Me he llevado una feliz sorpresa con el montaje El sur de Europa. Días de amores difíciles, que puso punto y final al Festival Escena Contemporánea el pasado fin de semana en la sala Cuarta Pared de Madrid. En esta obra late el pulso de un poeta, o mejor dicho, de cuatro, los fundadores del colectivo madrileño La Tristura (Pablo Fidalgo, Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Giménez) , y eso, en estos malos tiempos para la lírica, ya es mucho.



Y no es que la obra plantee una temática original, todo lo contrario, aborda temas muy trillados: El fin de la dorada juventud y como ni siquiera el amor nos libra de la mediocridad, tambien las utopias frustradas y, en concreto, por qué no funcionó el 15-M... La debacle y la escapada. À bout de soufflle. Es esta una obra política sin ser tendenciosa, romántica y a la vez desasosegante e intensa, escrita por una mano inocente pero de una lucidez notable.



No pude evitar trasladarme a mis años de juventud mientras la veía. Quería sentir cómo se sienten ellos (los jóvenes de la obra, los jóvenes de hoy) cuando hablan de lo difícil que es vivir de verdad, de forma libre, valiente, entregados al momento, vivir una época de tu vida de forma provisional, en la que el amor es tan importante y a la vez tan incompatible con la libertad. Por mi compañero de blog, Martín López Vega, he sabido que Fidalgo, uno de los miembros del colectivo, es un gran poeta que ya intentó entender lo que es ser joven en su poemario La educación física.



El espectáculo se divide en tres partes y tiene un comienzo intenso y emocionante, lo mejor para mí. Ofrecen al espectador unos auriculares por los que se oye el diálogo de una pareja que se reencuentra cinco años después. La sensación para el espectador es como si oyera un diálogo radiado, puesto que transcurre mientras el escenario está apenas iluminado e inundado de bruma que poco a poco se va despejando hasta que en el momento final descubrimos a los dos actores que lo interpretan y, por cierto, magníficamente y con bellísimas voces. El final incorpora con gran acierto el diálogo de Joan Crawford y Sterling Hayden en Johnny Guitar. Es ésta, diría yo, la parte más dramática de la obra.



Luego entramos en la alocada escena de los discursos, con todo el equipo de actores largando por los micrófonos alternativamente y cantando pésimamente a propósito. Y trufado con música setentera de Triana y Lole y Manuel. Si no fuera por el valor de los textos, diría que la fórmula está agotadísima. Pero se dicen cosas poco comunes, como, por ejemplo, ésta sobre la virilidad masculina:



"Antes los hombres entraban en los sitios y miraban/ Ahora entran a ser mirados.../ El juego ha cambiado/ Y poco a poco creo saber por qué/ Porque a algunos hombres la existencia de las mujeres/ Su presencia en todos los sitios no nos deja vivir/ Nos impone y nos exige demasiado/...



O capítulo bien armado es de los actores mencionando sus experiencias en las asambleas de la Puerta del Sol, intentando buscar una explicación al fracaso del 15-M. La juventud y su hambre de revolución, la sangre pura que busca conductos impuros para transitar:





“Creo que todo todo todo esto es un problema de ritmo

Cuando estaba aquellos días de mayo en la plaza de sol

En realidad sentía una sensación de arritmia profunda con el mundo

Sentía que todo se hacía demasiado pronto o demasiado tarde

Demasiado rápido o demasiado lento

Y no me sentía una víctima, me sentía responsable

El problema del 15 de mayo

Fue el 14, el 13, el 12, el 11 de mayo...

No supimos vivir cada día de otra manera

No supimos mirar de otra manera

Amar de otra manera”.



La Tristura es teatro contemporáneo, está clara su voluntad de hacer un teatro que sea testigo de su tiempo, contar las cosas desde las entrañas, y parece que han encontrado un camino para hacerlo. Es ahí, en el camino, donde yo echo de menos una fórmula dramática, más artificiosa, más elaborada. El teatro, o teatrito como ellos se refieren irónicamente en varias ocasiones a lo largo de la obra, admite el discurso, la lectura, el mítin, el concierto... todo, pero el drama es otra cosa, tiene sus leyes.