Rima interna por Martín López-Vega

Vacaciones poéticas 1

4 agosto, 2014 07:00

[caption id="attachment_611" width="150"] Tomas Venclova[/caption] Con la esperanza de convertirlo en una pequeña tradición, durante este agosto de nuevo este blog les ahorrará mi cháchara habitual para ofrecer versiones (mías, eso sí; nada es perfecto) de poetas de aquí y de allá para viajar, al menos, en verso. ¡Buen viaje! Tomas Venclova (Lituania, n. 1937) Metro de Berlín, Hallesches Tor Invierno en Europa. La sucesión de campos asfaltados se contrae, se arruga, se agrieta como la cáscara de una castaña. Toda la amenazadora vanidad del espacio se pierde aquí. Invierno y Berlín. Un hueso, una caja cerrada, cemento. Vemos el cielo al revés. Hay guardias en las calles. Un remiendo salta a la vista en un muro, las lámparas azules destellan. Un vacío sin dirección. El ovillo de hilo no conduce a una nueva existencia. Sobre Europa la nieve agita sus alas. A menudo no sabes, después de haber viajado años y kilómetros, qué orilla será la que encuentres. Es siempre lo mismo, Jericó, Mitte- los planos de las ciudades cambian, las termitas se afanan, y la trompeta nunca cederá el paso al susurro en voz baja. Da un rodeo, busca el ayer en el mañana. Ahí, macerando en la nieve sucia, un hombre se vuelve cada vez más oscuro. No está destinado a ver un vagón como una caja cerrada arrastrándose pasado Hallesches Tor, después de haber estado más allá y más allá aún.   João Camilo (Portugal, n. 1943) Abril provenzal La noche de primavera inmovilizada en su quietud. El aire cálido, el azul del cielo entre las ramas de los árboles mientras las avenidas no dejan de llenarse de gente. Un muchacho con el torso desnudo se acuesta sobre cristales rotos, un violín y una flauta cantan en la esquina de una calle. Los brazos desnudos de las muchachas, los ojos con que ellas miran, sombras azules en la piel tan joven de los párpados. Y bajo las blusas sus pechos desnudos, como fruta en el árbol, iban surgiendo del invierno, nos invitaban a esperar el verano como la edad de nuestra plenitud. La noche: horas que el sol usa para colorear los frutos distantes de los otros continentes. Y las muchachas aprovechan para sonreír en las orillas de esos ríos, en los plazas de esas ciudades, en las ventanas entreabiertas a la mañana. Concentrado en la perfección en que quiso fijarse, el color azul, como la ausencia de viento, se diría eterno, destinada la noche a no vivir más que cierta edad joven, a morir adolescente en los brazos trágicos de una luz brusca.   Nina Cassian (Rumanía, n. 1924) Fantasma Una alfombra de mariposas muertas a mis pies, muertas y mustias (no sufren de rigor mortis). Yo, por mi parte, estoy bastante saludable. Me han extraido el hígado, me han desencajado los pulmones, arrancado el corazón, de modo que ya nada me duele. Convertirse en fantasma es una solución que recomiendo vivamente. Moncef Luhaibi (Túnez, 1949) Como el burro de Juan Ramón La noche regresa con su sombra y el sol señala a Acuario y yo digo: ¡Es el invierno, entonces! El Infierno de Dante está sobre mi mesa; junto a un vaso de vino blanco y pescados fritos que me esperan... He dicho: enciendo un cirio para la noche cuando la flor del hibisco me ha sorprendido a la puerta del jardín: tenía tiempo de sobra pero no he corrido hacia ella... No he rodeado su primavera con el ala de mi canción... He olvidado la puerta abierta (la nube ha retirado su luz) y me detenido como el burro de Juan Ramón. En mi sombra de cartón piedra me ha iluminado.

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