Se dice que en México la realidad no deja espacio a la ficción, lo que explicaría la abundancia y el predominio de los cronistas en la narrativa azteca.  En menor medida, también el teatro de allá ha comenzado a testimoniar los latigazos que azotan su día a día, como refleja Baños Roma, espectáculo que llega de la mano de la compañía mexicana Línea de Sombra y que estará hasta el domingo 23 en el Matadero de Madrid,  para luego viajar al Centro Párraga de Murcia (4 de abril) y al Teatro Rosalía de Castro de La Coruña (6 de abril).

Cuando uno ha visto Baños Roma intuye que lo visto es verdad, pero que también puede ser una invención. “Una historia contada es una historia inventada”, dice uno de los actores al inicio de la representación, aviso de que lo que a continuación va a acontecer es un juego de impresiones personales, pareceres, fragmentos de recuerdos aislados de cada intérprete sobre la guerra de Ciudad Juárez.

Y empieza el espectáculo: Cuentan los actores que una entrevista en un periódico a Mantequilla Nápoles, legendario boxeador que alcanzó el título mundial de los pesos welter en 1969, les llevó hace cuatro años hasta Ciudad Juárez, donde el púgil mantenía entonces un decadente gimnasio, Baños Roma, en el que entrenaba a niños y jóvenes. El interés suscitado por el recorte periodístico venía avalado también por el cuento La noche de Mantequilla, en el que precisamente Julio Cortázar inmortaliza al boxeador en la lucha que le enfrentó en París en desigual combate con el argentino Carlos Monzón, pues era campeón de pesos medianos.

Los actores visitan Ciudad Juárez a lo largo de 2009, hablan con Mantequilla,  su familia, sus amigos… pero descubren un entorno tan ominoso y violento, tan espeluznante, que, al final, no podrán evitar que sea la propia ciudad la que suplante al protagonista que inicialmente habían escogido para su relato escénico.  En ese año, hubo en Ciudad Juárez  2.632 personas asesinadas y, además, en el estado de Chihuahua el número de asesinatos contra mujeres es quince veces más alto que el promedio mundial.  “Queríamos encontrar al boxeador”, cuenta  Bernal, “pero nos encontramos con otro reto, el de esa realidad y el de cómo verbalizar en el terreno artístico lo que nos pasó”.

Baños Roma trasciende la mera representación teatral para erigirse en una empresa sociocultural, en un proyecto en construcción, en una experiencia de llevar lo escénico a otros ámbitos. Durante el trabajo de investigación  en el que los actores intentan rescatar la vida del héroe, comprueban el calamitoso estado en el que se encuentra el gimnasio y se proponen rehabilitarlo, ayudados por amigos y familiares, para devolverle su antigua función deportiva. El gimnasio se encuentra en el centro de Ciudad Juárez, antaño bullicioso y lleno de pequeños negocios que han ido cerrando y sumiendo a esta zona en un silencio pesado, insoportable. Consiguen reabrir el gimnasio y se lo devuelven a Mantequilla y a su mujer.

La historia no acaba ahí, estos actores tienen una idea rara del teatro. Como ya se ha dicho, no les basta actuar en el escenario, quieren hacerlo también en la vida. Y prosiguen con otra utopía, la de recuperar otros espacios del edificio donde se encuentra Baños Roma para crear un centro cultural que ofrezca residencias para artistas. Y en ello están.

Todo esto se cuenta en la obra, de forma fragmentaria, a partir de las experiencias de  los actores, que son recreadas por su propia imaginación, que es de lo que están hechos los recuerdos.  Es un relato colectivo, ordenado por el director Jorge Vargas y el “conceptualista” Eduardo Bernal (en término acuñado por él mismo), con textos añadidos de Rodrigo García (Prometeo) y de Gabriel Contreras. Hay un importante componente musical, que rescata temas de la música popular mexicana. También un juego de planos narrativos, a través del empleo de cámaras que filman a los actores en acción y que inciden en la subjetividad.

Línea de Sombra ya había estado en Madrid con Amarillo, una historia sobre la inmigración mexicana en Estados Unidos. Con más de 20 años de recorrido, la formación ha apostado por seguir la senda del teatro-documento, o del teatro de historias urbanas, o del teatro en construcción o como quiera que se llame este género teatral de no ficción, en la línea de formaciones como la alemana Rimini Protokoll. Para la compañía el reto es doble: se trata de un teatro que pretende abordar  la realidad desde perspectivas poco usuales, pero también de forjar una dramaturgia desde ámbitos no escénicos. Un teatro que conjuga la verdad de la vida con la del escenario.