roto publicará también ese libro— pero que convendría haber aclarado.

Pocos poetas recomendaría uno a quien esté interesado por la mecánica del verso como James Merrill. Divinas Comedias es, además, uno de sus libros más importantes. Y mecánicas y ouijas al margen, está lleno de poemas inolvidables. Pocos poetas cómo él saben manejar a un tiempo los hilos de la biografía y la tradición literaria para lograr una emoción compleja de la que el lector sale reconstituido, crecido, más nuevo y más viejo a un tiempo.

 

 

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