Dos biopics dramáticos para acabar 2016
[caption id="attachment_1474" width="560"] Jesús Noguero y Manuela Paso son Strindberg y Siri von Essen, su mujer, en La noche de las tríbadas[/caption]
2016 ha sido muy fructífero en términos teatrales, ha dado espectáculos memorables, y con ellos se nos han revelado autores, artistas y productores que configuran el corazón de una pequeña industria teatral, la nuestra, con una oferta cada vez más variada e interesante. Prueba de ello es que he acabado el año con dos obras que, luego me di cuenta, coinciden en ser dos biopics teatrales de muy distinto perfil y temática.
El primero es La noche de las tríbadas, obra del sueco Per Olov Enquist, que Miguel del Arco ha versionado y dirigido en el Pavón. El autor recrea un violento episodio de August Strindberg con su primera mujer, la actriz Siri von Essen. Strindberg se ha autoexiliado de su país, su díscola personalidad y polémicos escritos le han enfrentado a políticos y feministas y tras recorrer con su mujer diversos países europeos recala en Copenhague. Pero la pareja vive sus peores momentos, está tramitando el divorcio, a la vez que pretende abrir un pequeño teatro en la capital danesa para representar La más fuerte.
Olov Enquist escoge precisamente esta pieza, cuyo estreno fue un total fracaso, para presentarnos el atormentado carácter de Strindberg y su esquizoide personalidad. Olov se sirve de la tendencia que tenía Strindberg a mezclar vida y drama, a transformar en personajes de ficción a algunas de las personas que conoció en vida sin importarle enmascarar muchos de los hechos que compartió con ellas. La más fuerte, un monólogo brutal escrito con un lenguaje preciso y calculado, está inspirado en las relaciones lésbicas de su esposa Siri con la escritora Marie Caroline David.
La noche de las tríbadas es el relato dramático del ensayo de La más fuerte con estas dos mujeres, Siri y Marie, protagonizadas por Manuela Paso y Miriam Montilla, con ayuda de un joven director de escena, Daniel Pérez Prada, y el propio Strindberg, Jesús Noguero. El mito de la misoginia de Strindberg, sus contradicciones en torno a la mujer y los ideales feministas centran el conflicto, pero también las dificultades para ser artista o el miedo a quedarse solo.
Encontré magnífica a Manuela Paso, que junto a Noguero, soporta el protagonismo de la obra, y se ve obligada a muchos cambios de carácter y a momentos de gran tensión emocional y fuertes discusiones; su presencia escénica y su voz firme y clara son dos de sus grandes valores. Noguero también está convincente en un personaje complejo, colérico y autoritario; Miriam Montilla, como la amante de Siri, tiene un papel más reducido pero está contenida y acierta con el personaje y Pérez Prada también resuelve bien a su joven director.
Del Arco, obligado a esconder la escenografía del espectáculo que se representa en la sesión previa con la de su obra, hace un uso inteligente del espacio, distribuyendo a los actores entre el escenario que le queda y el patio de butacas. No hay que olvidar que la obra cuenta un ensayo, constantemente interrumpido por Strindberg con iracundas discusiones con Siri. Un reparo a esta producción, y se refiere a la excesiva duración de la obra: más de dos horas.
[caption id="attachment_1478" width="560"] Mercedes Morán en ¡Ay, amor divino![/caption]
El segundo biopic se representa en los Teatros del Canal. Tiene un carácter muy optimista, lleva por título un verso de una famosa canción de Leo Dan, ¡Ay, amor divino! y está protagonizado por Mercedes Morán, actriz de gran popularidad en Argentina. No es fácil sostener como hace la Morán un monólogo de hora y veinte minutos con el público atento y sin pestañear, haciéndole reír y , encima, procurándole un efecto vivificador, pues el espectáculo es un canto a la vida.
Sí, Morán es una mujer vitalista y positiva. Y, sobre todo, una gran comediante. Gasta un humor fino y delicado, que unido a su acento argentino que aquí nos suena dulce, hace que disfrutemos con sus biográficas anécdotas que atraviesan toda su existencia. Comienza con su niñez en su pueblo natal describiéndonos su infantil percepción de Dios, y continúa con sus relaciones con sus hermanos y padres, su primer amor, su descontrol sexual, sus matrimonios, sus hijos, la llegada de la menopausia… Un concierto de situaciones sencillas, que describe con detalles pequeños y fino trazo, y en las que podemos vernos reflejados fácilmente, lo que despierta una empatía inmediata con el personaje.
La puesta en escena la ha dirigido Claudio Tolcachir, de gran prestigio en España por sus trabajos con la compañía Timbre 4 y que ha trabajado con ella en otras ocasiones. La conjunción de la actriz y director funciona, él ha sabido sacarle punta a una intérprete tan poderosa como ella, que ofrece un recital interpretativo, desdoblándose en dos o tres personajes. Le basta ceñir su vestido de una u otra manera para cambiar de papel, o saltar de una alfombra a otra para llevarnos por las distintas geografías de su vida.
La Morán apenas habla de su trabajo como actriz, lo reserva para el final, y es hermoso y lúcido lo que dice sobre él. Según afirma, consiste básicamente en “confiar, confiar, y siempre confiar”.