La convocatoria de subvenciones al teatro y al circo acaba de publicarse en el BOE (resolución del 15 de enero de 2013), así que aviso a los interesados para que se vayan entrenando en la penosísima labor de reunir el papeleo, elaborar sus proyectos y rellenar las solicitudes, ya que el plazo de presentación termina el 24 del mes próximo. Quién hubiera dicho en tiempos pretéritos que la bohemia del teatro acabaría malviviendo gracias al entendido manejo de resoluciones, decretos, plazos, instancias...



Los conceptos de ayudas no han cambiado con respecto al año anterior. Se incide especialmente en promover la difusión del teatro y el circo en el ámbito nacional y extranjero, a través del apoyo a la producción y giras, y a la programaciones de teatro contemporáneo y circo en teatros privados. También se apoya la organización de festivales, ferias, muestras... pero quién lo solicite no puede tener ánimo de lucro, debe hacerlo por ánimo solidario o por otras bondades, en un claro empeño por segregar el teatro de cualquier actividad económica. Es decir, son ayudas dirigidas a asociaciones, corporaciones locales, entes por el estilo (con la excepción de los circos).



A través de esta convocatoria de libre concurrencia conocemos lo que la Secretaría de Estado de Cultura destina “directamente” al teatro privado: este año 7.343.000 de euros. Parecerá que ha crecido en dos millones con respecto al año anterior, pero no se lleven a engaño. Esta convocatoria contempla las subvenciones plurianuales, de carácter bienal, y así se explica la diferencia presupuestaria. El año que viene estas ayudas no se ofertarán.



Las ayudas máximas a las que puede aspirar una compañía o productor, exceptuando las concedidas a los citados proyectos bianuales, son las que se otorgan a giras por el territorio nacional de proyectos interautonómicos que pueden llegar a obtener hasta 115.000 euros por título y en las que pueden justificar gastos de producción. Respecto al sistema de selección, un comité “con un máximo de 7 (en teatro) o 5 (en circo) vocales expertos independientes de reconocido prestigio” valorará·”la calidad artística y técnica del proyecto”, “la repercusión que pueda tener en el exterior”, “la rentabilidad social” y “su impacto positivo en colectivos desfavorecidos”, “el carácter innovador”... en fin, como se ve, coordenadas cartesianas.



Esta cantidad que el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) destina al teatro privado puede contrastarse con lo que le cuesta mantener tan solo dos de sus teatros nacionales, unos 24 millones de euros al año para pagar personal y programación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (9.086.223 euros) y del Centro Dramático Nacional (15.015.348 euros), según datos relativos a 2013. Se dirá que los Festivales que financia el INAEM también son una manera de subvencionar la producción privada. Por supuesto, pero es pecata minuta. Sumemos: Festival de Mérida: 187.000 euros; Festival de Cádiz: 193.000; Festival de Tárrega: 75.000; Muestra de Autores Españoles de Alicante: 163.000, Festival de Almagro: 408.000. También hay una partida importante para el Consorcio de Rehabilitación de Teatros Privados de Barcelona (225.000 euros) y otra para empresas de circo que inviertan en infraestructuras (173.000).



A poco que se conozca el funcionamiento de la industria teatral en nuestro país, uno se dará cuenta que la subvención es el radar que la guía. Casi todo el sector del espectáculo, -con excepción de los musicales, su verdadero motor que es el que atrae el grueso de espectadores­, mendiga ayudas públicas nacionales, autonómicas, locales. Y también las giras, o sea la red de distribución de las producciones privadas, está en manos de las administraciones locales, que en estos momentos están sin un duro y con los teatros de su propiedad a medio gas, si no cerrados.



Casi nadie parece dispuesto a darle la vuelta a este modelo paternalista. Se habla de la Ley de Mecenazgo, pero se habla con desconfianza. Y creo que hay una razón profunda: se desconfía del criterio y del gusto de los ciudadanos y se prefiere que los decretos, resoluciones, disposiciones... determinen qué teatro merece pertenecer al Olimpo del arte.