Relámpagos de Charles Simic
Que el norteamericano nacido en Belgrado Charles Simic (n. 1938) es uno de los mayores escritores contemporáneos es algo que probablemente sería un lugar común si no fuera su principal dedicación la poesía, que sigue siendo un género sospechoso. Pero cualquier lector reacio a ella que se asome, por ejemplo, a sus memorias, Una mosca en la sopa (publicadas en España por Vaso Roto en traducción de Jaime Blasco), a sus libros de ensayo (hay una antología mexicana), o a las entradas de su blog en la New York Book of Books descubrirá un prosista cargado de sentido común, sentido del humor, sentido de la Historia, sentido de la palabra exacta, y así en adelante hasta llegar no a un sexto sentido, sino incluso a un séptimo o un octavo. Vaso Roto, que ya publicó un par de libros de poemas de Simic, la traducción de Jordi Doce de El mundo no se acaba, sin duda uno de los libros imprescindibles de la poesía viva, y Mi séquito silencioso, en traducción de Antonio Albors, edita ahora, en traducción de nuevo de Jordi Doce, El monstruo ama su laberinto, que mezcla fragmentos de memorias y aforismos en uno de esos libros sin género que desbordan cualquier etiqueta enriquecido con un epílogo de Seamus Heaney. Si aún no se han acercado a Simic, esta es su oportunidad. Van aquí algunos fragmentos como aperitivo.
No les he contado cómo me llené de piojos al ponerme un casco
alemán. Fue una historia célebre en mi familia. Recuerdo esas
noches de invierno justo después de la guerra, con todo el mundo
acurrucado alrededor de la estufa, hablando y angustiándose hasta
la madrugada. Tarde o temprano, era inevitable, alguien mencionaba
mi casco alemán lleno de piojos. Pensaban que era lo más gracioso
que habían escuchado jamás. Los mayores lloraban de la risa. Un
crío tan estúpido como para ir por ahí con un casco alemán lleno
de piojos. Estaba infestado de ellos. ¡Cualquier tonto podía verlo!
Me quedaba sentado sin decir nada, fingiendo que me hacía
gracia, asintiendo con la cabeza mientras me decía a mí mismo,
¡qué panda de idiotas! ¡Todos ellos! No tenían ni idea de cómo
había conseguido el casco, y no estaba dispuesto a decírselo.
Fue uno de esos días que siguieron a la liberación de Belgrado.
Yo estaba fisgando en el viejo cementerio con algunos amigos.
¡Entonces, de repente, los vimos! Un par de soldados alemanes,
claramente muertos, espatarrados en el suelo. Nos acercamos para
verlos mejor. Estaban desarmados. No llevaban botas, pero había
un casco en el suelo, junto a uno de los cuerpos. No recuerdo
con qué se quedaron los demás, pero yo me hice con el casco. Caminé
de puntillas para no despertar al muerto. También procuré
mantener los ojos apartados. Nunca vi su rostro, aunque a veces
piense que lo hice. Tengo un recuerdo muy intenso y nítido de
ese instante.
Esa es la historia del casco lleno de piojos.
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«Mi hijo busca el secreto y el significado del Tiempo», nos dice
al entrar. Si no nos avisara, pensaríamos que solo está mirando
la lluvia por la ventana. La madre quiere que no hagamos ruido
mientras inspeccionamos el cuarto que ella ha puesto en alquiler.
«Povera e nuda vai, Filosofia», escribió el poeta italiano
Petrarca. La lluvia cae cada vez con más fuerza y luego el bramido
de los truenos sobre Manhattan.
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Atardecer oscuro de diciembre. En la iglesia los santos están
despiertos viendo caer la nieve.
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La historia es un libro de recetas. Los tiranos son los chefs. Los
filósofos redactan las cartas. Los curas hacen de camareros.
Los gorilas son gente del ejército. Los cantos que oyes son los
poetas lavando los platos en la cocina.
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El jazz tiene que ver con la alegría. Vieja alegría convertida en
nueva alegría.
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Hay un boletín del tiempo en casi todos los poemas populares.
El sol brilla; nevaba; soplaba el viento... El poeta popular sabe
que lo más inteligente es establecer de inmediato la conexión
entre lo personal y lo cósmico.
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He aquí la teoría totalitaria de la literaria desde Platón hasta la
Inquisición, Stalin y todos sus seguidores:
1. Separación entre contenido y forma, ideas y experiencia. La
literatura es en primera instancia contenido.
2. El contenido necesita ser desenmascarado y expuesto como
lo que es en realidad. El policía que abofetea al joven poeta y
exige saber quién le ordenó escribir tal cosa encarna el ideal
3. La literatura es una forma inteligente de propaganda al
servicio de una causa determinada.
4. La literatura en sus propios términos es socialmente
peligrosa. El arte puro es una blasfemia contra la autoridad.
5. No se debe confiar jamás en el poeta y el escritor. Sí en el
crítico y el censor por su vigilancia constante.