Las obras de Lucía Carballal están cada vez más presentes en los escenarios. El año pasado estrenó Una vida americana, comedia que tuvo más aceptación entre la crítica y la profesión que entre el público, pero en la que mostró que se le ocurren buenas y divertidas historias y que tiene estilo para contarlas. Acaba de estrenar La resistencia en Los Teatros del Canal, pieza en una onda más dramática e íntima que la anterior y que si bien tiene un ritmo irregular, sorprende por convertir una aparente historia de pareja en un filón de argumentos inconfesables en torno a la creación artística y las relaciones humanas.

La obra habla de amor, de las interesadas liaisons que forjamos en nuestras relaciones sentimentales, pero también de nuestras ambiciones y sueños profesionales y vitales y del empeño que ponemos en perseguirlos. David (Francesc Garrido) y Mónica (Mar Sodupe) mantienen desde hace dos lustros una relación clandestina. Él es un escritor que ha logrado éxito con dos libros y ella, que ha sido alumna suya, es una mujer atractiva empeñada en ser escritora pero que no consigue el reconocimiento. Ahora ha llegado el momento de hacer pública su relación, él se ha divorciado y van a vivir juntos, pero ella… se resiste a vivir con él, ¿por qué?

La pieza me mantuvo durante toda la primera parte bastante descolocada, hay un secreto en el ambiente que no se dilucida. Mónica es una mujer hermosa, pero se muestra demasiado distante y cabreada como para haber decidido irse a vivir con David, ¿qué le pasa a Mónica? Están en el bar que ella regenta, él hablándole de cómo le está decorando el estudio que va a ocupar en su casa, y ella empeñada en escribir y diciéndole que no piensa trasladarse hasta que acabe su novela. Dato chirriante: la última novela de David ha sido un éxito y ella todavía no la ha leído.

[caption id="attachment_2127" width="560"]

Mar Sodupe en un momento de la obra[/caption]

La verdad es que la obra camina hacia el abismo, con una relación de pareja bastante rara, por no decir gélida: ni un beso ni un achuchón. Pero hacia la mitad de la obra Carballal toma las riendas y hace que la pieza emerja y nos descubra los conflictos latentes que durante la primera parte estábamos intentando desentrañar: ella sí se ha leído el libro, le mentía a él al respecto, y lo peor es que se ha visto retratada en él, y lo peor de lo peor es que lo que escribe de ella no le gusta nada. Y no continúo para evitar spoilers… solo añadir que lo profesional y lo sentimental acaban mezclándose para revelarnos inconfesables reproches, íntimas justificaciones que se inventan para explicar el fracaso.

Me sorprende que esta pieza la haya escrito una mujer de 34 años por la madurez que destila. Lo que cuenta en ella es un conflicto propio de gente más mayor, y de hecho los personajes de la obra rondan los 50 años; es decir, personas que ya han aceptado el lugar que ocuparán en el mundo, que han descubierto dónde han quedado aparcados sus ambiciones profesionales y vitales; y que si no lo han hecho, como le ocurre a Mónica, que se resiste a que su sueño de ser escritora se desvanezca, probablemente les aguarde una permanente insatisfacción.

El tour de force de los personajes creo que juega argumentalmente a favor de David, da la sensación de que la autora lo ha dotado de más razones en su disputa con Mónica. La resistencia tiene la apariencia de una simple historia de amor, que ha funcionado por la admiración intelectual y física que los amantes se profesan. Pero ¿qué pasa cuando uno de ellos descubre que esa admiración se ha volatizado? ¿Necesitan los amantes de la admiración mutua para mantenerse como pareja, especialmente si se trata de artistas?

Garrido hace que el comportamiento y las razones de su personaje prevalezcan sobre los del personaje de Sodupe, le da un toque cínico que resulta más convincente, y eso que hay momentos que fuerza un acento de escritor catalán conocido por su ironía que no termina de convencerme. La escenografía de Mónica Boromello está infrautilizada, levanta un restaurante y una barra de bar, pero el director, Israel Elejalde, ha decidido que casi toda la obra transcurra en torno a la barra.