La editorial Sexto Piso inaugura colección de poesía, y lo hace de un modo inmejorable: editando uno (de tantos, aunque por suerte cada vez menos) libros fundamentales de la poesía europea del siglo XX que nunca habían sido vertidos al castellano. El libro es Alfabeto y su autora, la danesa Inger Christensen (1935-2009). Diez años mayor que Henrik Nordbrandt, otro enorme poeta danés mucho más conocido en España gracias a las traducciones de Francisco J. Uriz (quien también ahora nos trae a Christensen) es mucho más experimental que Nordbrandt. Christensen pertenece a esa hornada de poetas del siglo XX que le da la vuelta a la concepción de poema y de libro de poemas:uno piensa a veces, al leerla, en Muriel Rukeyser o Adrienne Rich, otras dos poetas indispensables, como Christensen, si uno quiere entender como el siglo XX ha reformulado la idea de poema pese a que muchos versificadores no se hayan enterado. Al grano: Christensen construye su libro a modo, por un lado, de alfabeto (particularidad que siempre ha sido posible resolver en la traducción, pero Uriz, en un ejercicio más de su sabiduría como traductor, a estado a punto) y, por otro, de fórmula matemática: a partir del primer poema, de un solo verso (“los albaricoqueros existen, los albaricoqueros existen”) , los versos de cada estrofa corresponden a la suma de las dos estrofas previas, siguiendo la secuencia númerica de Fibonacci. Habrá quien encuentre esa forma caprichosa: a esos mismos habrá que preguntarles por qué es más caprichosa que, pongamos, la del soneto. Este libro es un maravilloso ejemplo de las formas poéticas no reciclables de las que hablaba Denise Levertov.

Sobre esa estructura, Christensen elabora un prodigioso libro sobre cómo el lenguaje va creando el mundo. El tono casi de mantra que tiene el comienzo del poema se va volviendo más complejo en sintaxis y significados hasta convertirse en un poema total, con zonas barrocas o políticas, zonas iluminadas siempre por un lirismo salido de la mano de una voz inconfundible y sabia. Cito uno de los pasos del libro, pese a que no debería deturparlo:

 

me resulta un poco raro

oír cigarras

aquí donde hace mucho frío

y por tanto no hay ninguna

quizá sea por ese tipo de cosas

que siempre han ocurrido

cuando la luz se encamina hacia el norte

y el abedul la acompaña

como cuando una habitación de un

sueño durante un viaje una vez

es precisamente la habitación

a la que vuelves a casa y en la que te instalas [...]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay más Christensen que la de Alfabeto; Esto, por ejemplo, es otro libro magnífico que sería maravilloso tener en español. De momento tenemos la traducción transparente, como todas las suyas, de Francisco J. Uriz, en una editorial, Sexto Piso, que gracias a cosas como esta, y a su ausencia de concesiones al mercado, es una de las dos o tres editoriales patrias (o casi) de las que uno lo quiere leer todo.