Rima interna por Martín López-Vega

El paciente ibicenco de Antoni Marí

16 mayo, 2016 02:00

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Antoni Marí[/caption]

Antoni Marí (Eivissa, 1944) es uno de los intelectuales peninsulares más peculiares, “raro” en el mejor sentido de la palabra. No hay nada en su obra que no sea fruto de la alquimia combinada del pensamiento y la imaginación; no hay ensayo suyo que no sea también creación, ni hay libro suyo de creación (ya sea poema o novela) que no tenga la altura intelectual del más exigente ensayo. Ahora llega a las librerías, por fin, la traducción de su libro de poemas Han venido unos amigos (Renacimiento), publicado en catalán en 2010 y sin duda uno de los libros de poesía más peculiares y únicos que ha dado la poesía ibérica de los últimos tiempos. Esa primera edición tuvo ya mucha repercusión incluso fuera de las “fronteras” lingüísticas catalanas (si es que tal cosa existe), y me consta, por ejemplo, que uno de los últimos empeños de Félix Romeo fue emprender su traducción al castellano. La traducción que se publica ahora es del propio Antoni Marí, por lo que puede considerarse, ahora, un libro nuevo, original en castellano.

Han venido unos amigos es un libro muy de Antoni Marí y sin embargo parte de una paradoja; Marí, que de algún modo es el Rousseau ibérico de nuestros tiempos, detiene su escritura peripatética para que esta vez sea la voz del poema la que asuma la quietud y “reciba” visitas. “Estoy en cama, inválido, desde hace tiempo, / y nada me entretiene ni me alegra tanto como las cartas recibidas, / algo escasas tal vez, o las visitas que me hace la gente / que no es de la familia”, leemos casi al comienzo del libro. Marí asume una voz conversacional que poco a poco va desvelando su intención: arrancar del mismo modo, casi, que lo haría una novela, con la descripción del estado anímico del protagonista, para a partir de ahí transformarse en alegoría mediante el destilado de ese estado y el progresivo desbastado de todo lo que es anécdota, sobra, hoy. Nos da en seguida la pista: “Que hay otros lugares, fuera del mío, / tiempo hace que lo sé, reales, / plenos y vivos”.

Un libro, pues, que es una peculiar novela alegórica protagonizada por un hombre convaleciente que reflexiona sobre la existencia con un ánimo eminentemente contemplativo mientras recibe visitas que se nos invita a dudar si son reales o fantasmagóricas, en un lugar que es igualmente un lugar real (al que incluso se nos dan indicaciones muy precisas sobre cómo llegar: “Cuando hayáis dejado el camino de la Llentrisca / veréis, a mano derecha, una alberca, / un olivo quemado, un bosque de matojos, / y un espesor de ortigas blancas / que progresan, subiendo entre los árboles”) y un lugar simulado (un poco a la manera de Sarduy, pero más meditativo que erótico-festivo). En algunos casos, como cuando la visita es la de “un hombre osado y atrevido / que escribe lo que llaman poesía”, podemos llegar a pensar que quien visita al personaje del poema es él mismo, transfigurado en otro para mejor verse. El tono es siempre contemplativo, meditativo:

El espectáculo de la fuente y el profundo misterio

de los bosques que guardan todos los secretos, la dulzura

del aire y la luz de la montaña que se recorta

sobre el azul y se despliega, libre, hacia la luz

del cielo, y el rumor del agua que rompe contra

las rocas nos sumían en una quietud,

en un estado del alma, de una aquiescencia capaz

de entenderlo todo, maravillados de lo que sentíamos

y de cómo todas nuestras facultades,

tanto el entendimiento como la razón,

se mezclaban con las imaginaciones, y cada uno

encontraba en el otro la medida perfecta

de su cuerpo y de su alma.

Uno de los grandes logros del libro es esa dualidad constante; es simplemente el relato de un hombre convaleciente que medita y acepta una lectura alegórica sin forzarla. Han venido unos amigos es un libro de poemas con alma narrativa y que podría perfectamente representarse en un teatro o incluso llevarse al cine con éxito, cosa bien rara de decir de un libro de poemas. Marí consigue crear una de esas atmósferas densas, habitables, multidimensionales, que en poesía han conseguido Yanis Ritsos y pocos más. Su transparencia es profundidad y no hay una sola anécdota que no sea un pedazo de adn del alma. Y este libro es un capítulo más, igual de esencial, de una de las obras más sorprendentes, hondas y sabias de la literatura hodierna.

 

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