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Clara Janés[/caption]
Si bien Vaso Roto -que además ha venido publicando sus últimos libros- reunió hace unos años la Poesía amorosa de Clara Janés, hacía mucho tiempo que se venía haciendo necesaria una reunión más amplia, que ofreciera un retrato de cuerpo entero de la trayectoria de su autora. Movimientos insomnes (Galaxia Gutenberg, edición de Jaime Siles) es ese libro sólo en parte, por un lado porque es apenas una antología (y sería de justicia tener ya una poesía completa de Janés, por voluminosa que resultase) y por otro, porque como reconoce el responsable de la selección en el prólogo, elegir partes de una obra orgánica como la de Clara Janés es siempre peligroso y parcial. Difícil cometido resuelto, sin embargo, con mérito por Siles: la selección da una muestra amplia, detallada y exacta de la obra de su autora.
Comienza Siles su prólogo (y es una de esas pocas veces en las que un prólogo añade, ayuda a comprender de veras la obra que precede, y enseña) subrayando la extrañeza de una obra como la de Clara Janés en la poesía española, una poesía que reclama, en sus palabras, que comparto, “una nueva hermenéutica”. La obra de Clara Janés se quiere heredera de una mística sin credo, pues lo mismo recurre a los místicos de casa (Santa Teresa, San Juan) que a los del Islam (Rumi y compañía) sin olvidarse de un nervio zen que recorre toda su obra diciendo que la quietud está en el movimiento, la claridad en la oscuridad y el todo, en el fragmento. Fractales es el título que dio la autora a uno de sus libros de poemas y es un título que resume bien la forma en que cada uno de ellos parece compuesto: a partir de un impulso inicial, multiplicándose después en fragmentos irregulares que parecen disímiles y a los que sin embargo guía una misma búsqueda. Algunos de sus libros explicitan su organicidad evidenciando su fórmula, como por ejemplo Fósiles, de 1985, en el que cada poema indaga en la forma de uno de ellos, filtrando la idea de que nada es lo que parece y forma y contenido no son cosas distintas.
Los poemas visuales que también se incluyen en este volumen parecen querer subrayar dos cosas, por si no quedasen claras en el resto de los poemas: por un lado, que esta poesía no renuncia a lo lúdico, presente siempre en toda obra verdadera; y por otro, y sobre todo, que esta es una poesía concebida como un arte físico, con volumen, con textura, con la marca de los dedos de quien lo moldeó en cada uno de los versos. Una escultura de la palabra, si se quiere. Los poemas visuales no son la única excursión poética publicada de Clara Janés: la primera edición de Kampa, y su reedición posterior incluida en Poesía amorosa, incluía la grabación de unas canciones que la autora compuso como acompañamiento al libro que le dedicó a Vladimir Holan.
Una mística, pues, que no se olvida de que no hay nada más espiritual que la carne; una poeta que sabe que el poema verdadero dista mucho de ser unidimensional, y ha de ser trabajado como cualquier otra obra de arte.
Copio un poema de su libro Peregrinaje:
En la penumbra de los prados
centellea el recuerdo de
dos maclas perfectas unidas
en una sola flor,
dos voces
que entretejieron en un solo canto
y partieron,
dejaron de ser presente,
dejaron de ser ausencia,
dejaron de ser…
Y quedó un espacio
que no es un principio
ni final
sino la otredad sin eco,
el puente entre
dos zanjas distintas
donde fueron arrojados
los miembros
del descuartizado amor.
Vaga una forma indecisa por el aire,
las nubes
que forman lagos y mares
entre las cimas azules del atardecer
y en su mutación esbozan
que todo,
todo puede
transformarse en su saber.
Si este fuera otro país trataría a Clara Janés como lo que uno diría que es, nuestro más importante poeta vivo -y uso el masculino para que no parezca que lo digo sólo a medias. Su absoluta independencia, su magisterio de curiosidad (en sus traducciones, en las que ha editado en las colecciones que ha dirigido), su transmisión de obras más respetadas que leídas, como la de María Zambrano, hacen de ella un modelo a seguir por cualquier poeta. Este Movimientos insomnes, delicada e inteligentemente tejido por Jaime Siles, es apenas un reflejo en el espejo de una obra honda, alta y diferente, como cosa innombrable que sólo se desvela en las palabras que un poema no dice, sino desbasta del común lenguaje.