La poesía de Safo de Lesbos, Safo de Mitilene, o Safo a secas, ha llegado hasta nosotros como cualquier otra de las cosas que nos han alcanzado desde el siglo VII antes de Cristo; en ruinas. “Dormida en el pecho de la tierna amiga...” dice uno de los versos que han sobrevivido; no ha quedado nada más de ese poema, casi como una columna rota que mal se tiene en pie o un pedazo de friso tirado por el suelo que puede servir de asiento a un turista despistado. ¿Por qué nos maravilla Safo, si en la mayoría de sus poemas somos nosotros quienes tenemos que ponerlo todo, a partir de una sugerencia abandonada al capricho de nuestra imaginación? ¿Hay en sus poemas, en lo que queda de ellos, algo más allá del mito de su existencia, de su capacidad de ser símbolo de tantas cosas?
La Oficina reedita ahora sus Poesías en la traducción de Juan Manuel Macías que ya publicara en tiempos DVD ediciones. El libro viene enriquecido con varios textos del traductor sobre la poeta y el arte de la traducción y la filología; “el filólogo es una corrupción morbosa del bibliotecario”, afirma en el prólogo (y cualquier obsesivo podador de aforismos y/o chistes podría reducir a tal, jibarizándola, una afirmación que tiene mucho sentido en su contexto). Con las traducciones de Safo pasan las dos cosas que pasan siempre con los clásicos; que los lectores compulsivos las coleccionamos con el mismo ánimo que los coleccionistas de dedales, y que lo normal es que nuestra favorita sea la primera que leemos, casi nunca por ser mejor, sino por guardar la huella de nuestro asombro y admiración primera. Así pasa con Safo, y con Jayyam, y con Catulo...
Esta traducción de Juan Manuel Macías merece un lugar entre las mejores que ha dado nuestra lengua. No sé si por su fidelidad al griego clásico, del que me queda muy poco pese a los dos años estudiados en el instituto cuando aún estudiábamos estas cosas; pero sí desde luego por cómo suena en castellano, por el tono de los poemas “enteros” y por la gracia con que se mantiene el encanto de los fragmentos. Uno la relee a ratos aquí y a ratos en la edición que Aurora Luque preparó para Acantilado, quizás la versión en la que Safo suena más hedonista. Suena así traducida por Macías:
Ven a mí desde Creta hasta este sacro
templo; donde, en tu honor, una arboleda
amable de manzanos; donde altares
perfumados de incienso;
agua fresca murmura aquí entre ramas
de manzano, y umbrío está de rosas
todo el recinto, y de la fronda trémula
un sopor se desprende;
y el prado que apacienta a los caballos
copioso está de flores primaverales; soplan
aires de olor a miel...
Aquí, pues, tú, chipriota, coronada,
en copas de oro, delicadamente,
escáncianos el néctar ya mezclado
cuando la alegre fiesta
...¿cuando la alegre fiesta qué? Decíamos antes que era justo preguntarse si hay algo más que arqueología en estas bellas ruinas. Pero basta leer unas pocas páginas para darnos cuenta que rebosan de vida, que apelan a todos nuestros sentidos de una manera que los poetas que vinieron después alcanzaron alguna vez a imitar. Cuánta vida en estos poemas que se hicieron para celebrarla, que es la mejor forma de salvarla. Hermosa edición de La Oficina, gran traducción de Juan Manuel Macías, eterna Safo. Qué más se puede pedir, cuando la alegre fiesta...