[caption id="attachment_1027" width="560"] Imagen de Windermere Club de Juan Carlos Rubio[/caption]
Juan Carlos Rubio es el autor dramático más ubicuo y versátil de la actual cartelera madrileña, salta de un teatro a otro como pocos, de una comedia de situación a una obra política o a un show musical. Tiene cuatro obras de gira y tres producciones en camino. Dramatúrgicamente hablando, se podría decir que esta temporada que acaba de empezar le pertenece. Por su condición de autor y director, Rubio vive exclusivamente del teatro y ello lo convierte en una rara avis del gremio farandulero, en el que como es sabido los autores comparten la escritura con otras labores más alimenticias.
Pero veamos el primer espectáculo con el que Rubio se ha presentado:
Windermere Club, que estará hasta el domingo en el Fernán Gómez (y sube el próximo 15 en la Olimpia de Valencia).
Es una en una adaptación ajustada e ingeniosa que Rubio ha hecho de El abanico de Windermere, de Oscar Wilde. El espectáculo es ambicioso en su puesta en escena, de buena factura, y sorprende por la traslación que presenta: de la casa en la Inglaterra victoriana en la que transcurre la acción del original, a un club del húmedo y tórrido Miami (alegre y eficaz escenografía de Asier Sancho) en el que se dan cita personajes de distintas nacionalidades (siguiendo con la idea de reproducir el microcosmos de Miami que al parecer Rubio conoce muy bien). Ello también permite al director, Gabriel Olivares, introducir música y crear unas
coreografías que enriquecen el espectáculo y, sobre todo, que permiten a los actores lucirse tanto actuando como bailando.
Del elenco, capitaneado por una guapa Natalia Millán en el papel de una frívola mujer madura, me sorprendió especialmente la protagonista Lady Windermere (aquí se llama Sara), a la que da vida la joven y bonita Susana Abitua. Es una actriz con presencia escénica, con magnetismo, versátil en el baile y muy convincente con su acento porteño (ella es española). Tiene gracia cómo funciona la idea de los acentos del español, de ofrecer
una especie de reino de Babel de nuestro idioma conjugando personajes que proceden de distintos países: el acento cubano (que hacen Harly Becerra y Emilio Buale), el español (Millán), el mexicano de Efrain González y el mexicano con
spanglish de Teresa Hurtado.
Tras ver la obra
me pregunto si su argumento ha resistido el paso del tiempo, si el conflicto moral que plantea Wilde, la buena reputación que una mujer está dispuesta a jugarse, es creíble en nuestros dias. "En realidad, lo que más me interesó de esta obra fue preservar intactos sus brillantes diálogos. Tengo una admiración incondicional por Wilde, por su personalidad y su ingenio como autor. Su vida fue contradictoria, como la mía. Aquí decidí eliminar toda esa parte moral de la obra, para centrarme en la protagonista, en Sara-Lady Windermere, y presentarla como una persona que cree firmemente en el amor. El amor es un tema que me interesa mucho, nos permite hacer cosas increíbles", me explicó Rubio días después.
Y efectivamente,
el adaptador despoja la obra de esa carga de moralina que podría convertir la pieza en un culebrón iberoamericano, en una historia excesivamente melodramática, para estilizarla con réplicas y contraréplicas agudas y humorísticas y dotar a los personajes de verosimilitud. Es la manera de que podamos creer la historia de Sara, y emocionarnos con ella. Hay también otro aspecto de la obra de Wilde que sí subraya, el del mundo de las apariencias y de los chismes que es el detonante del conflicto. Es un mundo que, según Rubio, están hoy de plena actualidad: "Cuando pienso en las redes sociales, creo que ahora estamos peor que en la época de Wilde" .
Windermere Club es una de las primeras versiones que firma el autor -"Comencé a hacer versiones el año pasado, hasta entonces no había hecho arqueología", apunta-, pero le ha cogido gusto a emplearse con las palabras de otros.
Al final de la carretera, de Willy Russell y que él ha adaptado, gira por España, y el próximo día 16 presenta en los Teatros del Canal
El príncipe. Se trata de una obra que contrasta completamente con
Windermere, un monólogo interpretado por Fernando Cayo y que también ha dirigido. "Este monólogo no existiría sin Fernando, que es un actor inmenso. Aquí
ha escrito un texto a partir de la vida de Maquiavelo, de su obra y de sus circunstanciase, empleando su célebre ensayo pero también otros escritos suyos. Es una figura que yo sólo conseguía rozar, pero que en manos de Fernando ha podido volar".
A Rubio le gusta hablar de "la realidad del intérprete", o sea, glosar a aquellos buenos actores que consiguen imprimir un carácter a sus personajes que ni el propio autor imaginó. No hay duda que Cayo es uno de estos y su admiración por él le lleva a repetir en
Páncreas, otra comedia que estrenará a finales de año(en el Centro Dramático Nacional), y en la que también estarán otros dos ases del oficio como Santiago Ramos y José Luis Gutiérrez. Más adelante le esperan dos montajes más: dirigir a José Sacristán en
Muñeca de porcelana, la última obra de David Mamet, y
Shakespeare nunca estuvo aquí, galardonada con el Lope de Vega y que escribió a cuatro manos con Yolanda García Serrano. Y mientras tanto prosigue el televisivo Jorge Javier Vázquez con
Iba en serio, show que Rubio le ha escrito a su medida y también ha dirigido. Es una barbaridad lo que este hombre trabaja.