[caption id="attachment_1660" width="560"]
Una de las discusiones más interesantes del feminismo de los últimos quinquenios ha sido: ¿qué hacemos con la identificación mujer/naturaleza? Stacy Alaimo, en su libro Undomesticated Ground: Recasting Nature as Feminist Space, traza la genealogía de un paralelismo que ha servido para identificar mujer y naturaleza desde la "madre naturaleza" del género pastoral renacentista a la revolución científica que suplanta esa visión por una "hembra que debe ser controlada y diseccionada mediante experimentos", promoviendo "una ideología de poder sobre la naturaleza y una ‘metodología de penetración en sus más íntimos secretos" (la traducción es mía; Alaimo cita a Carolyn Merchant). Alaimo concluye que no existe nada natural en la sociedad, y que las categorías sexuales no son naturales, sino políticas y económicas. Sin embargo, subraya, cómo Luce Irigaray sugiere, no abandonar el espacio femenino del discurso, sino ocuparlo como primer paso para transformarlo: “Debemos asumir el rol femenino de forma deliberada. Es decir: transformar una forma de subordinación en una afirmación”. Naturalmente, un movimiento de esa clase no puede hacerse sin plantearse muchas preguntas, sin dialogar con la memoria de una identificación construida desde un punto de enunciación masculino.
Llegados a este punto, los aficionados a la poesía paisajística se preguntarán: ¿y qué tiene que ver esto con la poesía? Afortunadamente, todo... Como lectores de poesía contemporánea, tenemos la inmensa suerte de ver cómo muchos (y sobre todo muchas) de nuestr@s poetas más jóvenes están convirtiendo el poema en la mejor herramienta para interpretar el mundo, injertando en la tradición de nuestra lírica, tan dada al juanramoniano cabalgar violeta, una máquina de pensar construida con elementos importados de la filosofía o la sociología, sin olvidar conectarlos magistralmente al pensamiento poético. Un magnífico ejemplo de esto es Cuaderno de campo (La Bella Varsovia), de María Sánchez (Córdoba, 1989), que hace pensar emocionando y emociona haciendo pensar.
Cuaderno de campo revisa no sólo la experiencia de la vida del campo, sino la propia metodología; no sólo se hace preguntas sino que se cuestiona cuál es el mejor modo de hacérselas. Hay un diálogo con la memoria de los abuelos, con la que se intenta enlazar en busca de algo perdido: “Algo así tiene que ser el hogar. / Oír fandangos mientras las ovejas van / tras sus corderos // Rebuscar con los dedos las raíces // Ofrecer a los tubérculos los tobillos // Convertir la voz en ternura / y en presa // Prometerme una y otra vez / que nunca escribiré en vano / un libro con las mismas / manchas”. Ese recuerdo canta: “su voz llena de ternura / su voz / cuna nido madriguera” pero también se cuestiona: “no os engañéis, / la anatomía del canto / la ejerce más el macho / que la hembra”.
La poeta quiere escuchar la naturaleza sin mediación, buscar algo de entendimiento en la manera que tiene lo no-humano de crear hogares y vínculos, pero textos como “Monólogo acerca del instinto y de la entrega” dejan constancia de lo inútil de tal empeño recurriendo a la figura de San Francisco de Asís, quien “se dirigió a las aves las / llamó hermanas” pero “impuso el silencio les dijo / -ahora me toca hablar a mí”. “Esta es la mano que cuida” es otro de los poemas que nos advierte de la necesidad no sólo de escuchar, sino de aprender a escuchar de nuevo, desaprendiendo. Pues aunque “la bala de mi bisabuelo agrieta mi costado”, “Plinio el Viejo dijo que los perros / podían volverse locos / probando la sangre / de las mujeres / solo / de las mujeres”.
Quien nos habla en estos poemas ha reestablecido la comunidad familiar perdida (“Era esto lo que siempre querías, tenernos a todos en la misma casa. Y vamos a dormir y oímos cómo crece la hierba y rumian las vacas”) pero ha reescrito su canción:
venid que yo os enseñaré a tener siempre hambre
venid que yo os enseñaré qué es la verdadera pureza
venid que yo os enseñaré sobre anatomía y animales
venid que yo os enseñaré a elegir bien entre la carroña
venid que yo os enseñaré a alimentar a los buitres hermanos
venid que yo os enseñaré a diferenciar el poema de la cacería
venid que yo os enseñaré qué canción hay que cantarle a la muerte
Escuchamos que “Soy la tercera generación de hombres que vienen de la tierra y de la sangre”, pero también que aunque “Ellos me hablan como a un hombre. Ellos esperan de mí lo que esperan de un hombre”, la diferencia es: “Pero yo sangro. Animal o mujer: hecha de sueño y lágrimas”.
Son muchas más las vetas de este libro importante de las que se pueden explorar en una entrada de blog. Es probable que estos poemas den mucho que escribir; de momento dan mucho que pensar y que aprender, y lo hacen por medio de una emoción poética que va mucho más allá de los tópicos.